— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes igual a los míos me hacen sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
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El será tuyo
Luke.
Lydia no me estaba poniendo las cosas fáciles. Yo hice una promesa. Le prometí a mi hijo que su madre estaría con el. Usaré todo lo que está en mis manos para cumplirlo.
Mande investigar su vida de los últimos cuatro años, no vi nada interesante. Sólo tiene una amiga, vive en un departamento mediocre y trabaja de medio tiempo en una tienda. Su estado de cuenta me hizo reír.
Voy a ofrecerle dinero para empezar. Le envié un contrato con la mensualidad que le daría si aceptaba ser la madre de Byron. Ella me lo regreso en pedazos.
La visite en su trabajo, me atendió de mala gana y exigió que me marchara.
— ¿Qué quieres para aceptar?
— No quiero nada. Ya te lo dije. No seré madre de un niño que no es mío.
— ¿Matarias por qué el fuera tuyo verdad? — Sus ojos se volvieron más fríos. — Te da rabia que yo me enamore de tu hermana. Es por eso que no quieres a Byron. Por qué el siempre será un recordatorio de que tú amor nunca fue correspondido. — Vi el fuego en sus rasgos. Si quería hacerla enojar lo logré.
— Lárgate. — Su voz llena de desdén me helo la sangre por un segundo. No soy alguien que se deja intimar, algo en ella lo estaba logrando.
— Estoy dispuesto a casarme contigo. — Por un momento vi un brillo en su mirada. — Si aceptas ser la madre de Byron te daré lo que siempre has querido. Te daré mi amor. — Mentí, ese amor sólo podía ser de Layla, ninguna otra era digna de él. Mucho menos Lidia.
— ¡Ja ja ja! — Su risa llamo la atención de algunos clientes. — Wow. — El fuego desapareció, en su lugar me encontré cara a cara con la burla. — Tu ego se elevó al cielo. — Limpio una lágrima de su ojo. — Has cuentas idiota. Pasaron cuatro años, cuarenta y ocho meses, 192 semanas, y 1460 días. En todo ese tiempo. ¿Piensas que no te supere? ¿Crees que te sigo amando? — Su burla me estaba irritando. — Si realmente lo piensas estás muy mal. — Tomó mi camisa y me acerco a ella. Por un segundo pensé que estaba viendo a Layla, sus ojos son muy parecidos. — Mírame bien. ¿Ves el amor que solían tener? — La respuesta era no, distinguía odio, determinación y quizas un poco de dolor.— No está. No está por qué tú lo mataste. Yo ya no te amo, a mí ya no me interesa tu amor. Pierdes el tiempo con éste trato tan estúpido. — Me soltó con un empujón. — Gracias por hacerme reír. Tenia un tiempo de no divertirme así.
Lilia.
Mal parido ese. ¿Quién se cree? Solía estar loca de amor, pero ya no. ¿Cómo puedes seguir amando sí tu corazón se desvaneció? Lo rompieron, se quebró y en lugar de pegarlo decide desaparecerlo. Decidí que no lo necesitaba para seguir viviendo.
He pasado cuatro años sola. Apegarme a un niño no es una buena idea. No importa lo que suceda. Me mantendré fuerte y firme en mi decisión.
— Contigo necesito hablar. — Sierra me atrapó en los pasillos.
— Hola traidora.
— No te abandoné por gusto, por favor entiéndeme. Todo el mundo conoce a Luke, no es alguien con quién puedes jugar. ¿Podemos continuar nuestra amistad?
— Si. — Ella sonrió.
— ¿Ustedes son cercanos?
— No.
— Mentirosa. Ustedes tienen una historia. Yo lo sé. ¿Por qué no me cuentas?
— No hay historia que contar. — No estoy lista para abrirme con ella, ni con nadie en realidad.
Camine mientras recordaba mi pasado. Un pasado que enterré.
Flashback.
Dos parejas de amigos se encuentran en una reunión familiar. Los hijos de estos a sus lados, un niño de siete años y dos pequeñas de tres.
Los niños también son amigos, se quieren y cuidan entre ellos. Al cumplir siete años, Lydia tiene claro lo que quiere, estudiar arte y ser esposa de Luke se convierten en sus más grandes sueños.
— Nos casaremos un día. — Le asegura en su cumpleaños número siete. Luke la ve desconcertado. Una tierna sonrisa es lo que consigue.
Desde los siete hasta los diez y siete ella siempre está detrás de él. Lo ve en cada partido de fútbol. Le da una flor cada día. Los primeros cinco años no parece importarle, le acepta sus detalles sin decir mucho, sin embargo al convertirse en un hombre le resulta molestó tener a una niña tras el.
— ¿Otra vez? — El la ve fastidiado.
— Sabes que lo haré toda la vida.
— Estas loca. Enferma, deberías ir al doctor.
— El amor no es una enfermedad. Además, las flores sirven para conquistar a las mujeres.
— No soy mujer.
— Podría funcionar en hombres también. No eres de los que tiene detalles, seré la detallista en esta relación.
— No tenemos una relación.
— Hoy no, pero después si, tendremos una hermosa historias que contarle a nuestros nietos.
— Sigue soñando.
— Está bien. — Ella actúa despreocupada, Luke se irrita al ver esa sonrisa, ella no se dará por vencida, está claro.
Prácticamente toda la población femenina no se da por vencida, desde la joven de quince hasta la maestras de 27, Luke es el manjar que todas quieren comerse.
¿Quién es el para negarse a darles lo que ellas desean?
Luke no es diferente a todos los hombres, está con una mujer diferente cada día, Pero se siente atraído por la chica que no le presta atención, por la presa difícil de atrapar. El se enamora de Layla, melliza de Lydia, ¿por qué si son tan parecidas le atrae ella? Quizás por qué no está loca de amor por el, no lo persigue cómo el resto, no muestra interés y desesperación por tenerlo.
Eso es lo que le encanta de ella. No es como las demás, es una dama a la que debe cuidar y conquistar.
Lydia vive en su mundo de fantasía. Ella pasa las horas pintando en su estudio, imaginando cómo será su vida después de ser la esposa de Luke. Imagina que el llegara a casa y la besará intensamente, le dirá te amo y harán bebés. Se ríe al imaginarse esas cosas.
— Hermana.
— ¿Layla volviste? — Lydia se levanta y abraza a la mujer de ojos verdes, piel pálida y cabello negro igual al suyo, son mellizas, comparten varios rasgos, pero no son exactamente iguales. — ¿Cómo te fue?
— La empresa es increíble. Papá me enseñó todo y dijo que sera mío en el futuro.
— Estoy muy feliz por ti. Vas a ser la mejor CEO del país. Bueno, segunda mejor.
— ¿Y quién será el primero?
— Luke por supuesto. — Ambas se ríen.
— ¿Cómo vas con el?
— Sigo tratando de componerlo. No me gusta que sea tan mujeriego.
— Escuché que se metió con una profesora, ¿es verdad?
— No lo sé. — Ella espera que no, las mujeres experimentadas son peligrosas. — No quiero pensar en eso. Luke será mi esposo tarde o temprano.
— Por supuesto, el será tuyo. — Lydia no lo ve en ese momento, pero su hermana también está interesada en el, se muestra indiferente por los consejos de su madre, Luisa le ha dicho que a los hombres les gustan las presas difíciles, si ella se muestra indiferente conseguirá al chico. Es por eso que su estrategia es distinta a la de Lydia. Ella no va a la montaña, ella espera a que la montaña venga.
Las hermanas parecen tener una buena relación a pesar de las grandes diferencias que hacen sus padres entre ellas. Mientras Layla recibe amor a manos llenas, Lydia sólo recibe regaños y enojos.
— ¿Por qué no puedes ser cómo tú hermana?
— No pueden haber dos hijas perfectas en la misma familia. — Dice sonriente. No hay maldad en ella, su corazón es tan puro como el de un recien nacido. — Papi no te enojes. — Ella luce relajada a pesar de los regaños, está tan acostumbrada a ellos que no le duelen.
— Estás castigada.
— Pero pase.
— No aceptó seis en mi familia. Si quieres volver a pintar espero mejores notas la próxima vez.
— Está bien. — Ella se va, antes de salir ve cómo su padre envuelve a Layla con sus brazos.
— Tú eres mi orgullo. — Lydia lo ve y siente un poco de envidia, aunque también le da gusto que a su hermana no la traten tan duramente. Pero se pregunta cuándo la van a tratas a ella de esa forma. ¿Cuándo la abrazaran de manera protectora y le darán palabras dulces?
— Un día lo harán. — Vuelve a sonreír con esperanza.
Fin del flashback.