Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 8
Genoveva resopló molesta. Ya estaba harta de esa actitud tan infantil de su ex. En este momento, no le interesaban las malditas llaves. Solo lo quería fuera de su casa. Ya había contenido mucho su llanto y estaba a punto de derrumbarse frente a él.
Entonces, Genoveva tomó el control de la situación. Se acercó a la cocina y sacó la escoba. Santiago pensó que lo golpearía, pero ella sutilmente comenzó a barrer hacia él y lo hizo retroceder hasta la salida. Cuando había pasado el umbral de la puerta.
Santiago trató de tomarla por la mano y atraerla hacia él, entonces Genoveva le dio leve golpe con el palo en la cabeza y le gruñó
— Lárgate — le dijo Genoveva en un leve susurro. No quería despertar a sus pequeños, que estaban dormidos en la sala.
Santiago solo sonrió y se sobó la cabeza, estaba realmente desconcertado. Desconocía realmente a esta mujer que lo miraba con una expresión fría y desinteresada, sobre todo porque Santiago reconocía que Genoveva siempre lo amó con vehemencia, lo complacía en todo. Se acostumbró al sexo rudo como a él le gustaba hacerlo y siempre estaba dispuesta para él.
Ellos se complementaban perfectamente y Santiago debe reconocer que él mismo en algún momento pensó, que Genoveva actuaría como lo predijo Camila y en realidad, no le disgustó para nada la idea.
Volver a sentir a su exesposa vibrar entre sus brazos, se había convertido en su fantasía durante los últimos días, sobre todo porque Camila todavía estaba de reposo, pero con este nuevo descubrimiento Santiago se dio cuenta de que su fantasía, no pasaría de ser eso una triste y vaga fantasía.
Santiago una vez más estaba sumido en sus pensamientos, su mirada estaba fija en él descote de su ex, sus grandes pechos parecían querer seducirlo y él quería complacerlos
Pero Santiago se asustó cuando de repente sintió que perdía el equilibrio, porque Genoveva, aprovechó que el muy cínico y descarado, estaba inerte, devorándole los senos con la mirada y lo empujó con fuerza para poder alejarlo del umbral de la puerta y poder cerrarla.
Genoveva rápidamente introdujo su propia llave en la cerradura y la dejo ahí. Ella sabía muy bien que mientras esa llave estuviese ahí, Santiago no podía usar la otra.
Genoveva está tan furiosa con esa actitud estúpida de Santiago que se olvidó de sus ganas de llorar. Ella caminó hasta donde estaban sus pequeños y se acostó junto a ellos, tomó el control de la luz y la apagó. Ella no había oído el ruido del portón, lo que se resumía en que su ex seguía afuera, lo que no le dejaría dormir en paz.
Pero Santiago no se atrevía a volver a entrar, caminó hacia su auto y se sentó en el puesto del chofer. Santiago aún estaba en shock, no podía creer lo que le había ocurrido, había sido sacado a escobazos de su propia casa. No importa lo que diga el maldito papel, ese era su hogar, del cual nunca debió de haber salido.
Santiago se acomodó en el asiento y miró su reloj que marcaba las once y media de la noche. No quería irse, incluso negaba con la cabeza como un niño malcriado, se negaba a marcharse. Quería estar con ella, la deseaba, quería poseerla de mil maneras posibles. Quería sentir su olor, su calor, su piel vibrar debajo de él
— MALDITA SEA — gritó Santiago, golpeando varias veces su volante, se sentía frustrado y furioso, pero sabía que debía marcharse. Volvió a mirar su reloj y marcaba las dos de la madrugada.
Santiago encendió el auto y se marchó, pero no quería llegar con Camila, no quería escuchar sus reproches, ni sus reclamos, pero lo que menos quería era escucharla, hablar mal de Genoveva y terminar discutiendo con ella.
Santiago salió de la propiedad y el ruido del portón hizo a Genoveva bajar la guardia y al fin caer en un profundo sueño.
Mientras que Santiago, conducía sin rumbo, tenía sus ojos llenos de lágrimas, estaba sumido en una maldita actitud de mártir que ni el mismo entendía. Fue él quien le falló a su esposa, fue él quien pidió el maldito divorcio, fue él quien abandono su hogar.
Entonces ¿por qué tenía este sentimiento de perro callejero abandonado por su dueña? Porque maldita sea, aunque él quisiera negarlo Genoveva era su dueña, su única dueña.
Santiago cansado de conducir, entró a un lujoso hotel y pidió una suite. Necesitaba estar solo, quería aclarar sus sentimientos, pero también necesitaba liberar su cuerpo, tenía muchos días sin sexo y haber estado tan cerca de su deliciosa ex, no lo ayudó mucho. Al contrario, estaba muy excitado.
Santiago apenas entró a la suite, comenzó a desnudarse, necesitaba liberarse, haber venido todo el camino pensando en Genoveva no lo había ayudado mucho, todo lo contrario, su erección era prominente y la presión que sentía se acercaba al dolor.
Santiago estaba comenzando a quitarse el pantalón cuando de pronto sintió la puerta del baño abrirse.
Santiago inmediatamente trató de cubrirse al encontrarse a una mucama saliendo del baño, al aparecer la chica estaba terminando de limpiar la habitación y por tener unos audífonos puestos no lo había escuchado entrar.
Santiago estaba excitado y sudado, él le dio la espalda a la chica y le gruñó
—FUERA —le gritó Santiago y se quedó unos segundos, esperando oír el sonido de la puerta cerrarse, pero para su sorpresa sintió una caricia en su espalda y vio a la mujer caminar frente a él.
—Señor, yo puedo ayudarlo con eso. —le dijo la mujer, mientras acercaba su mano a la prominente erección de Santiago y la acariciaba por encima del pantalón con la punta de sus dedos. Después se levantó su corto vestido de mucama, dejando ver sus largas y sexys piernas.
Santiago sin mediar palabras, tomó a la chica por la mano y la empujó de espaldas sobre la cama
—No hables, muerde tus labios, no puedes emitir ningún sonido o te castigaré — le dijo a la chica con una voz carrasposa.