Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
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Ilusión
Los días transcurrieron con una calma relativa para Lyra y Caelan. Ella se dedicó a dominar su don con la ayuda de Caelan, quien se mostraba paciente y atento durante los entrenamientos. Su conexión crecía con cada momento compartido, y aunque ambos disfrutaban de esta etapa, Caelan no dejaba de mostrar su faceta implacable cuando se trataba de asuntos de la manada. Su dualidad —cariñoso con Lyra y firme como líder— fascinaba a Lyra, quien no podía evitar admirarlo cada vez más.
Por otro lado, la tensión en la mansión era palpable. Lucian había permanecido inusualmente reservado, lo que no hacía más que inquietar a los demás. Ness, por su parte, comenzaba a impacientarse con el encierro prolongado. Su espíritu inquieto la llevaba a sentirse sofocada dentro de las paredes de la mansión.
Una noche, después de la cena, Ness decidió que ya era suficiente. Sigilosa, salió al jardín trasero, dejando que el fresco aire nocturno la envolviera. Sus pasos eran ligeros y silenciosos mientras se adentraba en el bosque cercano, buscando la libertad que tanto añoraba.
Sin embargo, al adentrarse en el bosque, no se dio cuenta de que no estaba sola. Lucian, quien también había salido para aclarar sus propios pensamientos, la vio a lo lejos. La reconoció de inmediato. Su andar, su cabello, la forma en que miraba alrededor como si estuviera buscando algo más allá de los árboles.
Cuando Ness notó su presencia, su cuerpo se tensó. Sabía que no podía permitirse un enfrentamiento, no con alguien como Lucian, no ahora. Sin dudarlo, se transformó en su forma de loba y salió corriendo a toda velocidad, intentando perderlo entre la maleza.
—¡Tu! —gritó Lucian, furioso, mientras se transformaba también y comenzaba la persecución.
Ness corría con todas sus fuerzas, sus patas apenas tocaban el suelo mientras zigzagueaba entre los árboles. Pero Lucian era rápido, y ella sabía que no tardaría en alcanzarla. Intentó desviarse hacia un sendero que conocía bien de cuando venían hacia la manada, uno que llevaba a una serie de rocas escarpadas que podrían darle ventaja, pero no fue suficiente.
Lucian logró alcanzarla en un claro. Se transformó de nuevo en humano, su pecho subía y bajaba rápidamente por la carrera, y sus ojos brillaban con una mezcla de ira y algo más: reconocimiento.
—Eres tú —dijo con voz áspera, dando un paso hacia ella mientras Ness recuperaba su forma humana, jadeando por el esfuerzo.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Ness, fingiendo calma, aunque su corazón latía con fuerza.
Lucian la señaló, su expresión endurecida. —Yo te he visto antes. No aquí, no en esta manada. Tú... Tú fuiste quien ayudó a esa loba a escapar. A la chica que encerré, a Sofía.
Ness sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Por más que lo había intentado, el pasado volvía a alcanzarla. Sabía que este momento llegaría tarde o temprano, pero no esperaba que fuera así, tan repentino.
—No sé de qué hablas —intentó mentir, pero su voz tembló ligeramente.
—No mientas, Nessa. Tu aroma, tu forma... Es inconfundible. Estabas ahí, eras de mi manada. Ayudaste a Sofía a huir después de que... —Lucian se detuvo, frunciendo el ceño como si tratara de recordar algo que se le escapaba. Sus ojos se llenaron de una furia contenida—. Después de que intenté matarla.
Ness lo miró, con los puños apretados. No podía dejar que descubriera la verdad. Si llegaba a sospechar que Sofía y Lyra eran la misma persona, todo lo que habían construido se desmoronaría.
—Ella no merecía lo que le hiciste —dijo Ness con firmeza, incapaz de ocultar su enojo. Su postura desafiante lo dejó sin palabras por un instante.
Lucian dio un paso hacia ella, su mirada intensa. —¿Dónde está Sofía? ¿Qué hiciste con ella después de sacarla de mi territorio?
Ness lo observó con determinación, su mente trabajando rápidamente para decidir qué decir. Pero una cosa era segura: jamás le diría la verdad. No permitiría que Lyra volviera a enfrentarse a ese monstruo que una vez casi la destruye.
Lyra estaba recostada en su habitación cuando notó que algo andaba mal. Un presentimiento incómodo le recorrió el cuerpo. Se levantó rápidamente y caminó hacia la ventana, donde la brisa nocturna le trajo un aroma familiar: el de Ness. Pero no estaba sola; otro olor se entremezclaba con el de su amiga, uno que Lyra reconoció de inmediato. Lucian. Su corazón se aceleró.
Desde que había despertado y descubierto su don, sus sentidos eran mucho más agudos. Podía rastrear a Ness con facilidad, incluso percibir la tensión en el aire. Algo estaba pasando, algo malo. No lo pensó dos veces; se transformó en su forma de loba, dejando que la fuerza y el instinto tomaran el control.
En el lugar de la mujer que había sido hace un momento, se alzó una majestuosa loba blanca de ojos azules brillantes como el hielo. Sin titubear, corrió hacia el bosque, siguiendo el rastro de Ness y Lucian. Sus patas apenas tocaban el suelo mientras avanzaba con velocidad y gracia, impulsada por la mezcla de preocupación y furia que crecía dentro de ella.
El claro donde ellos estaban apareció rápidamente ante sus ojos. Allí estaba Ness, su postura rígida mientras enfrentaba a Lucian, quien la miraba con una mezcla de enojo y confusión. Las palabras flotaban en el aire, pero Lyra no las procesó del todo. Solo vio la amenaza que Lucian representaba para Ness.
Lucian tenía a Ness atrapada entre sus manos, su mirada furiosa se clavaba en la joven mientras esta intentaba zafarse, sin éxito. Estaba a punto de apretar más fuerte cuando un sonido inesperado lo detuvo en seco: una risa suave, burlona, pero que llevaba consigo un escalofrío imposible de ignorar.
Giró la cabeza bruscamente, buscando el origen de la risa, y allí la vio. Entre las sombras de los árboles estaba Sofía, la omega que había rechazado, la misma que había tratado como nada, mirándolo fijamente con una expresión de burla en sus ojos. Su cabello caía desordenado y su figura parecía más frágil, pero su presencia era abrumadora. Lucian parpadeó, incrédulo. Esto no era posible.
Volvió a mirar hacia Ness, pero ella ya no estaba. Había desaparecido como si nunca hubiera estado allí. Al levantarse, la risa se hizo más fuerte, más burlona, y cuando volvió la vista hacia Sofía, su expresión había cambiado. Ahora su rostro estaba salpicado de sangre, y la sonrisa que le dedicaba era escalofriante.
—¿Qué demonios…? —murmuró Lucian, su furia mezclándose con la confusión.
Sin pensar, se lanzó hacia ella, decidido a acabar con aquella visión. Pero cuando estuvo a punto de alcanzarla, Sofía desapareció como una bruma disipándose al viento.
Lucian gruñó, frustrado, y miró a su alrededor. Ahí estaba de nuevo, más lejos, su cuerpo cubierto aún más de sangre, riendo con una intensidad que le hizo hervir la sangre.
—¡Maldita! ¡Ahora acabaré contigo de una vez por todas! —rugió, lanzándose de nuevo hacia ella. Pero, al igual que antes, Sofía desapareció justo antes de que pudiera tocarla.
Oculta detrás de unos árboles, Lyra se mantenía concentrada, su poder envolviendo el área y manipulando las percepciones de Lucian. La imagen de Sofía era una ilusión creada con su don, y Lyra la dirigía con precisión, aumentando poco a poco la tensión. Desde su escondite, Ness la observaba con los ojos muy abiertos, asombrada por lo que estaba presenciando.
—Es increíble... —murmuró Ness, más para sí misma que para Lyra.
Mientras tanto, Lucian se movía como un loco, persiguiendo la imagen de Sofía que aparecía y desaparecía a su antojo. Cada vez que creía acercarse, la ilusión cambiaba, mostrando detalles más macabros, como la sangre goteando de sus manos o el eco de su risa resonando en el claro.
La frustración y la furia en Lucian eran evidentes. Golpeaba el aire, gruñía, y su mente parecía a punto de estallar.
Lyra, desde su posición, lo observaba con una mezcla de satisfacción y cautela. Esto era más que una simple venganza. Era una advertencia. Lucian no era más que un lobo cegado por su arrogancia, y ahora enfrentaba un poder que no podía comprender ni controlar.