Elizabeth trabaja como la asistente ejecutiva de Alexander, el CEO de una empresa muy importante. Él, es un hombre atractivo y exitoso, lo que cualquier mujer podría desear. Elizabeth y Alexander tenían un trato profesional, pero la constante cercanía entre ambos los llevó a iniciar una apasionante aventura.
Pero más pronto de lo que Elizabeth se podría imaginar, Alexander terminó la relación, dejándola a ella con el corazón roto y una sorpresa inesperada. Elizabeth estaba embarazada, temerosa de cómo podría afectar esto a Alexander y negándose a decirle sobre el embarazo, ella toma un avión en busca de iniciar una nueva vida.
¿Qué hará Alexander cuando sepa que Elizabeth se ha marchado?
¿Descubrirá lo que ella oculta?
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UN NUEVO COMIENZO
Elizabeth
Los primeros rayos del sol de la mañana se deslizaban suavemente a través de las delicadas cortinas que adornaban mi nueva habitación en la majestuosa mansión de Daniel. Ya habían transcurrido varias semanas desde que nos mudamos, y aunque aún estaba en el proceso de acostumbrarme a la vida en este entorno tan lujoso y distinto, no podía evitar sentirme profundamente agradecida por contar con un techo seguro que nos protegía. Lucas y Sofía, mis pequeños, estaban creciendo a un ritmo vertiginoso, y cada momento que pasaba a su lado se sentía como una auténtica bendición, un regalo invaluable que atesoraba con todo mi corazón.
Daniel había sido un pilar fundamental en nuestra vida, siempre dispuesto a ayudar y atender nuestras necesidades con una dedicación admirable. Su presencia era reconfortante y siempre se aseguraba de que no nos faltara absolutamente nada. No obstante, a pesar de su actitud positiva, había algo en su mirada que me generaba inquietud. Era evidente que su enfermedad estaba progresando, y aunque jamás se quejaba ni se mostraba abatido, yo podía percibir el desgaste que comenzaba a hacerse evidente en sus ojos.
Una mañana, mientras disfrutábamos de un desayuno en el jardín, rodeados de la frescura del aire matutino y los colores vibrantes de las flores, Daniel me observó con una expresión de seriedad que no era habitual en él. Sus ojos, que solían brillar con una luz vivaz, ahora reflejaban una intensidad preocupante.
—Elizabeth — comenzó, rompiendo el silencio que acompañaba nuestra comida — hay algo que necesito discutir contigo.
—Claro, Daniel. ¿Qué ocurre? —pregunté, notando una punzada de preocupación en mi pecho al escuchar su tono.
—Es acerca de mi enfermedad —inició, mientras llevaba la taza de café a sus labios y tomaba un sorbo.— He estado en conversaciones con mis médicos y, lamentablemente, parece que el tiempo que me queda es más limitado de lo que habíamos estimado anteriormente.
—Elizabeth —continuó mirándome fijamente a los ojos.— Quiero asegurarme de que tú y los gemelos reciban el cuidado que merecen cuando yo ya no esté. Por eso, quiero que consideres con seriedad mi propuesta de matrimonio.
—Daniel, ya hemos discutido este tema anteriormente —respondí con calma, tratando de mantener la serenidad en mi voz—. Te aprecio mucho, pero sabes que mi corazón aún pertenece a otro hombre.
—Lo sé y lo entiendo —dijo con suavidad. —Pero esto no solo se trata de nosotros. Es importante asegurar el futuro de Lucas y Sofía. Quiero que tengan todo lo que necesiten, y casarnos haría que las cosas fueran más fáciles legalmente.
Suspiré, sintiendo cómo una mezcla de emociones me invadía.
—Daniel, no quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti. Has hecho tanto por nosotros y no quiero que eso se convierta en una carga.
— No lo veo de esa manera, Elizabeth. Lo que hago lo hago porque realmente me importan. Además, confío en ti más que en nadie en este mundo.
Me quedé en silencio, sumida en mis pensamientos. La verdad era que, a pesar de que Daniel tenía razón en muchos sentidos, aceptar su propuesta significaba tomar una decisión que cambiaría el rumbo de nuestras vidas de manera irreparable. Las implicaciones de ese paso me aterraban, pero al mismo tiempo sentía una extraña sensación de esperanza.
—Está bien, Daniel. Acepto —dije finalmente.
Daniel sonrió y tomó mi mano. —Gracias, Elizabeth. Prometo hacer todo lo posible para que tú y los gemelos estén bien.
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Los días siguientes fueron un torbellino de preparativos. Aunque la boda sería sencilla y privada, había mucho que organizar. Daniel se ocupó de todos los detalles, asegurándose de que todo fuera perfecto.
Finalmente, llegó el tan esperado día de la boda. La ceremonia tuvo lugar en el hermoso jardín de la mansión.
En ese instante, solo unas pocas personas muy cercanas a nosotros estaban presentes, junto con el personal de la casa que nos había acompañado en esta travesía. La intimidad de la ceremonia hacía que cada momento se sintiera aún más especial y significativo.
Mientras avanzaba lentamente hacia el altar, mi corazón latía con fuerza, y una mezcla de emociones me invadía por completo. Era consciente de que estaba tomando una decisión que beneficiaría a mis hijos, que les proporcionaría seguridad y estabilidad.
Daniel me recibió con una sonrisa cálida, y al acercarme, tomó mi mano con delicadeza.— Te agradezco enormemente por estar aquí, Elizabeth. Esto significa mucho para mí.
La ceremonia fue breve pero emotiva. Al llegar el momento de intercambiar los votos, Daniel me miró fijamente a los ojos y expresó. — Elizabeth, te prometo cuidar de ti y de los gemelos con todo lo que soy. Aprecio tu presencia en este momento tan difícil, y me comprometo a hacer todo lo posible para que se sientan felices.
Las lágrimas empezaron a formarse en mis ojos mientras pronunciaba las palabras. —Daniel, te prometo que estaré a tu lado y me comprometo a cuidarte de la misma manera en que tú has cuidado de nosotros. No tengo palabras suficientes para agradecerte por tu amor y tu apoyo incondicional.
Después de la ceremonia, nos congregamos con nuestros amigos para celebrar en una pequeña recepción. A pesar de que la ocasión tenía un tinte agridulce, se podía sentir un profundo sentido de esperanza y gratitud en el ambiente. La calidez de las sonrisas y el abrazo de la compañía nos envolvía, recordándonos que, incluso en los momentos difíciles, la amistad y el amor siempre prevalecen.
Esa noche, mientras me encontraba sentada en el jardín junto a Daniel, levanté la vista hacia el cielo estrellado y experimenté una sensación de calma profunda que no había experimentado en mucho tiempo. Las estrellas brillaban con intensidad, cada una pareciendo contar su propia historia. Era como si el universo me ofreciera un momento de tranquilidad en medio del torbellino de emociones que había estado sintiendo. Comprendía que el camino que se extendía ante nosotros no iba a ser sencillo y que habría obstáculos por superar. Sin embargo, con Daniel a mi lado, sentía que estaba preparada para enfrentar cualquier reto que se presentara en nuestro camino. Su compañía me brindaba un apoyo incondicional que me llenaba de confianza y determinación.