Hace dieciocho años, el reino de Eldoria fue consumido por la traición y la guerra. En medio del caos, mientras el Rey Gustavo luchaba una batalla perdida contra su ambiciosa hermanastra, la Reina Roxana se vio obligada a huir. Con el corazón roto y un adiós desgarrador a su amado, confió el futuro de su linaje a tres pequeñas vidas: sus hijas trillizas, recién nacidas y destinadas a heredar el trono.
Hoy, esas princesas viven una existencia humilde y oculta bajo los nombres de Nyx, Ignis y Luna. Tras la reciente pérdida de su madre, estas jóvenes campesinas se enfrentan solas a la dureza de la vida, sin saber que la sangre real corre por sus venas ni que cada una posee un don mágico latente: el control de las Sombras, el Fuego y la luz, respectivamente.
Pero el destino tiene otros planes. La llegada de un misterioso anciano, portador de secretos ancestrales y verdades olvidadas, irrumpirá en sus vidas, desvelando la usurpación de su reino y profecías...
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Despertar de la bestia interna
El aire en la habitación de Nyx era denso, cargado de una tensión invisible. Su cuerpo se retorcía bajo las sábanas, y su respiración se volvía errática.
En el oscuro lienzo de su mente, Vesperia ardía. Ciudades enteras se desmoronaban bajo el embate de sombras colosales y rugidos que desgarraban el cielo. El pánico era un sabor amargo en su boca.
Entre el caos, una figura familiar se abrió paso a través de las llamas, su rostro está marcado por la desesperación pero sus ojos llenos de una fuerza inquebrantable: su padre.
Él se detuvo frente a ella, con su silueta temblorosa en el reflejo de una espada rota. —Nyx...— su voz era un susurro urgente que apenas se oía sobre el estruendo de la batalla, —tú tienes el poder... Las tres... podrán ejercer el legado con sabiduría. Solo tienen que tener fe en ustedes mismas...—
Mientras su padre hablaba, el reflejo en la espada cambió. Ya no era él, sino una imagen distorsionada de la propia Nyx. Pero no era su rostro. Era un rostro escamoso, con ojos ardientes como brasas y colmillos afilados. Su cuerpo se alargaba, se cubría de escamas iridiscentes, y de su espalda brotaban alas membranosas.
Un rugido primario escapó de su garganta, no de miedo, sino de una furia ancestral. Era una bestia, majestuosa y aterradora, un dragón de proporciones épicas.
El miedo la atenazó, en un terror gélido que no tenía nada que ver con la guerra, sino con lo que veía en sí misma.
—¡Nyx! ¡Despierta!—
El grito de Ignis la arrancó de las garras del sueño.
Nyx se incorporó de golpe en la cama, con el corazón latiéndole como un tambor enloquecido. Su cuerpo estaba empapado en sudor frío, y la imagen del dragón aún se grababa a fuego en el interior de sus párpados. Miró a su alrededor, desorientada, para encontrarse con los rostros preocupados de Ignis y Luna.
—¡Nyx, por los cielos! ¿Estás bien?— Luna se acercó, puso su mano suave y fresca sobre la frente ardiente de su hermana. —Estabas gritando... Parecía una pesadilla horrible—
Ignis, con su habitual pragmatismo, ya le ofrecía un vaso de agua. —Estabas temblando como una hoja. ¿Qué pasó?—
Nyx tomó el agua, sus manos temblaban tanto que el vaso tintineó. El terror aún se aferraba a ella, como una garra fría en su pecho.
—Fue... Vesperia... estaba siendo atacada... y papá...— Su voz se quebró. —Él dijo que teníamos el poder. Que solo teníamos que tener fe. Pero luego... luego me vi a mí misma...— Se detuvo, incapaz de articular la imagen de la bestia.
Luna e Ignis intercambiaron una mirada de preocupación. —Vamos, Nyx— dijo Luna con dulzura, —vamos a ver a Elara. Ella sabrá qué hacer—
Sin dudarlo, las trillizas guiaron a una aún conmocionada Nyx hasta la sala principal, donde Elara estaba revisando algunos pergaminos antiguos.
Al ver el estado de Nyx, Elara frunció el ceño.
—¿Qué ha sucedido?— preguntó, con su tono calmado pero lleno de preocupación.
Nyx, con la voz todavía temblorosa, relató su pesadilla, la guerra, las palabras de su padre y, finalmente, la aterradora visión de sí misma transformada en una bestia.
Cuando terminó, Kaelen, que había estado escuchando atentamente desde un rincón, se adelantó. —Elara, ¿es posible... lo de la bestia? ¿Podría ser real lo que Nyx vio?—
Elara se quedó en silencio por un momento, con sus ojos fijos en Nyx con una intensidad que las trillizas nunca le habían visto. Luego, sin decir una palabra, se giró y se dirigió a una estantería llena de volúmenes polvorientos y encuadernados en cuero. Sus dedos se deslizaron por los lomos hasta que encontró uno particularmente grueso, con símbolos arcanos grabados en su cubierta. Lo abrió con una rapidez sorprendente, sus ojos recorrieron las páginas con una velocidad asombrosa.
Las trillizas observaron en silencio, la tensión era palpable en el aire. Elara leyó una sección, luego otra, y su rostro se palideció progresivamente. Finalmente, levantó la vista del libro y miró a Nyx, sus ojos estaban fijos en ella con una mezcla de asombro y una pizca de temor.
—Ella es— susurró Elara. —Es verdad. Lo que viste, Nyx... es real—
Luego, con una voz más firme, pero aún cargada de asombro, Elara continuó: —Mis ancestros... los guardianes de Vesperia... no solo nos legaron los poderes elementales y la capacidad de manipular la realidad. También nos legaron la dicha... o la carga... de tener el poder de despertar a unas bestias ancestrales. Criaturas que se encuentran en lo más profundo de las Tierras Desterradas, lugares tan remotos y olvidados que nadie sabe dónde están. Se han convertido en mitos y leyendas, historias para asustar a los niños—
Los ojos de las trillizas se abrieron de par en par.
—Y ahora— continuó Elara, señalando el libro, —Nyx ha visto el suyo. Ha visto a su Basilisco. No es un basilisco común, no. Es un dragón feroz y gigante, una criatura de fuego y escamas, un ser de poder inigualable—
Elara pasó las páginas, revelando ilustraciones antiguas y grabados detallados. —Según los libros de profecía, cada una de ustedes tiene una de estas bestias ligada a su esencia. Ignis y Luna también tienen una. Y aquí se describe: además del Basilisco/Dragón de Nyx, los otros dos animales son un majestuoso Ave Fénix para Ignis, símbolo de renacimiento y fuego purificador, y un Lobo Lunar para Luna, una criatura de espíritu salvaje, conexión con la naturaleza y una fuerza protectora—
Elara cerró el libro con un suave thud, el sonido resonó en el silencio de la habitación. —Estos no son solo animales. Son manifestaciones de su poder interior más profundo, sus guardianes, sus aliados. Siempre han estado ahí, esperando ser despertados. Y parece que la pesadilla de Nyx ha sido el primer paso para desbloquear este legado olvidado—
Una mezcla de asombro, miedo y una extraña emoción burbujeó en el pecho de las trillizas. La profecía acababa de volverse mucho más compleja, y su destino, infinitamente más grandioso y peligroso...
