Elena, la preciosa princesa de Corté, una joya, encerrada en una caja de cristal por tanto tiempo, y de pronto es lanzada al mundo, lanzada ante los ambiciosos, los despiadados, y los bárbaros... Pureza destilada ante la barabrie del mundo en que vivía. ¿Que pasará con Elena? La mujer más hermosa de Alejandría cuando el deseo de libertad florezca en ella como las flores en primavera. ¿Sobrevivirá a la barbarie del mundo cruel hasta conseguir esa libertad que no conocía y en la cuál ni siquiera había pensado pero ahora desa más que nada? O conciliará que la única libertad certera es la muerte..
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Capitulo 15
Devon se dirigía al anexo del castillo con tanta prisa que parecía no notar nada a su alrededor. En su mente, solo había un pensamiento: ver a Elena. Hacía meses que no la veía y se preguntaba si habría crecido, si su cabello estaría más largo y abundante, si sus rasgos seguirían siendo los mismos. Estas preguntas ocupaban su mente, intensificando su deseo de llegar cuanto antes.
Al llegar al anexo, entró con determinación en la sala de estudio. Como cada vez que iba a verla, encontró a Elena en medio de una lección con la señora Susan. La mujer ya sabía que cuando el joven Duque iba a visitar a su hermana, debía retirarse, aunque lo hacía a regañadientes. Esta vez no fue la excepción.
—Joven Duque, entiendo que desea ver a su hermana, pero estamos en medio de una lección importante...
Devon la miró con impaciencia, y la señora Susan, apretando los labios salió con desagrado. Solo entonces, Elena sonrió ampliamente y corrió hacia su hermano.
—¡Devon!
Mientras la veía correr hacia él, el ansioso sentimiento que lo envolvía se disipó. Ella estaba ahí, siempre estaría ahí para él, y no había motivos para sentirse tan angustiado. La abrazó con fuerza, sintiendo la familiaridad y el consuelo que solo ella podía darle.
—Elena, ¿me has extrañado?
—¡Sí, siempre te extraño hermano!
Después del cálido saludo, Devon le entregó el ramo de flores azules de Kargath.
—Estas son para ti. Me hubiera gustado traerte algo más impresionante, pero en el lugar donde estaba, no había nada más extraordinario que estas flores.
Elena, encantada, tomó el ramo con una sonrisa radiante.
—¡Son hermosas! Nunca había visto flores como estas. En realidad, me gustan más que cualquier otra cosa que me hayas dado. Las únicas flores que conozco son las del pequeño jardín del anexo...
Por algún rato más estuvieron hablando, no había mucho de que hablar sobre la monótona vida de Elena, pero aun así ella le contaba con entusiasmo a su hermano cada detalle que le parecía importante, claro omitiendo aquellas "lecciones especiales", que le impartía la señora Susan cuándo no cumplía con sus expectativas, y que de tan solo pensar en ellas, causaban escalofríos en Elena.
Devon, la escuchaba en silencio, sin darse cuenta, una línea curvada hacia arriba se dibujaba en sus labios y su mirada normalmente desinteresada se suavizaba.
Así estuvieron hasta que, una doncella de la mansión principal fue a darle un mensaje de que debía ir a ver al Duque.
Después de la humillante escena en el jardín, Isabella regresó como pudo a su habitación. Cerró la puerta tras de sí y se derrumbó en el suelo. Se preguntaba frenéticamente si todo aquello había sido una ilusión o un error por parte del joven duque.
—¿Acaso me equivoqué? ¿Era realmente el joven Duque? ¿Por qué no me vio?
¿Pero como sería un error, sí incluso el había escogido regalos para ella? Siendo así, al menos una descripción de su apariencia debía tener. Se sentía patética, buscando desesperadamente excusas para justificar la actitud de Devon, pero en el fondo, sabía que la había ignorado deliberadamente. Aquello era un golpe a su orgullo, a sus expectativas, a todo lo que había imaginado sobre este encuentro.
Mientras trataba de contener las lágrimas, escuchó un golpe en la puerta.
—Señorita Isabella, ¿puedo entrar? Tengo algo que informarle.
Isabella se incorporó de inmediato, sacudiéndose la ropa y acomodándose el cabello. Con un suspiro profundo, liberando algo de la tensión acumulada, permitió la entrada de Rosalin.
—Adelante, Rosalin.
La doncella entró con una sonrisa radiante, sin percibir el dolor en los ojos de señorita.
—¡Mi señorita, el Duque ha dicho que esta noche cenarán juntos y que el jóven Duque también estará presente!
Isabella sintió una punzada en el pecho. La doncella, ajena a su sufrimiento, continuó emocionada.
—Debe verse espectacular esta noche. Es una oportunidad maravillos. ¡El joven Duque seguro quedará impresionado!
Isabella forzó una sonrisa, tratando de corresponder a la energía de Rosalin.
—Claro, Rosalin. Ayúdame a prepararme entonces
En la oficina del Duque, el ambiente era pesado, cargado de una tensión que parecía hacer vibrar las paredes. El Duque miraba a Devon con ojos fríos y severos, mientras Devon, con su habitual desinterés, sostenía la mirada de su padre sin inmutarse. Después de un largo momento de contemplación, el Duque rompió el silencio con una voz gélida.
—Has desobedecido nuevamente, Devon. ¿Cuántas veces debo recordarte que, al llegar al castillo, debes presentarte ante mí antes de cualquier otra cosa?
Además, tu comportamiento en la frontera ha sido cuestionable.
Devon se mantuvo impasible, sus ojos rojos reflejando un profundo desinterés por las quejas de su padre. El Duque, viendo la falta de reacción en su hijo, se sintió aún más irritado.
—¿Con quién cree que está tratando este insolente?
Continuó su reproche, detallando los errores y desacatos de Devon, pero este permanecía inmutable, casi ausente, sus pensamientos probablemente aún con Elena.
Harto de la indiferencia de su hijo, el Duque finalmente concluyó con un tono de exasperación.
—Parece que estoy perdiendo el tiempo. Hablaremos de esto en otro momento. Ahora, debes prepararte para la cena. Tenemos una invitada importante y cenaremos todos juntos hoy.
—¿Una invitada importante, y eso que tiene que ver conmigo?
El Duque lo miró con un semblante realmente serio, saboreando el momento en que lanzaría la siguiente bomba.
—Se trata de Isabella Mascia, tu futura prometida.
Los ojos de Devon se llenaron de desagrado. El frío tono de su voz reflejaba claramente su repulsión.
—¿De qué estás hablando?
El Duque se mantuvo firme.
—Es una alianza importante para nuestra familia. Isabella es la joven noble con mejor linaje, es talentosa y su familia tiene mucho que ofrecer. Esta unión es crucial para fortalecer nuestra posición.
Devon soltó una carcajada amarga, sus ojos brillando con un desprecio apenas contenido.
—No necesito a ninguna prometida, y mucho menos a una que hayas elegido tú.
—No importa lo que quieras Devon. Harás lo que digo.
El Duque observó a Devon con una frialdad calculada. Sabía que su hijo era testarudo, pero también sabía cómo doblar su voluntad cuando era necesario.
—Devon, no me importa lo que quieras. Te comprometerás con Isabella. Es tu deber como miembro de esta familia. Y en la cena de esta noche, te comportarás decentemente. No toleraré ninguna insolencia.
Devon apretó los puños, su mirada ardiendo de furia contenida. La amenaza implícita del Duque no pasó desapercibida.
—¿Y si no lo hago? ¿Qué piensas hacer, padre?
El Duque se acercó a Devon, su voz baja y peligrosa.
—Si te atreves a desafiarme esta noche, me encargaré personalmente de recordarte cuál es tu lugar en esta familia. No olvides que yo tengo el poder aquí. Pero ten cuidado, porque mi paciencia tiene un límite.
Devon sabía que su padre era capaz de cumplir su amenaza. La relación entre ellos nunca había sido armoniosa, y el Duque siempre había aplastado cualquier sentimiento cuando se trataba de los intereses de la familia. Tomando un profundo aliento, Devon asintió con rigidez.
Devon salió de la oficina, su cabeza, una tormenta de pensamientos oscuros. Sabía que su padre tenía el control ahora, pero no siempre sería así. Mientras caminaba hacia su habitación, se consoló con la idea de que algún día él tendría el poder. Y cuando ese día llegara, haría lo que quisiera.