Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capítulo 8
El coche se detuvo frente a una imponente mansión que parecía sacada de una película. Las paredes estaban adornadas con un elegante color negro, y los jardines estaban perfectamente cuidados, con flores de colores vibrantes que danzaban al ritmo de la brisa suave. Cuando el chófer abrió la puerta, el corazón me dio un brinco de emoción.
Marcos nos estaba esperando en la entrada, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Sus ojos brillaban al vernos llegar, y su presencia hacía que todo se sintiera aún más especial.
—¡Hola, chicas!— nos saludó, mientras nos acercábamos. —Bienvenidas, espero que estén listas para disfrutar—
—¡Totalmente!— exclamé, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir.
Con un gesto amable, Marcos se dirigió al chófer.
—Por favor, lleva las bolsas a la habitación que preparé para ellas—
Mientras el chófer recogía nuestras compras, una mujer apareció de la nada. Era elegante, con un uniforme que reflejaba el lujo de la casa.
—Marta, por favor, lleva a las señoritas a la habitación para que se preparen. Estaremos esperándolas en la piscina. Nos vemos en un momento— dijo Marcos, y su voz era tan suave que me sentí aún más emocionada.
Asentimos con entusiasmo y seguimos a Marta, sintiendo que cada paso nos adentraba en un mundo de opulencia. La entrada de la mansión era impresionante, con un gran candelabro colgando del techo y un suelo de mármol que brillaba bajo nuestros pies. A medida que caminábamos, nuestras miradas se perdían en los detalles: cuadros de artistas famosos adornaban las paredes, y pequeñas estatuas de mármol estaban distribuidas en las esquinas, dándole un aire de sofisticación al lugar.
—¿Han visto esto?— dijo Sofía, señalando un cuadro de colores vibrantes. —Es increíble—
—Todo es simplemente asombroso— agregué, mientras admiraba un enorme jarrón lleno de flores frescas en una mesa de entrada.
—No puedo creer que estemos aquí— comentó Camila, con una mezcla de asombro y felicidad en su voz. —Esto es como un sueño—
Subimos por una escalera majestuosa, y cada peldaño que dábamos parecía llevarnos más cerca de un mundo de fantasía. Marta nos llevó a una habitación que parecía sacada de un cuento de hadas. Las paredes estaban pintadas en tonos suaves, y la cama era enorme, con sábanas de seda que brillaban a la luz.
Las bolsas ya estaban en la cama, listas para que las abriéramos. Cuando Marta se despidió, nos quedamos solas, llenas de emoción.
—¡Miren esto!— grité, mientras abría una de las bolsas y sacaba el bikini que había elegido junto a Camila. Era de un color negro vibrante, con detalles que lo hacían lucir aún más especial y sexy.
—¡Es precioso!— exclamó Camila, sacando su propio bikini de colores verde —Creo que estamos listas para deslumbrar en la piscina.
Sofía, que había estado revisando las bolsas, también mostró su traje de baño blanco en un diseño elegante que la hacía ver espectacular.
Nos miramos todas en el espejo de la habitación, riendo y emocionadas por lo que estábamos a punto de vivir.
—¡Vamos, chicas!— dije, sintiendo que la adrenalina corría por mis venas, —Es hora de lucirnos—
Nos dirigimos al baño para cambiarnos rápidamente. La habitación era tan grande que había espacio de sobra para que cada una se preparara. Mientras nos vestíamos, la conversación fluyó de manera natural.
—No puedo esperar a ver la piscina— dijo Sofía, mientras se abrochaba el bikini. —Me imagino que es enorme—
—Y con una vista espectacular— agregó Camila, mientras se miraba en el espejo, ajustando su cabello.
—¡Sí!— respondí, sintiéndome cada vez más emocionada. —Hoy será un día inolvidable—
Finalmente, tomamos las mayas y nos las colocamos alrededor de la cintura, listas y con una mezcla de nervios y emoción, nos miramos una última vez antes de salir de la habitación. El día apenas comenzaba, y ya sentía que sería uno de esos días que recordaríamos para siempre.
Al salir, la luz del sol nos dio la bienvenida, y el sonido del agua en la piscina nos llamó como un canto de sirena. Con una sonrisa en el rostro y las ganas de disfrutar al máximo, nos dirigimos hacia la piscina, listas para crear recuerdos que durarían toda la vida.
Al llegar a la enorme piscina, la vista era simplemente espectacular. El agua brillaba bajo el sol, reflejando un tono azul que invitaba a saltar. Pero lo que realmente captó mi atención fueron los tres hombres que estaban allí.
Marcos, ahora con ropa más cómoda, se veía increíblemente atractivo sentado en una silla. Su actitud relajada y esa sonrisa encantadora hacían que todo se sintiera aún más emocionante. Pero, sin duda, el que robaba todas las miradas era su amigo.
¡Cielo santos!
Él estaba allí, con una camisa ligera abierta que dejaba ver sus tatuajes, cada uno contando una historia. Su mirada intensa me dejó sin palabras; había algo en su forma de mirar que me enviaba escalofríos por la espalda. Era el tipo de atractivo que hacía que el tiempo se detuviera.
Junto a él, había un hombre más joven, su sonrisa era contagiosa, y eso le daba un aire encantador.
Marcos se puso de pie, con esa sonrisa que iluminaba su rostro.
—Ruby, te presento a mi amigo— dijo, señalandolo, quien se levantó y, su altura y aura eran simplemente grandiosas. Levanté la mirada para encontrarme con sus ojos miel, y en ese instante sentí que el mundo se detenía.
—Mucho gusto, soy Diego Salvatore— dijo, y su voz áspera y gruesa me hizo vibrar por dentro. Me quedé atónita por un momento, sintiendo que cada palabra resonaba en mí. extendió su mano. Al tocarla, un torrente de sentimientos recorrió mi cuerpo, como si una chispa se encendiera entre nosotros.
—Ruby, mucho gusto— logré responder, tratando de mantener la calma.
Marcos continuó presentando a su hermano menor, quien se acercó con una sonrisa amigable.
—Hola, soy Augusto, un placer— dijo, estrechando nuestras manos rápidamente. Su energía era contagiosa, y me sentí aún más emocionada.
—Tomen asiento, por favor. ¿Desean algo de tomar?— preguntó Marcos con una amabilidad que me hizo sentir cómoda.
—Lo que sea está bien— dijo Camila, con emoción evidente en su voz.
Me senté al lado de Diego, sintiendo que la tierra se movía a mi alrededor. Su presencia era tan intensa que me costaba concentrarme en cualquier otra cosa. Cada vez que me miraba, sentía que el aire se volvía más denso, como si el universo nos estuviera uniendo de alguna manera.
En ese momento, Marta regresó con tres cócteles de fresa, y la vista de esos refrescantes tragos llenos de color me hizo sonreír.
—¡Wow, esto se ve delicioso!— exclamó Sofía, mientras todos tomábamos los cócteles con emoción.
El sabor dulce y fresco estalló en mi boca, y no pude evitar reír de felicidad. La conversación fluyó naturalmente entre nosotros, y cada risa compartida hacía que el ambiente se sintiera aún más ligero y divertido.
—Así que, ¿qué planes tienen para hoy?— preguntó Diego, mirándome directamente a los ojos. Esa conexión, tan intensa y real, me hizo sentir como si el tiempo se detuviera una vez más.
—Estamos aquí para relajarnos y disfrutar— respondí, tratando de sonar despreocupada, aunque mi corazón latía con fuerza. —Pero no tenemos más planes—
—Perfecto, entonces— dijo él, con una sonrisa que parecía prometer aventuras. —Me encantaría que me acompañarán lo que resta del dia—
Las horas pasaron volando entre risas, cócteles y una conexión que parecía crecer entre nosotros. Era como si estuviéramos creando un recuerdo inolvidable, uno que sin duda atesoraríamos por siempre...