En un matrimonio desgastado por el machismo y la intromisión de su suegra, Lara Herrera vive atrapada entre el amor que alguna vez sintió por Orlando Montes y la amargura de los años. Su hija Rashel, una niña de seis años, es su único rayo de luz en un hogar lleno de tensiones. Pero todo cambia trágicamente cuando un descuido termina en la pérdida de Rashel, una tragedia que lleva a Lara a enfrentarse a su dolor, su culpa y a la decisión de romper con una vida de sufrimiento para buscar su redención y sanar sus heridas.
NovelToon tiene autorización de A.Gaby para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Confesiones entre hermanos
Después de la cena con Cristóbal, Lara regresó al departamento que compartía con su hermano Rafael. La noche estaba fresca, y mientras subía las escaleras, su mente aún divagaba en las palabras de su jefe.
"Seré paciente, Lara. Yo curaré a ese corazón poco a poco."
Suspiró profundamente. Cristóbal era un buen hombre, de eso no cabía duda, pero no estaba segura de estar lista para algo más.
Al abrir la puerta, se sorprendió al ver a su hermano en el sofá viendo televisión. Últimamente apenas se cruzaban debido a los turnos en la clínica. Rafael era un apasionado de su trabajo, y muchas veces sus horarios no coincidían.
—¡Mira quién llegó a casa temprano! exclamó Rafael con una sonrisa, apagando el televisor. Hermanita, ¿dónde estabas? Ya empezaba a preocuparme. Y eso que te llamo todas las noches cuando estoy en la clínica, pero nunca contestas.
Lara dejó su bolso en la mesa y se dejó caer en el sofá junto a él.
—Lo sé, lo siento. Es que a veces llego tan cansada que me quedo dormida antes de ver las llamadas.
Rafael la observó con curiosidad y arqueó una ceja.
—Ajá… ¿y esa cena tan elegante? Porque hueles a restaurante caro.
Lara rió suavemente y rodó los ojos.
—Salí a cenar con Cristóbal.
Rafael abrió los ojos con sorpresa.
—¡Ah, con que eso era! dijo, cruzando los brazos con una sonrisa burlona. Sabes, Cristóbal me comentó que tiene interés en ti.
Lara suspiró, ya anticipando hacia dónde iba la conversación.
—Rafa…
—No me vengas con evasivas, hermanita. Rafael la miró fijamente. Cuéntame, ¿qué sientes por Cristóbal? ¿Te gusta?
Lara bajó la mirada, sintiendo un nudo en el estómago.
—No lo sé, Rafael… Es un hombre maravilloso, atento, comprensivo, y sé que le intereso, pero…
—Pero sigues pensando en Orlando.
Lara cerró los ojos por un segundo. No quería admitirlo, pero era la verdad.
—No es eso… o quizás sí, no lo sé. Solo que después de todo lo que viví, no estoy segura de poder enamorarme otra vez. Me cuesta confiar.
Rafael la tomó de la mano con cariño.
—Lara, mereces ser feliz. Recuerda cómo llegaste aquí, con ojos apagados sin brillo, sin esa bella sonrisa, Orlando te lastimó, cómo te destruiste poco a poco a su lado.
Lara sintió que las lágrimas querían brotar, pero se obligó a contenerlas.
—No sé si estoy lista, Rafael. Cristóbal me dijo que será paciente, pero me asusta abrirle mi corazón a alguien más.
Rafael asintió con comprensión.
—No tienes que apresurarte. Pero sí deberías darte la oportunidad de sanar. No te encierres en el pasado.
Lara sonrió débilmente y le dio un pequeño empujón en el brazo.
—Bueno, suficiente sobre mí. Ahora hablemos de ti.
Rafael levantó una ceja con desconfianza.
—¿Qué pasa conmigo?
Lara cruzó los brazos y lo miró con una expresión de picardía.
—Que ya tienes 45 años y nada de nada. ¿Cuándo te vas a casar? Te vas a morir de viejo y solo.
Rafael soltó una carcajada.
—Por favor, Lara. No todos tenemos que casarnos para ser felices.
—Ajá… Esa es la excusa de los solterones.
—No es excusa. Simplemente aún no ha nacido la indicada para mí.
Lara suspiró y se acomodó en el sofá.
—¿Nunca has sentido algo fuerte por alguien?
Rafael se quedó en silencio por un momento. Luego sonrió de manera nostálgica.
—Tal vez en algún momento. Pero hay amores que simplemente no están destinados a ser.
Lara sintió curiosidad.
—¿Por qué nunca me contaste?
—Porque algunas historias es mejor dejarlas en el pasado, hermanita.
Lara lo miró con ternura. Sabía que Rafael siempre había sido reservado con su vida sentimental. Pero lo conocía lo suficiente para notar que había algo más en su historia.
—Bueno, si algún día decides contarme, aquí estaré.
Rafael le revolvió el cabello con cariño.
—Lo sé, enana.
Ambos rieron y pasaron el resto de la noche conversando de cosas triviales, como cuando eran niños. Por un momento, Lara se permitió olvidar sus miedos y disfrutar de la compañía de su hermano. Pero en el fondo, sabía que debía enfrentarse a sus sentimientos tarde o temprano.
felicitaciones autora!!!
Me conmovió hasta las lágrimas, la sentí, la viví y sin dudas la disfruté ... Gracias por compartirla...
FELICITACIONES 👏👏👏👏