Ella siempre fue un experimento y nunca había visto el mundo exterior. Cuando al fin la dejaron salir, experimentó de primera mano la complejidad de los humanos y sobre todo, la vida en sí misma, salpicada de melodias alegres y tragicas.
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Capítulo 21
En el año 2057 una guerra mundial explotó de nuevo, asolando y destruyendo la paz que había reinado en casi todos los países. La muerte, las enfermedades y la hambruna fue el pan de cada día, y la desesperación inundó el corazón de los más vulnerables. Cuando al fin cesó, cuando se recuperaba el mundo de tan devastadora tragedia, nuevas formas de guerra se libraron en las sombras, nadie estaba feliz de que la cruzada terminara al tirar la toalla, y una nueva enfermedad empezó a arrasar. El virus Delta-101. Al principio parecía la enfermedad por haberse expuesto a la radiactividad de las bombas, pero pronto se dieron cuenta que no era los estragos de la guerra sino algo mucho peor.
La gente empezó a sufrir una serie de deformaciones en todo el cuerpo, la piel se rompía, dejando ver pústulas que ardían y feas; abscesos dolorosas deformando rostro y espalda, ojos rojos como sangre y pérdida del pigmento de la piel, y lo más inverosímil, una metamorfosis total junto con una locura incurable.
La gente estaba horrorizada y el caos reinó de nuevo en las personas; la nueva enfermedad no tenía cura, no importa cuánto se investigó, no había manera de erradicar o prevenir esa nueva enfermedad, lo más que pudieron llegar a conclusión es que las personas de sangre tipo O positivo eran portadores latentes, mientras que los de tipo B, eran los que sufrían la enfermedad y la horrible deformación.
Se llegó al punto de la discriminación y violencia a ese tipo de personas, la caza hacia los nuevos monstruos empezó, el miedo se instaló en el corazón de todos y la desesperación dictó parte del futuro. Con el tiempo la enfermedad empezó a remitir porque muchos de los que sufrían el virus, morían luego diez años de la deformación de su cuerpo, aunque aún había contagio por medio de la sangre y nacimiento, el sufrimiento de la enfermedad remitió, trayendo una frágil paz entre los humanos. Sin embargo, no todos estaban contentos, la discriminación llegó hasta los extremos de la violencia, el hambre y el aislamiento. Para el año 2103, los ataques terroristas comenzaron, exigiendo el no racismo, ellos no tenían la culpa de tener el virus latente, nacer con ello o contagiarse, ellos también querían vivir, continuar su vida cotidiana pero las personas que no sufrían del virus les habían negado esa oportunidad.
Diez años después, una organización que se había estado haciendo nombre entre los terroristas, tomó gran importancia entre las guerrillas. Un grupo que se hizo llamar “Daimon”, logrando lo que muchos otros grupos similares no pudieron, sembrando miedo y cautela, demostrando que ya no formaban parte de los humanos, ahora eran una nueva raza porque el virus había mutado en ellos, desarrollando poderes más allá de la imaginación posible.
Ya no podían compartir las tierras ni una vida de paz; y cinco años después, luego de que los humanos perdieran bastante terreno y gente por el enfrentamiento de esta nueva raza, hubo una especie de paz.
Y mientras los humanos se guardaban, esperando un momento para devolver la humillación, el grupo Daimon creció hasta convertirse no solo un grupo u organización, sino un país entero y poderoso. Sin embargo, no todos estaban de acuerdo a los términos de la nueva raza, porque había personas que tenían familia que eran humanos y que jamás dejarían formar parte de un país que los separaban, y así nació Berserke. Un grupo que estaba en contra de la violencia a cualquiera de las dos razas, humanos y daimon, si ambos partían del mismo origen y el amor no distinguía entre ellos. A pesar de su propósito, también fueron cazados tanto por los humanos como por los daimon, negando su existencia.
No obstante, la gente seguía luchando por sus creencias y Ruth Blackwell era uno de ellos, que si bien creció sin sus padres, habiendo adquirido el virus, no desestimaba la esperanza de que el mundo pudiera aceptar a todos por igual, por eso no escatimó para entrenarse y formar parte del grupo militar de Berserke. Era un adolescente de diecisiete años, pero había visto la muerte quitarle muchas personas queridas; el odio, destruir familias enteras aun si habían niños inocentes; había visto el dolor de perder a seres queridos, el sufrimiento de quedar lisiado, y el miedo hacia lo de que deparaba el futuro.
Ruth se había llenado de coraje y determinación, quería luchar por un futuro donde ya no hubiese ese dolor, sino de la armonía entre todos, porque todos compartían emociones similares, si bien unos desarrollaban poderes, todos tenían los mismo órganos dentro.
Hoy vio a un daimon de alto rango además de Leo, Ernesto y Beti de su escuadrón, pero ella tenía el cabello platino, sin un solo mechón negro, sus ojos no eran rojos sino purpúreos, la piel era tan pálida como su cabello, y era muy hermosa, y lo más revelador es que parecía una chica de su edad. No pudo evitar sentir su corazón saltar desbocado y más aún cuando su mirada se posó en él; solo fueron unos segundos, pero para Ruth fueron los segundos más largos en su existencia.
Desafortunadamente no pudo acercarse a ella y solo pudo mirar desde atrás, admirando sus habilidades para llevar tres hombres adultos como si nada, ya que algunos mestizos en el grupo, no pueden alzar más del doble de su propio peso. Al final, solo pudo ver que ella se dirigiera al ala de policlínica, y él no tuvo más remedio que regresar a su área de descanso.
Mientras su mente aún estaba llena del rostro de la daimon, su jefe vino a llevarlo a conocer a alguien. Ruth estaba confundido sobre quién querría conocerlo, a él, quien apenas era un soldado raso. Se levantó de su cama, y se dirigió incrédulo al área de sanación.
Ahí había un hombre sentado en la camilla, tenía el rostro marcado, ojos rasgados y una enorme cicatriz en una de sus mejillas. Extrañamente se le hizo conocido. El hombre le mostró una sonrisa y le tendió la mano a modo de saludo.
-Es un gusto volver a verte, Ruth.
Ruth apretó la mano pero se sorprendió que había alguien que conocía su nombre real, porque desde que recordaba todos le llamaban “lobo”, primero porque era un solitario y segundo porque cuando sobrevivió al virus, sus sentidos se desarrollaron como los de un lobo, y era el rastreador del escuadrón, aunque aún estaba en entrenamiento.
-¿Cómo sabe mi nombre? Casi nadie lo sabe – lo miró con cautela.
El hombre soltó una carcajada sin mostrarse enojado.
-Yo fui quien te trajo aquí, soy el mayor Chang, bueno, ahora ya no, pero fui el comandante de tu padre en nuestras misiones militares.
Ruth abrió los ojos. No recordaba ya casi nada de sus padres, ni de cómo había llegado al lugar, lo más probable es que el evento fue más traumático de lo que había imaginado, así que, a penas y lograba ubicar el rostro de este hombre en sus memorias.
-¿Conoció a mi padre? ¿También a mi madre?
-Sí, los conocí. Tu madre era una mujer amable con los invitados y una fiera con tu papá – soltó una carcajada al recordar un evento en particular – Ella fue enfermera militar, ahí conoció a tu padre y se casaron muy rápido debido a que venía un niño en camino.
Ruth se sintió emocionado luego de tantos años sin sus padres, aunque ahora solo serían relatos, estarían presentes. Preguntó más cosas y el señor Chang respondió sin carga o molestia alguna hasta que le soltó una bomba difícil de digerir.
-Ruth, tu padre sigue con vida.
-¿Qué? – Ruth se rascó la oreja, parecía que su sentido del oído se había estropeado – No escuché bien lo que dijo, ¿me lo puede repetir?
Chang sonrió ante la duda de Ruth, sintiendo cierta pena por lo que había hecho para mantenerlo a salvo y usarlo para que Ryan volviera y realizara una misión. Ahora, era momento de enmendar un poco sus infamias.
-Tu padre está vivo.
Ahora sí Ruth quedó petrificado y sin poderlo evitar, sus lágrimas se acumularon en sus ojos, sintiendo su pecho retumbar ante la expectativa de que su padre estuviera vivo y no estuviera completamente solo.
-¿De verdad? – se secó las lágrimas con el brazo – ¿Dónde…?
Por ahora está aquí, en cuidados intensivos…
La sonrisa de Ruth se desvaneció para dar lugar al horror. Miró en dirección hacia la gran puerta doble que daba a otras salas del pequeño hospital en el lugar y sin esperar las palabras de Chang, corrió hacia la Unidad de Cuidados Intensivos. Cuando llegó, vio a tres hombres entubados y llenos de aparatos, con los cuerpos como momias y no podía saber quién era su padre. Estaba desesperado por entrar pero lo detuvo la chica daimon que había llegado con ellos.
-No puedes entrar.
-Mi padre está ahí – dijo desesperado.