Lena, una joven que siempre ha sentido que es diferente, sin saber por qué. En la noche de su vigésimo primer cumpleaños, su vida da un giro inesperado cuando descubre que es la Luna destinada del alfa de la manada más poderosa de la región, un hombre llamado Aiden, conocido por su ferocidad y liderazgo implacable.Aiden, marcado por una profecía ancestral, ha esperado años para encontrar a su Luna, la única persona capaz de calmar la bestia dentro de él y traer equilibrio a su vida. Sin embargo, Lena no está dispuesta a aceptar su destino fácilmente. Mientras lucha por comprender y aceptar el vínculo que la une a Aiden, descubre que su conexión va mucho más allá del amor: está vinculada a un oscuro secreto que podría destruirlos a ambos.En medio de luchas internas, conflictos con otras manadas, y una amenaza que podría desencadenar una guerra, Lena debe decidir si está dispuesta a aceptar la marca del Alfa y el destino que le ha sido impuesto, o seguir su propio destino
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Capítulo 22 El Camino a Seguir
Con el libro abierto sobre la mesa y las páginas amarillentas expuestas, Lena y su madre leían atentamente las instrucciones del ritual.
Los símbolos antiguos que cubrían las páginas parecían cobrar vida bajo la luz tenue de la vela que ardía a su lado.
Cada símbolo parecía resonar con una energía propia, y Lena podía sentir el peso de su significado mientras avanzaban en la lectura.
—Este ritual fue utilizado por las primeras mujeres de nuestra línea para proteger a sus hijos antes de nacer —explicó su madre, señalando un diagrama complejo que ilustraba la disposición de diversos elementos y símbolos—.
Es un escudo que se teje alrededor de los bebés, protegiéndolos no solo de las amenazas externas, sino también de la energía descontrolada que proviene de la Marca del Alfa.
Lena asintió, aunque no podía evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en la magnitud de lo que estaba a punto de hacer. Era consciente de que estaba asumiendo una responsabilidad enorme no solo sobre su vida, sino sobre la de sus hijos no nacidos. Y en el fondo de su mente, la preocupación por Aidan, y la bestia que había despertado en él, no la dejaba en paz.
—¿Qué necesito para realizar este ritual? —preguntó Lena, su voz baja pero decidida.
Su madre comenzó a enumerar los elementos necesarios, la mayoría de los cuales eran plantas y raíces que ya tenían almacenadas en la casa. También mencionó la necesidad de sangre, un sacrificio que Lena debía hacer de su propia vida, para conectar su energía con la de sus hijos.
Aunque la idea de derramar su propia sangre la estremecía, Lena sabía que era un sacrificio que estaba dispuesta a hacer.
La preparación del ritual fue un proceso meticuloso y exigente. Su madre trabajó incansablemente a su lado, mezclando hierbas, y su padre trazando símbolos protectores en el suelo con tiza blanca, y preparando una pequeña daga ceremonial que usarían para la parte final del ritual.
Lena no podía evitar pensar en lo frágil que se sentía a pesar de la gran responsabilidad que estaba a punto de asumir.
—Recuerda, Lena, este ritual no solo te protegerá a ti y a tus hijos, sino que también fortalecerá tu vínculo con la Marca del Alfa —dijo su madre mientras traía todo lo necesario para iniciar el ritual—.
Es un vínculo poderoso, pero también es un lazo que puede ser peligroso si no se maneja con cuidado. Debes estar preparada para lo que viene.
Cuando todo estuvo listo, Lena se sentó en el centro del círculo que su padre había dibujado en el suelo.
La habitación estaba llena del aroma a hierbas y aceites que impregnaba el aire, dándole una sensación de seguridad y misterio. Su madre se colocó frente a ella, sosteniendo la daga ceremonial con ambas manos.
—Este es el momento, Lena —dijo su madre con un tono solemne—. Cuando esté lista, corta la palma de tu mano y deja que tu sangre caiga sobre el símbolo central.
Será el catalizador que active el ritual. Lena asintió, su corazón latiendo con fuerza. Extendió su mano izquierda hacia adelante y tomó la daga. La hoja fría y afilada brillaba bajo la luz de las velas, y por un momento, Lena sintió un escalofrío recorrer su columna.
Pero sabía que no había marcha atrás. Tomo aire profundamente, enfocando su mente en la protección de sus hijos, y sin vacilar más, hizo un corte en la palma de su mano.
El dolor fue agudo pero breve. La sangre comenzó a fluir inmediatamente, cayendo en gotas sobre el símbolo central. Tan pronto como la primera gota tocó el suelo, Lena sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. Las líneas del símbolo brillaron con una luz dorada, y la habitación pareció llenarse de una presencia poderosa y protectora. Su madre comenzó a recitar palabras en un idioma antiguo, su voz firme y resonante.
Lena no entendía todas las palabras, pero podía sentir cómo las vibraciones de los sonidos se entrelazaban con la energía que se arremolinaba a su alrededor.
La luz dorada se intensificó, expandiéndose desde el símbolo central hasta cubrir todo el círculo en el que Lena estaba sentada. Cerró los ojos, permitiendo que la energía la envolviera. Podía sentir el calor y la protección que emanaba de la luz dorada, como si estuviera siendo envuelta en un manto de seguridad.
Una vez más, su mano se posó sobre su vientre, y en ese instante, sintió una conexión profunda con los pequeños seres que crecían dentro de ella.
Era como si sus almas estuvieran resonando al unísono con la energía del ritual. La voz de su madre aumentó en intensidad, y Lena sintió un último tirón de energía antes de que todo se calmara de repente.
La luz dorada comenzó a desvanecerse, y la habitación volvió a la penumbra iluminada solo por las velas. Lena abrió los ojos y vio que el símbolo en el suelo aún brillaba tenuemente, pero ya no sentía la intensidad de antes. Sabía que el ritual había terminado.
—Lo hiciste bien, Lena —dijo su madre, con una mezcla de orgullo y alivio en su voz—. Ahora, ellos están protegidos. Has hecho lo necesario para asegurar su seguridad y la tuya.
Lena asintió, sintiendo el cansancio que el ritual había dejado en su cuerpo. Pero también sentía una paz interior que no había sentido en mucho tiempo.
Sabía que este era solo el comienzo de un camino difícil, pero ahora, estaba más preparada para enfrentarlo.
Después del ritual, Lena sintió que algo dentro de ella había cambiado. No solo se sentía más conectada con sus hijos, sino que también sentía una fuerza renovada y una claridad mental que la ayudaban a ver su camino con mayor nitidez.
Sabía que la siguiente conversación que debía tener era con Aidan, y no podía esperar más. Con el corazón lleno de determinación, Lena se dirigió hacia la cabaña donde Aidan estaba entrenando.
Sabía que él también había estado luchando contra sus propios demonios desde que su bestia interior se había despertado.
Habían pasado semanas difíciles para ambos, pero Lena sabía que debían enfrentarlas juntos si querían superar todo lo que venía.
Cuando llegó a la cabaña, encontró a Aidan en el patio trasero, su cuerpo cubierto de sudor y su respiración pesada.
Estaba entrenando con una intensidad que delataba su lucha interna, cada golpe y movimiento parecía estar cargado con la frustración y la furia que había estado conteniendo.
Lena se detuvo por un momento para observarlo, su corazón latiendo con fuerza al ver al hombre que amaba tan agitado.
—Aidan... —Llamó su nombre suavemente, y él se detuvo de inmediato, girando hacia ella con una expresión que pasó de sorpresa a alivio en cuestión de segundos.
—Lena —dijo, dejando caer las armas que sostenía y caminando rápidamente hacia ella—.
¿Estás bien? No pensé que vendrías tan pronto... Lena sonrió suavemente y dio un paso hacia él, tomando sus manos entre las suyas.
—Estoy bien, Aidan. Más que bien, en realidad. Quería hablar contigo... hay algo que debo contarte.
Aidan frunció el ceño, preocupado por el tono serio en su voz. Se agachó ligeramente para quedar a la altura de sus ojos, buscando alguna pista en su expresión.
—¿Qué sucede, amor? ¿Hay algo que no me hayas dicho? Lena asintió, apretando sus manos con fuerza.
Respiró profundamente antes de hablar, sabiendo que lo que estaba a punto de decir cambiaría sus vidas para siempre.
—Estoy embarazada, Aidan —dijo finalmente, sus palabras saliendo en un susurro—.
Vamos a tener dos hijos. Por un momento, el mundo pareció detenerse para Aidan. Sus ojos se abrieron con incredulidad, y la expresión en su rostro pasó de sorpresa a una mezcla de emoción y preocupación.
Soltó una risa incrédula, casi como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
—¿Estás... estás segura? —preguntó, su voz temblando ligeramente. Lena asintió, sonriendo con ternura.
—Sí, estoy segura. Lo descubrí hace poco, y por eso hice un ritual con mi madre para protegerlos.
Quería asegurarme de que estuvieran a salvo antes de decirte nada.
Aidan la miró fijamente por un largo momento, antes de tomarla en sus brazos con una fuerza que reflejaba todo el amor y el miedo que sentía.
Lena pudo sentir el latido acelerado de su corazón contra su pecho, y supo que él estaba tan abrumado como ella por la noticia.
—No puedo creerlo... —susurró Aidan, sus labios rozando el cabello de Lena mientras la abrazaba con fuerza—. Vamos a ser padres.
Lena cerró los ojos, permitiéndose disfrutar de ese momento de conexión entre ellos. Sabía que había mucho que enfrentar, pero en ese instante, solo quería aferrarse a la esperanza y la alegría que compartían.
—Sí, Aidan. Vamos a ser padres. Y haremos todo lo que esté en nuestras manos para proteger a nuestros