Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Eternidad
Ming
–Te ves más tranquilo de lo que esperaba –dice Renji cuando me abraza. Llegó hace unos minutos junto a su familia–. ¿Estás bien? –pregunta en un susurro.
Miro al ataúd donde está mi madre y suspiro.
–Estoy tranquilo –admito. Todavia no entiendo, ni mucho menos comprendo, la paz que siento en mi interior–. Mamá se fue en calma y no quería que siguiera sufriendo por mi egoísmo.
–Y tener a la chica correcta a tu lado ayuda bastante –dice mirando hacia Val, quien está conversando con Emma.
Asiento con una sonrisa. –Ayuda demasiado –admito.
–Conor y Alek deberían llegar esta noche.
Asiento. –Gracias. Ahora los necesito. ¿Y Mauro?
Renji mira su teléfono y hace un gesto molesto. –Le avisé en cuánto me llamaste –explica–. Pero no ha dicho una puta palabra.
–Él vendrá –digo convencido–. Mi mamá tenía una relación especial con Mauro, y sé que él la apreciaba bastante.
–¿Lo suficiente para despegarse de la modelo con la que lleva follando el último mes? –pregunta con escepticismo.
Golpeo su espalda. –Mauro vendrá –digo convencido antes de caminar hacia Val, quien me llama con la mano.
–Los del crematorio quieren saber si está bien mañana a las tres de la tarde.
Me obligo a respirar profundamente antes de contestar. Después de que cremen a mi mamá no volveré a verla jamás. Ahora, por lo menos, tengo el consuelo de verla en el ataúd. Se ve tan en paz, que mi dolor palidece cuando observo su hermoso rostro relajado, pero sé que eso terminará mañana.
–Está bien –digo, porque sé que atrasar lo inevitable solo me hará más daño.
Val acaricia mi mejilla y me acerca por un beso tan dulce, que juraría que estuvo comiendo algodón de azúcar hace unos minutos.
–Estoy orgullosa de ti –declara antes de volver a rozar mis labios con los suyos–. Y estoy segura de que Mei también lo está. Muy orgullosa de su pequeñín.
Sonrío y me acerco a mi madre para apreciar su rostro calmo y llenarme con la paz que proyecta.
Val se acurruca a mi lado y reposa su cabeza en mi pecho.
–¿Cómo te has sentido? –pregunto rompiendo el agradable silencio.
–Mejor –dice acariciando su vientre–. La pequeña Mei me está dando tregua hoy.
–¿Pequeña Mei? –pregunto con una enorme sonrisa, que parte mi rostro en dos–. Pensé que querrías ponerle el nombre de tu mamá.
–Eso lo haremos con la segunda niña, amigo –dice mientras enreda sus dedos en mi cabello–. ¿O quieres tener un solo hijo?
–Diablos, no. Si se parecen a ti querré cientos.
Val ríe dejando caer su cabeza hacia atrás. La atraigo por otro beso, porque es imposible mantenerme alejado cuando se ve así, tan hermosa que duele mirarla.
Todavía no puedo creer mi suerte. La mujer más hermosa de todo este puñetero mundo, me ama.
–Puedo asegurarte a lo menos dos –dice con una hermosa y vibrante sonrisa.
Hago un mohín cuando la visión que tenía, de la casa llena de sonidos de risas y pasos de niños, se desvanece en el aire.
–Dos me parece muy poco –me quejo.
Val pone los ojos en blanco. –Si tú tuvieras que vomitar todos los días, dos te parecería más que suficiente –devuelve con una sonrisita orgullosa tirando de su labios antes de ponerse seria–. Milton me envió un mensaje.
Mi cuerpo se tensa. –¿Qué quiere ese imbécil?
–Quiere saber la fecha exacta y el lugar dónde me haré el examen de paternidad.
–No es su hijo –mascullo molesto–. Nunca lo será. Ni, aunque esta pequeñita, lleve su ADN –digo colocando mi palma sobre su vientre–, tampoco lo será. Es nuestra hija, un poco de sangre no cambiará eso.
Val sujeta mi rostro entre sus pequeñas manos y sonríe con lágrimas anegando sus hermosos ojos. –¿Te he dicho cuánto te amo hoy?
–Creo que no –digo abrazándola y pegándola más a mi cuerpo–. ¿Cuánto me amas?
–Te amo tanto que es imposible expresarlo en palabras y mucho menos medirlo.
Sonrío. –¿Podrías decir entonces que soy el amor de tu vida? –pregunto ilusionado.
Niega con su cabeza de inmediato. –Una vida me parece un espacio de tiempo muy limitado para lo que yo siento por ti. No, Ming, no eres el amor de mi vida ni de mi existencia terrenal, eres el amor de mi eternidad.
Mis ojos pican de emoción cuando la acerco por otro beso. Toda mi vida deseé que esta hermosa mujer pudiera mirarme como algo más que su mejor amigo, pero nunca lo creí posible. La vi salir con hombres que nunca merecerían ni siquiera un minuto de su tiempo, porque sabía que ninguno de ellos podía amarla como yo, venerarla como yo lo hago a diario. Pero gracias a una fuerza celestial, o quizá a mi mamá, que me empujó a sus brazos, ahora la tengo a mi lado, y sé que no dejaré que ningún imbécil se interponga entre nosotros, mucho menos un idiota redomado como Milton. Si he de matarlo, lo haré, y no tendré ni un gramo de arrepentimiento por ello.
–Te amo igual –susurro en sus dulces y tentadores labios.
–Siento interrumpir.
Val y yo nos alejamos cuando escuchamos la voz tensa de Renji.
–Mauro lo volvió a hacer –se apresura en decir mientras su mandíbula se tensa.
Todo el calor que sentí en los brazos de Val se esfuma con esa frase.
Juro que esta vez lo mataré.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬