Décimo libro de saga colores.
Después de su tormentoso matrimonio, el Rey Adrian tendrá una nueva prometida, lo que no espera es que la mujer que se le fue impuesta tendrá una apariencia similar a su difunta esposa, un ser que después de la muerte lo sigue torturando.
¿Podrá el rey superar las heridas y lidiar con su prometida? Descúbrelo en la tan espera historia.
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9. Una boda, una coronación, un protocolo incómodo
...FREYA:...
Las páginas de los libros eran gruesas y olían a madera vieja, habían muchos, de temas que no imaginé, tantos que podría pasar toda una vida y no bastaría para leerlos. Jamás tuve acceso a tantos libros y esto me emocionaba un poco. Regresé de los estantes con una pila, me sorprendió al hallar al rey aún de pie cerca de la larga mesa que parecía ser usada para la lectura.
Pensé que se marcharía.
Se encaminó en seguida al verme.
— Permítame ayudarle — Dijo y me sorprendí, dejé que tomara la pila de libros.
Estaba siendo más cortés y amable.
— Gracias — Murmuré con timidez.
— ¿Va a leer todo esto? — Preguntó, dejando la pila en la mesa, con expresión atónita.
— Por supuesto — Dije y pisé el retrato de esa mujer aún estaba en el suelo.
Me dió escalofríos otra vez.
Pareciera que me hubiesen hecho un retrato de una yo del futuro, con expresión inhumana, como si careciera de calidez. No quería seguir pensando en el porqué de esa similitud, ni siquiera iba a considerar que no era una casualidad.
Intenté agacharme para recogerlo, pero el rey se apresuró y lo dobló rápidamente, guardando en el interior de su chaqueta.
— Majestad, pensé que tenía asuntos que atender — Dije, sin poder evitar la incomodidad, que se quedara de pie allí, observando los libros.
El rey lucía galante como siempre, pero en sus facciones había cierta inquietud, como si tratara de fingir que su interior era calma, en sus ojos azules brillantes se veían opacos, las pestañas color trigo formaban un arco dorado, al igual que sus cejas y el cabello peinado a un lado.
Debió ser muy hermoso de joven.
No es que no lo fuera, pero por sus marcas de expresión, sabía que era mayor que yo, tal vez por mucho.
— ¿Es una forma de insinuar que debo irme? — Arqueó las cejas.
— No... No quise... — Me sonrojé de la vergüenza — No insinúo nada... ¿Puedo llevar libros de estos a los aposentos?
— Puede hacerlo, pero no todo a la vez — Sugirió, como si no hubiese notado mi sonrojo, era un tanto indiferente — Son demasiado pesados, ordenaré que un guardia le ayude a trasladarlos, pero después de leerlos debe devolverlos, es así como funciona una biblioteca.
— Entiendo, no se preocupe, lo haré — Dije, revisando los libros — Las cubiertas tienen detalles en dorado.
— Son tomos valiosos.
— Los cuidaré — Aseguré, tocando los libros.
— Son libros de arquitectura, botánica, animales, novelas, cultura y recetas de cocina — Dijo, con un tono curioso — ¿Por qué le interesan esos temas? — Se llevó una mano a la barbilla.
— La arquitectura me interesa, tengo un libro viejo sobre hermosas creaciones y al pisar Floris me di cuenta de que todo era real, luce como un cuento de hadas — Confesé, emocionada — En cuánto a la botánica, es un campo desconocido para mí, aún no tengo idea de como se cultivan las cosas, las novelas son para sumergirme en las historias de Floris, la cultura para saber más sobre este reino y las recetas de cocina me dan un poco de curiosidad, me encantaría conocer todos los platillos.
— Puedo pedir que preparen algo de ese libro — Dijo y lo observé.
— ¿En serio? — Mis cejas se alzaron.
— Sí, su alteza quiere degustar la comida de Floris, no voy a negarme.
— Eso es muy considerado — Bajé mi mirada.
— Debo irme, espere al guardia que la ayudará.
El rey tenía sus razones al desconfiar, pero al menos me trataba con cortesía, así no me sentía como si estuviese siendo una intrusa en su palacio y en su reino.
Se marchó sin decir más.
— ¿Y esos libros? — Preguntó Florence, cuando volví a la habitación.
Al ver al guardia dejarlos en la mesa.
— Son para leer.
— Pensé que eran para colocarlos debajo de las patas desviadas de las sillas — Dijo con sarcasmo — ¿De dónde los sacaste?
— Tienen todo un salón lleno de libros, hay estantes repletos de ellos.
— ¿Puedes tomarlos sin permiso? — Se acercó y empezó a leer los títulos.
— El rey me dió permiso y también ha dicho que podemos salir cuando queramos, con ciertas condiciones, pero al menos es algo — Dije y me observó sorprendida.
— ¿Qué hiciste?
— Yo nada — Negué con la cabeza.
— Por favor, no pudo haberse hablando de la nada.
— No confía en mí, pero decidió ser más cortés, tal vez fue porque le hablé sinceramente, con respecto a su trato y a todo lo que he pasado.
— ¿Y ya? — Alzó las cejas.
— Así es.
— ¿Lo sedujiste?
— No — Puse los ojos en blancos — Florence, basta ya.
— Yo también salí — Anunció.
— ¿A dónde fuiste? — Pregunté, con curiosidad.
— Estuve un rato por los pasillos, tratando de encontrarte, después del almuerzo no me contaste nada.
— El almuerzo no fue tan encantador, pero después de lo que rey a dicho en nuestro encuentro, eso a quedado atrás — Dije, con buen humor — Yo me pondré a leer.
— Bien, como quieras, yo estuve por los pasillos y volví a ver ese hombre encadenado.
Dejé de pasar páginas y la observé.
— Florence, no te acerques a ese hombre.
— ¿Por qué? — Se desconcertó.
— Porque si está encadenado debe ser peligroso.
— ¿Por qué está en el castillo si es peligroso? — Se cruzó de brazos.
— No lo sé...
— ¿El rey te comentó algo?
— No, es solo que no debe ser alguien bueno si está encadenado.
— Parece ser un esclavo.
— No creo que sea esclavo, el resto de los sirvientes tendrían cadenas de ser así.
— Eso no lo sabes — Insistió.
— Florence, no te acerques a ese sujeto.
— ¿Qué puede ser peor que un salvaje? — Cuestionó.
— No nos conviene meternos en problemas, si te ven hablando con ese encadenado se puede malinterpretar y ya avancé un poco en el trato que me da el rey.
No dijo nada más y me observó leer.
...****************...
Después de días en el castillo, las cosas se mantenían normales, siempre estaba en mi habitación o en los pasillos, Florence me acompañaba a caminar, pero me desconcertó no ver al rey, parecía que estaba muy ocupado.
Nos daban buena comida y nos atendían con cortesía.
El paseo en carruaje no pasó, pareció ser olvidada por el rey, porque los guardias se negaban a llevarnos. Tal vez solo lo hizo para tranquilizarme.
Observaba por la ventana, la nieve seguía cayendo, pero la calidez permanecía dentro de las paredes.
Al menos me trajeron unos cuantos platillos deliciosos y nuevos para saborear.
En una oportunidad, varios hombres con trajes extravagante entraron junto a las sirvientas.
Me obligaron a levantarme del sillón, donde permanecía en silencio y empezaron a tomarme medidas, exigiendo que me quedara quieta.
Florence insistía en saber la razón.
Le dijeron que estaban tomando medidas para el vestido de bodas y se tranquilizó un poco.
Exigió uno para ella y no pudieron negarle el privilegio.
Volvieron días después con un montón de telas y siguieron con la tarea.
No podía moverme durante horas mientras preparaban mi vestido de bodas.
No me gustó el resultado.
El vestido era de falda y mangas pomposas, sin escote alguno, con un velo espeso que me impediría ver con claridad.
Mi corset estaba tan apretado, las medias también, insistieron en depilarme un poco en mis partes privadas que todavía sentía vergüenza.
Insistí en que no era necesario mientras estaba en la bañera, pero ellas hicieron caso omiso.
Dijeron que debía estar aseada para mi noche con el rey y yo traté de explicar que no habría noche de bodas, pero no quise seguir, podría ser escandaloso que yo cometiera la imprudencia de revelar algo así.
— El vestido está horrible — Gruñó Florence al verme vestida frente al espejo — Pero, tú estás hermosa.
El día de la boda había llegado.
Los sirvientes terminaron de prepararme, mi hermana se encargó de peinarme, pero seguía quejándose por el vestido.
Florence llevaba un vestido color crema, bastante sencillo.
— Ya es hora, su alteza — Dijo una sirvienta, entrando a los aposentos — Los guardias la llevarán al salón real.
Salí de la habitación, tropezando en el camino con mi pesada falda.
Me sentí inquieta por dentro.
Más al ver una fila de guardias custodiando mis pasos hacia el salón.
Florence se adelantó por órdenes de los guardias, dijeron que debía esperar en el salón con el resto de los invitados.
No podía ver de lejos, no con el velo.
El pasillo no está solo.
Había música de trompetas y tambores.
La fila de guardias se movió, cruzando las puertas.
Logré divisar a un hombre con sotana, detrás de él, dos guardias con almohadillas cada uno, en ellas había una corona de diamantes y un cetro.
Me tensé.
¿Eso era para mí?
Entraron por las puertas.
Otras personas le siguieron, logré ver a la princesa Ania, con vestido de plata brillante, hermoso peinado, también al ayudante del rey y otros cuatro hombres que tenían expresiones serias.
Alguien se detuvo a mi lado, el olor de una fragancia de pinos acarició mi nariz.
Observé reojo al rey.
Pude notar a través del velo su cabello dorado peinado hacia atrás, con una corona sobre la cabeza brillante, tenía un hermoso traje azul oscuro con una capa blanca.
No me observó, tenía la mirada fija en las puertas abiertas.
— ¡Reciban a Su majestad, El rey Adrian Michael Rhodes! — Anunció alguien dentro del salón — ¡Y su prometida, Su alteza la princesa Freya Vos!
Me estremecí.
Empezó a avanzar y lo seguí con duda.
Dentro del salón, me quise encoger, había muchas personas, podía sentir sus miradas mientras avanzaba en medio del salón, hacia un estrado con dos tronos.
Casi me caigo al tocar la escalera, una agarre sostuvo la punta de mis dedos, cubiertos por guantes de seda.
Subí con cuidado.
Me quedé frente a los tronos.
El rey se colocó frente a mí.
El obispo empezó a hablar, no entendía las normas de Floris, así que permanecí callada, sudando dentro del velo.
Unieron nuestras manos con un collar de perlas y diamantes.
El rey estaba muy serio, podía ver su rostro a través de la tela blanca de mi velo.
La ceremonia de enlace terminó.
El rey parecía tenso.
— ¡Tomad asiento en los tronos! — Anunció el obispo y el fue al su trono, no me quedó de otra que imitarlo — ¡El poder divino unió a estos dos líderes, para que su enlace sea eterno y su amor próspero, que los bendiga con mucha fertilidad! — El obispo alzó sus manos, el rey solo observaba la multitud, muy serio — ¡Ahora, el poder real me ha otorgado la potestad de coronar a la nueva líder y compañera del rey, para que su reinado sea próspero y juntos hagan de Floris una nación fuerte y pacífica, ahora retirar el velo!
No sabía que tenía que quitarme el velo.
Una tensión se generó en la sala.
¿Iban a reconocer mi parecido si lo hacía?
Por la postura del rey, eso era seguro.
Me quité el velo con cuidado, la luz del salón era intensa, pero más las miles de miradas que se pasaron en mí.
La gente murmuró y se inquietó.
Me sentía nerviosa ante el peso, mis manos sudaban, mi corazón latía muy rápido.
Los nobles murmuraban, se echaban miradas de descontento, paranoia, confusión.
El obispo recibió un gesto del rey, al ver que tampoco se movía.
Tomó la corona de la almohadilla y se posicionó detrás del trono en el que estaba sentada.
— ¡Freya Vos, recibirá el título de reina, compañera y madre, su apellido cederá para ser nombrada Su majestad, reina Freya Rhodes! — Siguió con la ceremonia — ¡Te corono y proclamo, ante el poder divino y real, como reina de Floris! — La corona se posó en mi cabeza, con un peso desagradable y todo enmudeció.
Tomé el cetro con la mente ida, el rey se levantó y extendió su mano hacia mí, sin mostrar nada en su expresión.
La tomé, temblando y me levanté.
— ¡Larga vida a la reina, larga vida al rey! — Gritó la multitud.
Todos se arrodillaron, solo por protocolo, eso se sentía.
— ¡Pónganse de pie! — Ordenó el rey, soltando mi mano — ¡Los aspirantes a sir que fueron elegidos por la hermandad para servir a Floris y a la corona, serán llamados para ser nombrados y recibir su armadura, con el cetro real quedará sellado su honor, de la mano de la reina! — Ni siquiera me observó.
¿De mi mano? No estaba preparada, me sentía indefensa, pensé que solo estaría aquí sin hacer parte de nada.
Esto se sentía muy real a pesar de firmar el papel, tenía un peso de responsabilidad.
— ¡Por el poder divino y real... Te nombro Sir Ben...! — Dije, con un poco de nervios al primer hombre que fue llamado.
Siguieron pasando, me sentía tan torpe cuando hablaba en alto.
— ¡Roquer Darlington! — Nombró el rey.
Un hombre de piel oscura se aproximó, me impresioné ante su aspecto, jamás había visto un ser humano con la piel tan oscura, se veía fuerte y guapo.
Se arrodilló.
Posé el cetro en su hombro.
El rey debió explicarme, de no ser por los libros que había leído sobre la cultura de Floris no hubiese sabido que hacer.
— ¡Por el poder divino y real, te nombro Sir Roquer Darlington! — Pasé el cetro hacia mi otro hombro.
Elevó su mirada.
Su impresión era por mi apariencia y a pesar de que lo sabía, me sentía juzgada como si fuese la tirana.
Quien seduce a quien 🤔🤔🤔