Almas Cruzadas

Desde que comencé a preparar mi regreso, trataba de no pensar demasiado en mis propios sentimientos. Mi objetivo era disfrutar de los últimos días en esta hermosa ciudad que apenas había tenido la oportunidad de explorar. Aunque Caín seguía visitándome como de costumbre, sus visitas se habían vuelto más cortas. A pesar de que me esforzaba por disfrutar el tiempo que pasábamos juntos, no podía evitar sentirme inquieto. ¿Acaso había perdido el interés en mí al saber que me iba? Pensé que quizás era lo mejor para evitar que se aferrara al fantasma de una persona que no volvería. Sin embargo, sentía un dolor en el pecho al imaginarme separándome de su vida. Quería creer que esos sentimientos eran los de Ansel, no los míos.

Una noche, dando vueltas en la cama sin poder dormir, me enfrenté a una realidad inquietante. Desde que conocí a Caín, había intentado contactar con el alma de Ansel, pero todos mis intentos habían sido infructuosos. A pesar de mis fallidos esfuerzos, no podía rendirme. Incluso llegué a considerar dejarme inconsciente a propósito para ver si podía comunicarme con él, pero esa idea la descarté rápidamente; las experiencias de inconsciencia previa habían sido demasiado dolorosas. Finalmente, me quedé dormido, esperando que al menos un sueño me brindara respuestas.

El sueño me llevó a un lugar oscuro donde una voz familiar me susurraba. Intenté ver más allá de la oscuridad, pero no pude. La voz era suave, pero inconfundible, una mezcla de ternura y tristeza que resonaba en lo más profundo de mi ser. De pronto, una llamada a mi celular me despertó.

—¿Qué pasa? —contesté, adormilado, al ver que la llamada era de Lara.

—Ansel, ¿estabas durmiendo? —su voz sonaba nerviosa.

—Lara, son las tres de la mañana —le respondí, más despierto. No podía creer que me llamara a estas horas—. ¿Qué hiciste?

—... —hubo un silencio antes de que ella hablara—. No te alteres, pero choqué el auto que rentaste. Estoy en la estación de policía...

Colgué el teléfono, me puse lo primero que encontré y llamé a Jack. Como no teníamos coche, tuvimos que tomar un taxi. Durante el trayecto, me sumí en un silencio tenso, maldiciendo la situación. No solo tenía que pagar los daños del coche, sino también enfrentarme a la incomodidad de arreglar todo el lío. Sentía la ira burbujeando bajo la superficie, mezclada con una creciente sensación de desamparo. ¿Por qué todo parecía derrumbarse cuando estaba a punto de irme?

Al llegar a la estación, me encontré con Caín, que estaba esperando en la entrada. Me explicó que había visto a Lara en la estación mientras pasaba a saludar a algunos amigos que trabajaban allí. Caín detalló cómo había pasado todo, y tuve que pagar tanto al afectado como a la compañía de alquiler. Mientras escuchaba a Caín, no podía evitar fijarme en la forma en que sus ojos se mantenían fijos en los míos, como si tratara de leer mis pensamientos más profundos. Tras reprender a Lara por su imprudencia, mientras salíamos, se escuchó una explosión.

El tiempo pareció detenerse mientras una patrulla explotaba, lanzando pedazos metálicos por el aire. Vi uno de los fragmentos dirigirse hacia Caín, quien estaba justo delante de mí. Sin pensarlo, lo empujé, sintiendo un dolor agudo en el costado cuando el fragmento me golpeó. Mi visión se volvió borrosa, y antes de perder el conocimiento, vi a alguien apresurándose hacia mí. La silueta se desdibujó en mi mente mientras el dolor se hacía más intenso, y luego, nada.

—Despierta —escuché esa misma voz familiar de mi sueño, ahora más clara. Abrí los ojos, encontrándome en un lugar que se iluminaba lentamente. La figura de una mujer sonriente apareció ante mí.

—Hola —dijo, mientras me ofrecía una copa que sabía a vino. La acepté y bebí, sintiendo el alivio del líquido en mi garganta. El lugar tenía una extraña atmósfera de serenidad, como si estuviera fuera del tiempo y el espacio.

Me di cuenta de que Ansel, en su forma original, estaba vistiendo ropa diferente a la que solía usar. Se veía más relajado, casi irreconocible en su compostura.

—¿No me digas que sufrí otro golpe fuerte? —pregunté, notando su expresión de indiferencia.

—No estoy segura de qué pasó exactamente —respondió mientras se acomodaba en una silla cercana—. Sentí tu llamado, pero no podía conectarme contigo. ¿Qué ocurrió?

Me quedé en silencio un momento, organizando mis pensamientos antes de hablarle sobre Caín. Ella escuchó en silencio, suspirando al final de mi relato.

—Ya entiendo —dijo, moviendo la copa en sus manos—. No es que no recuerde... Quizás suene cruel, pero en ese tiempo no estaba tan "enamorado". Conociste a Eddy, ¿verdad? No lo malinterpretes, él no quiere nada con Caín. Es su hermana, y es bastante problemática. Debes tener cuidado; tuve que huir de ella cuando casi me deja ciego con unas tijeras —dijo, frunciendo el ceño al recordar el incidente—. Pero si sientes algo por Caín, puedes intentarlo. No es un mal tipo, pero honestamente, no éramos tan compatibles.

—Pero... ¿por qué mi corazón se siente mal cuando intento dejarlo? —le pregunté, confundido.

—Eso no es el corazón de Ansel —respondió con una leve sonrisa—. Esos sentimientos son solo tuyos. Sé que has sufrido mucho, pero te aseguro que Caín se adapta más a tus gustos.

—Lo pensaré —dije, mientras miraba el lugar en el que estábamos—. Por cierto, me imagino que ya te has despertado.

—Sí, me desperté. De hecho, creo que mi novio se preocupa porque de repente me desmayé —dijo con una expresión de sorpresa—. Y, para tu sorpresa, comencé a salir con el hermano de tu asistente.

—¿Con Félix? —pregunté, sin sorprenderme demasiado. Sus gustos eran compatibles, y como le había dicho, debía vivir como quisiera—. Me alegra por ti. ¿Y cómo están mis padres?

—Muy bien. De hecho, empecé a trabajar con tu padre. Aunque, no te sorprendas, pero un amigo de tu mamá me ha causado muchos problemas desde su muerte. Siempre está pegado como una sanguijuela, pidiendo dinero —dijo con una expresión de frustración—. Por favor, no vayas al aniversario de mis padres. No te sorprendas, pero es imposible deshacerse de él; es demasiado influyente.

—Comprendo. ¿Y si lo elimino? —pregunté, dispuesto a actuar en su nombre.

—Es imposible. Es demasiado influyente para desaparecer de un plumazo —respondió con una mezcla de tristeza y resignación.

Estaba a punto de contestar, pero empecé a sentir una sensación de conciencia creciente, como si estuviera despertando de un profundo sueño. Me despedí rápidamente, deseándole que se cuidara antes de regresar a mi propia realidad. Mientras volvía, no podía evitar pensar en la complejidad de mis sentimientos y en el futuro incierto que me esperaba. El peso de las decisiones que debía tomar era abrumador, y mientras mis pensamientos giraban en torno a Caín y la sombra de Ansel, sentí que el camino que tenía por delante estaría lleno de desafíos y revelaciones que cambiarían mi vida para siempre.