Entre Luces De Seúl

La mañana en Seúl amaneció con una calma que no duraría.

En los primeros minutos del día, una serie de archivos comenzaron a circular por canales cifrados, foros cerrados, redes académicas y servidores independientes. El núcleo del Proyecto Namsan, con sus algoritmos de manipulación emocional, sus simulaciones afectivas y sus rutas de control, había sido liberado. No como escándalo. Como advertencia.

Sora observaba la propagación desde una terminal segura en un apartamento oculto en Itaewon. Vestía una sudadera gris, el cabello suelto, los ojos fijos en la pantalla. Jiwoo estaba a su lado, en silencio, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa.

—Ya está hecho —dijo ella.

—¿Y ahora qué? —preguntó él.

—Ahora el mundo decide si quiere seguir sintiendo lo que le programan… o si quiere recuperar lo que es suyo.

Las reacciones no tardaron. Algunos medios ignoraron la filtración. Otros la distorsionaron. Pero en los canales independientes, la verdad se replicaba como un virus. Usuarios compartían sus perfiles emocionales, descubriendo que decisiones que creían propias habían sido inducidas. Qué vínculos, rupturas, miedos y deseos habían sido modelados por una red invisible.

Daesan negó todo. Emitió un comunicado frío, técnico, sin admitir responsabilidad. Pero los datos eran irrefutables. Y el nombre de Sora Kim aparecía en los metadatos como diseñadora de arquitectura emocional.

—Van a venir por ti —dijo Jiwoo.

—Ya lo hicieron una vez —respondió ella—. Esta vez, no me voy a esconder.

Jiwoo se acercó. La tomó por la cintura.

—No estás sola.

Sora lo miró. Sus ojos brillaban con una mezcla de miedo y determinación.

—Lo sé. Pero necesito que entiendas algo.

Jiwoo frunció el ceño.

—¿Qué?

—La filtración no fue solo para exponer a Daesan. Fue para desactivar el sistema. Y eso incluye los patrones que usaron contigo. Los que yo ayudé a construir.

Jiwoo se tensó.

—¿Estás diciendo que lo que siento… podría haber sido inducido?

Sora negó con la cabeza.

—No. Estoy diciendo que lo que sentías antes de conocerme fue manipulado. Pero lo que sentimos ahora… eso no está en ningún código.

Jiwoo la abrazó. El silencio entre ellos era íntimo, pero cargado de vértices.

—Entonces vamos a protegerlo.

Horas después, una convocatoria comenzó a circular. Hackers, diseñadores, terapeutas, activistas. Todos querían entender el sistema. Desmantelarlo. Reescribirlo. Sora y Jiwoo fueron invitados a hablar en una transmisión cifrada, donde miles de usuarios se conectaron desde distintos países.

Sora tomó el micrófono. Su voz era clara, sin temblores.

—No soy inocente. Fui parte del diseño. Pero también fui parte del quiebre. Lo que hoy compartimos no es una venganza. Es una oportunidad. Para que cada uno recupere su derecho a sentir sin ser dirigido.

Jiwoo habló después.

—No soy un experto. Solo soy alguien que no encajó en el sistema. Y eso me convirtió en amenaza. Pero también en testigo. Lo que viví con Sora me enseñó que la verdad no siempre es limpia. A veces es incómoda. Pero siempre vale más que la simulación.

La transmisión se volvió viral. No por escándalo. Por resonancia.

Esa noche, mientras la ciudad se agitaba en discusiones, análisis y protestas silenciosas, Sora y Jiwoo regresaron al río Hangang. El mismo lugar donde se habían reencontrado. Donde habían hecho el amor. Donde habían decidido confiar.

Se sentaron en la plataforma flotante, envueltos en mantas, con el sonido del agua como única música.

—¿Crees que esto cambie algo? —preguntó Jiwoo.

—No todo. Pero algo sí. Y a veces, algo es suficiente para empezar.

Jiwoo la besó en la frente. Sora cerró los ojos.

La filtración había comenzado una revolución emocional. Pero lo que ellos habían construido, entre códigos y heridas, era más que eso.

Era real.