Luna Cáceres quedó embarazada por confundir su laxante con el afrodisíaco de su amiga. ¿Con quien estuvo? No tiene idea. Lo único que sabe es que fue un maldito español que se aprovechó de su predisposición cuánto quiso.
Aquel español es el hijo de su padrastro, a quien conocerá por la boda en que sus padres sellarán su amor.
Ellos no se reconocerán, pero el español tiene un gran problema que le impide relacionarse con cualquier mujer, pero que curiosamente no le impidió estar con Luna.
¿Qué ocurrirá cuando él sepa que aquella noche inolvidable fue con su hermanastra? ¿Cómo reaccionará ella al saber quién es el padre de su hija?
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INTRODUCCIÓN
LUNA CÁCERES
Dicen que el destino es caprichoso y que al momento de nuestro nacimiento lo hacemos con un camino trazado que irremediablemente nos llevará al plan que Dios tuvo para cada uno de nosotros.
Mi destino probablemente, sería marcado por la torpeza y también por una serie de eventos desafortunados ocasionados por mis constantes despistes.
Crecí en una familia de clase media, producto de un matrimonio que se amó hasta que yo cumplí mis diez años. Por un accidente laboral mi padre falleció y ese fue el momento más difícil para mi madre y también para mí. Ella jamás había trabajado, solamente se había dedicado a cuidar de mí.
Al fallecer papá, mi madre debió comenzar a trabajar para poder sacarme adelante. Pasamos momentos demasiado difíciles, pero con orgullo la vi superarse. Durante dos años solo fuimos ella y yo, hasta que un nuevo amor llegó a su vida.
¿Me costó aceptar a Eduardo como mí padrastro? Terriblemente. Durante los primeros meses del noviazgo de mi madre, por celos, me dediqué a hacerle la vida imposible a él. Cada día le recordaba que él no era mi padre y le decía que jamás lo vería de esa manera.
Eduardo Montes era un español divorciado que había viajado a mi país en búsqueda de una nueva vida. Él había sufrido una lesión en su espalda y debido a eso cobraba una pensión. Su mujer en aquel entonces lo abandonó porque no estaba dispuesta a cuidarlo. Él tenía un hijo que estudiaba en la universidad cuando eso ocurrió.
Al cabo de un año de la relación de mi madre y Eduardo, aún guardaba distancia de él. Me costó comprender que mi madre aún era joven y que merecía volver a ser feliz.
Para mis trece años y varios meses, Eduardo se había convertido en mi segundo padre. Él tuvo muchísima paciencia conmigo y de a poco se ganó mi confianza, mi aprobación y mi cariño.
Eduardo siempre fue un hombre muy inteligente y hábil para los negocios. Al cumplir mis catorce años, él había logrado tener su propio negocio aquí, una pinturería. Mi madre lo ayudaba allí tanto como podía y nuestra economía mejoró.
Yo era apenas una adolescente lidiando con sus propios asuntos, unos problemas sencillos que para mi podrían ser el fin del mundo, cuando el hijo de Eduardo terminó la universidad. Los viajes que él hacía para visitar a su padre normalmente ocurrían cuando yo estaba en un campamento de verano junto a mi mejor amiga y compañeros de clase.
En mi último año de preparatoria comencé a pensar en que estudiaría y a hacer mil planes futuros que me juraba a mi misma cumplir. Escoger una carrera universitaria me costó porque por mi indecisión no podía escoger una.
Llegó el momento de mi egreso, el baile de fin de curso, el viaje de egresados y me sentía una adulta. Disfruté las fiestas, las reuniones, las cenas y cada una de las aventuras que serían las últimas que podría compartir con mis compañeros porque tomaríamos caminos separados.
Mi mejor amiga y yo ahorramos durante un año para viajar juntas y disfrutar un fin de semana antes de comenzar la universidad. Ella estaría a tres horas de dónde yo me iría y era, probablemente, nuestra última aventura juntas en mucho tiempo.
Mi madre no estaba segura de permitirme viajar. Yo era torpe y muy despistada, pero Eduardo logró convencerla.
Mi amiga y yo nos hospedaríamos en dos habitaciones de hotel contiguas porque ella tenía un plan en mente y necesitaría privacidad.
Lauren había conocido por internet a un muchacho muy guapo con el que había hablado por meses. En aquel momento estaba decidida a encontrarse con él y si todo salía como lo esperaba pasarían la noche juntos. Ella quería experimentar cosas inolvidables y él, parecía tener sus mismos deseos.
Lauren, una morena muy guapa, de carácter fuerte y atrevida, quería vivir la "experiencia completa" y sin decírmelo había comprado unas gotas que le avisarían el deseo para su cita.
Cuando viajamos, mi madre tan precavida como siempre me preparó una pequeña bolsa con medicinas que iban desde laxantes hasta analgésicos por si los llegaba a necesitar. Fue Lauren quien en su bolso guardó todo aquello porque yo podría perderlo seguramente.
En nuestro segundo día, me sentí mal y necesitaba urgentemente un laxante. Lauren, aquella noche se encontraría con su amor platónico y allí fue donde todo salió terriblemente mal por mi culpa y mi manera tan despistada de ser.
Lauren buscaba apresurada su ropa para la cita y yo solo quería ir al baño y luego dormir. Por equivocación, creyendo que era el laxante llevé a mi cuarto uno de los frasquitos con gotero.
Hablé con mi madre y con Eduardo por teléfono. Había colocado una alarma para tomar aquellas gotas que había colocado en un vaso de agua para que por la mañana hicieran su efecto y no estar en el baño a la madrugada. ¿Qué podría salir mal?
Desgraciadamente, tomé aquel vaso de agua y me metí a la cama. Poco tiempo después empecé a sentirme acalorada, un poco descompuesta y mareada. Salí de la habitación con la intención de ir al cuarto de Lauren, pero en ese momento mi cuerpo se sentía en llamas.
Mi visión se volvió borrosa y mi respiración errática.
Alguien me habló con un acento extranjero y en ese momento hice lo que jamás habría hecho en mis cinco sentidos, besé a ese hombre.
Él volvió a hablarme, pero no pude interpretar sus palabras. Tan solo volví a besarlo y a pegarme a su cuerpo tanto como pude para aliviar un poco las sensaciones que me hacían perder por completo la cordura. Yo estaba fuera de control.
Todo lo demás es borroso. Aquella noche perdí el sentido por completo y también la vergüenza. Me entregué a ese desconocido como una desesperada aunque era completamente inexperta.
Amanecí en mi cama desnuda y adolorida. En mis sábanas había sangre y la fragancia inconfundible de un hombre que se llevó mi virginidad por completo. No podía recordar como, pero ese extraño hizo conmigo todo lo que quiso siendo el primero en todas las formas posibles.
Adolorida me vestí y fui al cuarto de Lauren. En ese momento fue que lo supe, todo cobró sentido. Mi amiga había pasado la madrugada en el baño y yo con un extraño.
-¿Qué te pasó?- Me preguntó al verme llorando presa de la confusión y adolorida en cada zona íntima
-No lo sé. Estuve con alguien. No sé su nombre, ni recuerdo su rostro- Me acosté en su cama por el dolor que sentía en mis piernas
-Luna, ¿Qué gotas llevaste?- Me preguntó con las manos en su abdomen y una mueca de dolor en su rostro
-El laxante- Respondí confundida
-Luna, el laxante es el que yo tomé. Entonces tú... Oh por Dios- Vino hacia mi y me abrazó