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"Rey Maldito"

"Rey Maldito"

Status: En proceso
Genre:Jujutsu Kaisen
Popularitas:782
Nilai: 5
nombre de autor: Vic82728

Morí sin ruido,
sin gloria,
sin despedida.

Y cuando abrí los ojos…
ya no eran míos.

Ahora respiro con un corazón ajeno,
camino con la piel del demonio,
y cargo el nombre que el mundo teme susurrar:
Ryomen Sukuna.

Fui humano.
Ahora soy maldición.
Y mientras el poder ruge dentro de mí como un fuego indomable,
me pregunto:
¿será esta mi condena…
o mi segunda oportunidad?

NovelToon tiene autorización de Vic82728 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO 22 – LA FUERZA DE UN AMIGO

El cielo estaba cubierto de nubes, y el aire matutino traía consigo una brisa fresca que acariciaba los muros del Instituto Jujutsu. En el patio trasero, entre árboles silenciosos y piedras musgosas, Victor se encontraba sentado en una roca, la mirada clavada en el suelo. Su cuerpo permanecía quieto, pero su mente era un remolino de pensamientos, culpa y frustración.

Sus manos, aún vendadas por las heridas auto infligidas, temblaban levemente. Recordaba las palabras de Sukuna, su risa desquiciada, la destrucción causada en Shibuya. Recordaba los ojos de Megumi, cerrados e inconscientes. El peso del mundo parecía haber caído sobre él… y él sentía que no era lo suficientemente fuerte para sostenerlo.

—¡Oye, Vic! —una voz rompió el silencio.

Victor levantó la mirada lentamente. Frente a él, Yuji Itadori se acercaba, con esa sonrisa que parecía desafiar toda la tristeza del mundo. A su lado, un hombre corpulento, musculoso y con una presencia abrumadora lo acompañaba.

—Es hora de tu entrenamiento —dijo Yuji, colocando las manos en la cintura.

Victor bajó la mirada otra vez.

—¿Para qué? Si no tengo nada especial… —murmuró.

Yuji frunció el ceño y se acercó aún más. Luego, se giró y le susurró algo al oído al gigante a su lado.

—Todo… mi amigo Victor está un poco decaído por lo que ha pasado —dijo en voz baja—. Mira, él tiene mucha fuerza bruta, casi como yo. Es casi mi igual. Pero… confía demasiado en Sukuna. Quiero que me ayudes a entrenarlo, a fortalecerlo, para que no dependa más de esa maldición.

Aoi Todo soltó un gruñido y entrecerró los ojos.

—¿Un tipo fuerte pero mentalmente débil? Tsk… eso no sirve en una pelea.

Yuji asintió.

—Lo sé. Por eso te necesito.

Todo caminó lentamente hacia Victor, su sombra cubriéndolo por completo. Se cruzó de brazos y lo observó con seriedad.

—¿Tienes una mujer ideal? —preguntó de pronto.

Victor lo miró confundido.

—¿Qué…?

—Tu mujer ideal. Descríbela. ¡Ahora!

Yuji sonrió levemente, reconociendo la clásica prueba de Todo.

Victor parpadeó, inseguro. Luego murmuró:

—Alguien… que me entienda. Que no me vea como un monstruo. Que… se quede.

Un silencio pesado cayó. Todo lo miró fijamente. Y, de pronto, una lágrima rodó por su mejilla.

—¡Hermano! —gritó con emoción—. ¡He encontrado a otro hermano!

Yuji soltó una carcajada.

Victor solo pudo mirar sin entender nada.

Todo lo levantó de un tirón con una mano y lo puso de pie como si no pesara nada.

—Si tienes fuerza bruta, entonces lo tienes todo. Pero si no tienes control, no eres nada. Vamos a convertirte en un hechicero de verdad.

—¿Cómo piensas hacerlo? —preguntó Victor con una pizca de escepticismo.

—A puñetazos, por supuesto. —Todo sonrió con fiereza—. ¡Empezamos con resistencia, luego paso al combate real! Vas a aprender a leer el flujo de energía maldita, a usar tu cuerpo sin depender de Sukuna, y a dominar tu territorio interior.

Victor tragó saliva. Por primera vez en días… sintió algo encenderse dentro de su pecho. No era culpa, ni dolor… era un atisbo de fuego. De esperanza.

—Está bien. Entréname.

Y así comenzó el entrenamiento más brutal de su vida. Todo no tenía piedad. Cada caída, cada golpe, cada grito, era una lección. Yuji observaba con una sonrisa, sabiendo que Victor estaba renaciendo, paso a paso… golpe a golpe.

Porque a veces, para vencer a un demonio interno, primero hay que conocer el poder de una verdadera amistad.

CAPÍTULO VEINTIDÓS (continuación)

La tierra bajo sus pies temblaba levemente con cada impacto de los entrenamientos. A lo lejos, los sonidos de golpes, gritos de esfuerzo y risas llenaban el aire, mientras Aoi Todo seguía lanzando a Victor contra el suelo una y otra vez.

Victor se levantó, sudando, con sangre seca en el rostro, pero sin rendirse. Respiraba con dificultad, pero en sus ojos comenzaba a encenderse una chispa que no estaba allí antes.

Durante un descanso, Yuji se acercó con una botella de agua y se la pasó. Victor la aceptó, bebió lentamente, y entonces, sin mirar directamente a su compañero, murmuró:

—Yuji… ¿por qué dijiste eso? Que soy igual que tú…

Yuji se sentó a su lado, se quedó en silencio por unos segundos, y luego habló con calma, con esa sinceridad que tanto lo caracterizaba.

—Porque lo eres. Eres fuerte, Victor. Mucho más de lo que crees. No sólo físicamente, sino aquí —señaló su pecho—. Tienes ese fuego que arde incluso cuando el mundo te aplasta. Igual que yo.

Victor apretó la botella entre sus manos.

—Yo… no quiero depender más de Sukuna. Quiero… ser yo quien decida. Pero siento que estoy roto. Que lo que pasó en Shibuya… no tiene perdón.

Yuji lo miró, serio.

—¿Tú crees que yo no me siento así? ¿Que no me culpo por lo que Sukuna ha hecho en mi cuerpo? A veces, cuando duermo, lo escucho reír. Lo veo. Y siento que no tengo derecho a seguir… Pero entonces recuerdo por qué sigo adelante. Por los que están vivos. Por los que confían en mí.

Victor bajó la cabeza, mordiéndose el labio.

—¿Y si vuelvo a perder el control?

Yuji colocó una mano firme sobre su hombro.

—Entonces estaré allí para detenerte. Igual que tú estarás para detenerme, si llega a pasarme a mí. Así es como lo hacemos los que llevamos un monstruo adentro.

Victor lo miró con asombro… y una tenue sonrisa nació en su rostro.

Aoi Todo se cruzó de brazos, observándolos desde la sombra de un árbol.

—Tsk… sentimentalismo barato —gruñó—. Pero si ya acabaron con el momento emocional, ¡vuelvan al entrenamiento! ¡El poder no espera a los indecisos!

Victor se levantó de un salto, el cuerpo adolorido pero el espíritu más ligero. Se paró frente a Todo con determinación.

—Estoy listo.

Todo sonrió, satisfecho.

—Eso quería escuchar, hermano.

Mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, el entrenamiento continuó. Golpes, esquivas, flujos de energía maldita, lecturas de combate. Victor sentía que cada movimiento lo alejaba un poco más de la sombra de Sukuna… y lo acercaba a su verdadera fuerza.

Un nuevo Victor estaba naciendo. Uno que no sería esclavo de su maldición. Uno que lucharía no sólo por él, sino por todos los que lo necesitaban.

Y en el fondo de su alma… Sukuna observaba en silencio. Sonriendo.

CAPÍTULO VEINTIDÓS (continuación final)

El cielo estaba teñido de naranja, como si el mundo se prendiera fuego con el atardecer. Las hojas caían suavemente del árbol bajo el cual Yuji Itadori observaban el combate. Aoi Todo no dejaba de lanzar ataques duros como piedras contra Victor, empujándolo a sus límites.

Victor jadeaba, su cuerpo empapado en sudor, con moretones por todas partes. Pero su mirada… era distinta.

—¡Otra vez, Victor! —rugió Todo, lanzando un puñetazo.

Victor lo esquivó por poco, giró sobre su eje y liberó un golpe directo al torso de Todo. Pero como antes, el impacto fue limpio… sin retraso, sin la fuerza que necesitaba.

—¡No es suficiente! ¡No sólo es fuerza bruta! ¡Controla el flujo de tu energía maldita! —gritó Todo.

Victor apretó los dientes. Recordó a Yuji. Lo que él había logrado hacer en esa pelea contra Hanami. El golpe que llegaba dos veces. El puño divergente.

Recordó también a sus padres… a Gojo sellado… a Megumi en el hospital… y a la ciudad destruida por Sukuna usando su cuerpo. Una oleada de emociones lo atravesó: rabia, tristeza, impotencia… y fuego. Fuego que ardía en su interior.

—¡BASTA! —gritó Victor, y su energía maldita estalló a su alrededor.

Todo apenas pudo esbozar una sonrisa cuando el golpe de Victor le impactó directo en el pecho.

¡BOOM!

El primer impacto fue potente. Pero entonces, justo después… otro estallido de energía lo empujó hacia atrás, una fracción de segundo después.

¡Puño Divergente!

El cuerpo de Todo voló varios metros antes de rodar por el suelo y levantarse entre risas.

—¡JA! ¡Lo lograste, Victor! ¡Ese es mi hermano!

Victor miró su propia mano, temblando. El humo salía de su puño cerrado. Nunca había sentido una descarga como esa. Una onda doble. Como si él y su poder fueran uno solo por primera vez.

Yuji corrió hasta él, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡¿Lo viste?! ¡¡Lo hiciste, Victor!! ¡Eso fue un puño divergente!

Victor no respondió de inmediato. Su mirada estaba perdida en el horizonte… pero no era incertidumbre. Era claridad. Había sentido algo despertar dentro de él.

—Lo sentí —susurró—. Como si por fin estuviera usando mi propia fuerza.

Todo se acercó, palmeando con fuerza su espalda.

—Y esto es solo el comienzo. Si puedes hacer eso, puedes llegar mucho más lejos. Pero recuerda, hermano… un verdadero hombre no lucha solo con el cuerpo. ¡También con el alma!

Victor sonrió.

—Entonces… será mejor que la entrene también.

Mientras la noche caía sobre la escuela de Jujutsu, un nuevo capítulo se abría para VictVíctoro sin cadenas, sin miedo… uno donde empezaba a forjar su propio camino como hechicero.

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