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Entre El Placer Y El Poder

Entre El Placer Y El Poder

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Harén Inverso / Dominación / Secretos de la alta sociedad / Mafia / Poli amor
Popularitas:881
Nilai: 5
nombre de autor: HananFly

Detrás de la fachada de terciopelo y luces neón de una Sex Shop, un club clandestino es gestionado por una reina de la mafia oculta. Bajo las sombras, lucha por mantener su presencia dentro de los magnates, así como sus integridad de quienes la cazan.
¿Podrá mantenerse un paso adelante de sus depredadores o caerá en su propio juego de perdición y placer?

NovelToon tiene autorización de HananFly para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Darien: el hermano gemelo

Kiam corría a toda velocidad a través de las calles de la ciudad en su moto negra como la intensa noche. El motor rugía, un depredador mecánico que se abría paso en la oscuridad. La lluvia no solo no cesaba, sino que se había intensificado, cayendo en cortinas plateadas que oscurecían aún más el asfalto. Cada gota era un proyectil frío contra su chaqueta de cuero. Pero el clima no era un impedimento, sino un desafío que su prisa lo obligaba a dominar. Moverse entre el pavimento mojado y los charcos profundos no era una tarea fácil; la adrenalina y la habilidad de años fueron sus únicos aliados para mantener la moto perfectamente vertical, inclinándose en curvas que habrían hecho patinar a cualquiera.

Luego de un rato, el panorama de la ciudad cambió abruptamente. Las estructuras de cristal y acero, los edificios altos y modernos que simbolizaban el corazón financiero, disminuyeron considerablemente en número, desapareciendo casi por completo. El paisaje se transformó en una desolación extraña: unas cuantas casas humildes se mezclaban con restos de mansiones lujosas, ahora abandonadas, con ventanas rotas y jardines devorados por la maleza. El resto era vegetación, verde y frondosa, una jungla urbana que parecía reclamar su territorio. La atmósfera se volvió opresiva, silvestre. Kiam sintió el escalofrío en la nuca; el lugar era tan inhóspito que parecía que en cualquier momento de entre los arbustos aparecería una manada de hienas en cacería para devorarte.

Su móvil vibraba insistentemente en el bolsillo interior de su chaqueta, cortesía de Dorian, cuyo nombre parpadeaba con la luz de una linterna en la pantalla. Kiam no necesitaba ver el mensaje para saber que la desesperación de su socio era palpable. Ignoró la llamada y, con un movimiento brusco, apagó el móvil. No había tiempo para distracciones ni explicaciones.

No pasó mucho para que la escena macabra se revelara: a lo lejos divisó la nube negra, densa y oleosa, producto de una combustión violenta, que se mezclaba con las nubes grises del mal clima. Era una mancha de tinta en el lienzo del cielo. El olor de las cenizas y el humo acre se colaba por sus pulmones, haciendo que se ahogara ligeramente. Era un olor desagradable, opresivo. Le hizo recordar cosas que prefería mantener sepultadas en el olvido; el calor y el olor le recordaban a algo que había ocurrido hacía mucho tiempo, algo que su subconsciente había intentado borrar inútilmente. Tal vez era coincidencia o una mala jugada de su mente, pero sintió un ligero ardor en su vieja quemadura, una cicatriz profunda, como si reaccionara a los estímulos del fuego cercano.

Respiró profundamente, forzando aire limpio a sus pulmones. La moto finalmente frenó con un chirrido en los alrededores del galpón. El lugar era asfixiante. Las llamas, gigantes y furiosas, bailaban en el centro del edificio industrial. El agua de la lluvia, en lugar de dominar el fuego, parecía avivarlo con una insistencia sin remordimiento, convirtiendo el vapor en un sudario de calor sofocante. Kiam se acercó lo más que pudo. Se encontró con varios de sus hombres, empapados y cubiertos de hollín, luchando con mangueras ineficaces. Caminó a través del caos, localizando a quien le había enviado el mensaje de alerta, un hombre alto y nervioso de rostro pálido.

—¿Cómo pasó esto?—preguntó Kiam directo al grano, su voz baja pero cortante como el cristal. Sus ojos ardían con una mezcla de furia y preocupación.

El hombre se encogió, apenas capaz de sostener la mirada de su jefe.

—Aun no lo sabemos del todo, señor. La inspección es imposible. Pero los primeros indicios apuntan a que fue una falla en el circuito eléctrico, quizá un cortocircuito. Seguimos averiguando dónde fue la ignición, pero las llamas son abrasadoras y no nos permiten inspeccionar. Hacemos lo posible por apagarlas, señor.

Kiam apretó la mandíbula, sus nudillos blancos por la tensión.

—Espero lo hagan pronto. No quiero tener que ver a los malditos policías inútiles y mediocres que son peor que una patada en las bolas. El fuego es un problema. Procuren salvar la mercancía en su mayoría. Si se llegan a enterar de este incidente... juro que no se salvarán de mí.

El hombre tragó grueso, su nuez subiendo y bajando. Solo asintió.

Una creciente ansiedad comenzó a golpear el pecho de Kiam. No era solo la pérdida de dinero lo que le asfixiaba, sino la vulnerabilidad que el desastre revelaba. Las llamas frente a él nublaban su mente y su razón. El calor intenso le hacía tambalear. Se quedó en shock un momento, paralizado por la magnitud de la destrucción, al ver cómo un pedazo de infraestructura, una viga metálica calcinada, tenía la intención de desprenderse y caer justo sobre él.

—¡Señor! ¡Apártese! ¡Tenga cuidado!—exclamó alguien de fondo. El grito de advertencia le sacó del trance, pero fue casi demasiado tarde.

Simultáneamente, a varios kilómetros de allí, Eleanor seguía en el auto de Julian. El viaje había sido un calvario de sacudidas, el motor del coche era el único sonido, aparte de su respiración cada vez más superficial. Le había dado ciertas indicaciones a Julian y él las había seguido, creyendo que se dirigían a alguna casa o escondite. Pero para su sorpresa, la dirección final que Eleanor le había dicho, entre jadeos, indicaba el hospital donde estaba internado su hermano, Derek. Julian tragó grueso al pensar en la posibilidad de ser descubierto o de que su verdadera identidad fuese descubierta.

Eleanor salió con prisa del auto, apenas cerrando la puerta. Estaba empapada por la lluvia y se sentía aun algo mareada y débil. El frío no ayudaba a su estado.

—¿A dónde vas?—preguntó Julian, confundido por su misterio y el lugar. Mantenía al margen sus nervios de acero, pero el pánico comenzaba a infiltrarse en sus venas.

—A hablar con un conocido que está aquí —respondió Eleanor, su voz apenas un susurro rasposo.

—¿Quién?—indagó Julian, su mente trabajando a toda velocidad. Retomó la posibilidad de que se tratase de Derek, sin quererlo aceptar del todo. Aunque era un tanto difícil de que pudiese hablar con él, dado que estaba en terapia intensiva, la lógica se desvanecía ante la realidad. Eleanor era la reina de la Mafia, al fin y al cabo, y sus contactos eran omnipotentes.

Con pasos torpes y el abrigo empapado, Eleanor intentó correr al interior del hospital. Llegó a la recepción y, con un movimiento rápido, se quitó la capucha del abrigo, revelando su rostro pálido.

—Llama a Darien de inmediato—ordenó a la recepcionista, con la respiración agitada y un temblor visible en sus manos. Luego, su voz se elevó a un grito desesperado y autoritario—: ¡Ahora, maldita sea!

Pero no hizo falta. Del gran pasillo lateral, a unos metros de distancia, apareció un hombre rubio, alto, con una bata de médico impecable y unas facciones bien conocidas por Julian. Era idéntico a Dorian, pero con una expresión más calmada y profesional. Era Darien.

—¿Qué pasa, Elle? ¿Por qué estás así de empapada y gritando? —preguntó Darien, apresurando el paso hacia ella, con una mezcla de reproche.

—Necesito Salbutamol. Ahora mismo —sentenció Eleanor, colapsando un poco hacia adelante.

Darien lo entendió de inmediato. El ataque era grave. Su rostro médico se activó, dando órdenes silenciosas a través de su mirada. Llamó a un par de enfermeros que se apresuraron a auxiliar a Eleanor y la llevaron a un pequeño cubículo de urgencias cercano.

Julian se acercó a Darien, que lo ignoró mientras verificaba el estado de Eleanor.

—¿Qué es eso?—preguntó Julian algo ignorante.

—Un medicamento, claramente. Es un broncodilatador —respondió el doctor con calma clínica, sin mirarle.

Julian le miró un par de segundos, el rostro de Darien era idéntico al de Dorian, lo que aumentaba su confusión.

—¿Cómo llegaste tan rápido hasta acá, Dorian? Si sabías que se sentía mal, ¿por qué hiciste que viniera hasta acá?

El hombre arrugó la frente, un gesto de fastidio ante la confusión. Se volteó hacia Julian, con una calma que Julian no entendía.

—No tenía manera de saberlo. Hace días que no la veía, estaba de guardia en otro pabellón. Y para tu información, mi nombre es Darien. Dorian es mi hermano. Él es el CEO de este hospital, yo solo soy el jefe de emergencias.

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Hawie Mawie
Muy bueno y hay mucho de que expandir y explorar. Me parece exquisito.
HananFly: Gracias hermosa por tu apoyo. Atenta a los acontecimientos de esta historia 🥰
total 2 replies
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