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La Casa Donde Aprendí A Odiarme

La Casa Donde Aprendí A Odiarme

Status: Terminada
Genre:Completas / Amor de la infancia / Autosuperación / Apoyo mutuo
Popularitas:1.4k
Nilai: 5
nombre de autor: VickyG

"La casa donde aprendí a odiarme" es una novela profunda y desgarradora que sigue la vida de Aika, una adolescente marcada por la indiferencia de su madre y la preferencia constante hacia su hermano. Atrapada en una casa donde el amor nunca fue repartido de forma justa, Aika lidia con una depresión silenciosa que la consume desde dentro. Pero todo empieza a cambiar cuando conoce a Hikaru, un chico extraño que, sin prometer nada, comienza a ver en ella lo que nadie más quiso ver: su valor. Es una historia de dolor, resistencia, y de cómo incluso los corazones más rotos pueden volver a latir.

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Capítulo 21: Donde las máscaras se afilan en silencio

Los días en el colegio retomaron su ritmo, como si el viaje a Italia hubiera sido apenas una pausa efímera en medio del torbellino constante. Pero para Aika y Hikaru, algo había cambiado. Sus miradas se buscaban con una naturalidad distinta, como si la distancia entre ellos ya no existiera. Compartían el almuerzo, los deberes, los silencios cómodos, incluso las pequeñas miradas cuando creían que nadie más los veía.

Pero alguien los veía.

Siempre.

Luna los observaba desde lejos, con los labios apretados y el orgullo atragantado en la garganta. Nunca les decía nada. No los saludaba. Pero sus ojos no se perdían ni un detalle. Y aunque por fuera mantenía su compostura, por dentro hervía una tormenta que amenazaba con estallar.

Ella no era de rendirse fácilmente. Y menos cuando sentía que le habían arrebatado algo que le pertenecía.

Una mañana cualquiera, cuando Hikaru estaba solo en el patio revisando unos apuntes, Luna se le acercó. Llevaba el uniforme perfectamente planchado, su sonrisa medida, sus palabras suaves como miel envenenada.

—Hikaru —saludó—. ¿Tienes un minuto?

Él levantó la vista, algo incómodo. No había hablado con Luna desde el viaje. Pero, por respeto —o costumbre—, asintió.

—Claro.

—¿Podemos sentarnos?

Se ubicaron bajo uno de los árboles del jardín, no muy lejos del lugar donde solía estar con Aika. Luna pareció dudar unos segundos antes de hablar, como si lo que fuera a decir pesara demasiado. Pero era parte del juego.

—No quiero que pienses mal de mí —comenzó—, pero hay algo que creo que deberías saber.

Hikaru arqueó una ceja.

—¿Qué cosa?

Ella bajó la mirada, con fingida inseguridad.

—Es sobre Aika.

Él frunció el ceño de inmediato.

—¿Qué pasa con Aika?

Luna suspiró. Jugaba su papel a la perfección.

—No es nada grave… solo que… ella a veces no dice todo lo que siente. Es buena ocultando cosas. Siempre ha sido así. Hasta conmigo.

—¿Qué quieres decir, Luna?

Ella lo miró a los ojos, manteniendo esa mirada rota que sabía que funcionaba.

—Solo te pido que tengas cuidado. Aika ha pasado por muchas cosas… y a veces, sin querer, puede terminar hiriendo a los que tiene cerca. Yo la quiero, no me malinterpretes… pero tú pareces… no sé… muy entregado. Y a veces ella no valora eso.

Hikaru permaneció en silencio por unos segundos. Sabía que Aika no era perfecta, pero sus palabras no le sonaban del todo bien viniendo de Luna. Aun así, no dijo nada. Luna se levantó, como si la conversación no hubiera pasado.

—Solo piénsalo. No quiero que te lastimes —le dijo antes de alejarse con paso elegante, como si nada hubiera pasado.

Hikaru se quedó mirando al suelo. No creía del todo en lo que Luna había dicho, pero las dudas, una vez sembradas, rara vez se iban del todo.

Esa tarde, Aika lo encontró más callado de lo usual. Caminaban de regreso a casa, y él parecía distante.

—¿Estás bien? —preguntó ella.

—Sí, claro… solo cansado.

Ella no insistió. Lo conocía lo suficiente para saber que hablaba cuando estaba listo.

Pero no notó cómo sus palabras eran más cortas. Cómo su mirada a veces se perdía en el horizonte, como si buscara una respuesta que no sabía que necesitaba.

Luna, desde lejos, observaba. Su plan no era rápido. Era lento, sutil, como una gota constante sobre la piedra. No necesitaba separar a Aika y Hikaru de golpe. Solo bastaba con sembrar dudas, con resaltar las inseguridades, con recordarle a Hikaru que Aika era compleja… y que tal vez, en el fondo, él merecía algo más sencillo.

En los días siguientes, continuó su juego con la maestría de una actriz. Pequeños comentarios, coincidencias planificadas, apariciones inesperadas cuando Hikaru estaba solo. Nunca se mostraba hostil. Al contrario, jugaba el papel de amiga preocupada, de confidente, de presencia segura.

Y mientras tanto, Aika no sospechaba nada.

Seguía creyendo que Luna simplemente estaba dolida por el viaje. Que aún no encontraba la forma de volver a hablarle. Y en su inocencia, hasta se alegraba cuando la veía cerca de Hikaru.

—Tal vez por fin lo está superando —dijo una vez, mientras caminaba con Hikaru de camino a casa.

Él solo la miró y sonrió, sin responder.

Pero en su mente, la duda que Luna había sembrado comenzaba a crecer.

Y ese era el primer paso.

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