En una sociedad machista nuestra protagonista, Johanna Mendieta deberá elegir entre el amor y cumplir las expectativas de la sociedad. Conocerá a un hombre que le demostrará qué para el amor no hay edad.
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Capítulo 22
Después de visitar a la ex de Enrique me doy cuenta de que no será un obstáculo para logar mi objetivo. Esta más que claro que ella ya no tiene ningún interés en él.
Necesito que la hija adolescente regrese a vivir con su mamá para tener el camino libre y manipular a Enrique a mi antojo.
Él tiene aspiraciones políticas y yo también, como abogada tengo más posibilidades de obtener una candidatura a largo plazo.
Aquí la gente sigue siendo muy conservadora,.pero soy inteligente y eso juega a mi favor.
Muy pronto planeo conocer a mi futura hijastra, no va a tardar en querer volver con su mami.
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Los últimos días han sido por demás estresantes. Mis padres no dejan de cuestionarme por el divorcio y la noticia ya se ha propagando en mi círculo cercano.
Ver a Johanna siempre acompañada de ese tipo, le enerva. Nunca antes sentí este tipo de celos y menos hacia ella. Lo peor es que ni siquiera niega la posibilidad de iniciar una relación con él.
Por otro lado está Ana qué no deja de insistir. Disfruto muchísimo la intimidad con ella, pero soy consciente de que no tiene madera de esposa.
Yo necesito a mi lado a una mujer qué pueda moldear, que nunca me robe la atención y sobre todo que este dispuesta a sacrificarse por un bien común.
Esa mujer era Johanna, mi error fue haber aceptado la separación. En esos años la verdad es que ya no soportaba estar en casa, necesitaba un poco de libertad.
No imaginé que ella se sentiría tan cómoda sin mí y mucho menos que pudiese hacer prosperar su negocio. Tenía la seguridad de que vendría a mí pidiendo que volviera a casa, más no fue así.
Es fin de semana y al Mariela estar castigada, y tener a Luisito conmigo yo también debo quedarme en casa con ellos. Por lo menos es un buen pretexto para mantener alejada a Ana.
- Papá, podemos ordenar pizza.
- Mariela, es sábado.
- No me apetece nada más, vivo encerrada y tampoco puedo comer lo que me gusta. Además, siempre estoy sola, tú siempre estás trabajando.
- Para con las quejas. Ordena la pizza. Voy a estar en mi despacho trabajando un rato. Toma dinero de mi cartera para pagar. Avísale a tu hermano cuando llegue la comida.
- Gracias, papi.
Me concentro en revisar algunos documentos, el timbre de la puerta suena con insistencia y Mariela no atiende, debe de estar usando los audífonos y por eso no escucha. Luisito seguro esta pegado a la consola de video juegos.
Me incorporo molesto, tomo dinero para pagar la comida y abro la puerta.
- Hola, amor. Vine a comer contigo- dice Ana y me besa.
- ¿Por qué diablos vienes sin avisar? Estoy con mis hijos y ellos no pueden vernos juntos.
- No entiendo tu afán de mantenerme en las sombras ahora que eres un hombre libre- vuelve a besarme.
- ¿Qué significa esto, papá? ¿Quién es esta mujer?- cuestiona Mariela a los gritos.
- Hija, déjame explicarte. Vete Ana.
- Hermosa, permiteme presentarme- dice Ana mientras ingresa al apartamento.
- Ana, te dije que te marches.
- No, quiero escuchar lo que "Ana" tiene que decir.
- Mariela,Tuete a tu habitación ¡ahora!
En ese momento aparece mi hijo que seguramente ha escuchado los gritos.
- No, papá. Si tú no eres capaz de explicar lo que sucede, que lo haga ella. Lusito y yo tenemos derecho de saber lo que sucede.
Mi hijo la observa intrigado, no entiende lo que pasa.
- Es muy simple, hermosa. Tú papá y yo somos novios y muy pronto vamos a casarnos. Quiero que tu hermano y tú me conozcan y vean en mí a una amiga. Después de todo seremos familia.
- ¿Es eso cierto, papá?
- Claro que no. Deja de mentir Ana.
- Amor, hace mucho que estamos juntos y ahora que por fin te has divorciado puedes darme el lugar que merezco.
- No lo puedo creer, papá. Juzgue a mamá tan mal. No quiero seguir contigo, me voy con mi mamá. Luisito, ¿te vas conmigo o te quedas?
- Mariela, no podemos salir solos a la calle- responde mi hijo.
- Entonces, quédate. Yo me voy.
- Espera, Mariela.
Mi hija sale corriendo del apartamento, Ana se interpone y me impide seguirla.
- Déjala, amor. Es mejor que vaya con su madre.
- Lárgate, Ana.
Tomo mis llaves y mi teléfono y saco a esta mujer a empujones de mi apartamento. Necesito encontrar a mi hija antes de que le cuente todo a Johanna. Mi hijo y yo subimos al auto y comenzamos a buscar a su hermana.
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Antonio y yo estamos enredados entre las sábanas, fue a buscarme para salir a comer y la verdad es que nos fuimos directo al postre.
- A este paso vas a acabar conmigo.
- No puedes culparme, me tienes loco.
- ¿Piensas alimentarme o tenerme el resto del día en la cama?
- Ambas cosas, voy a ordenar la comida y comeremos en la cama.
- No, prefiero salir de aquí o se te va a olvidar qué necesitamos recuperar energías.
- Ok, bonita. Vamos a ordenar, ¿qué te apetece?
- Hamburguesas y papas fritas.
- Perfecto, tus deseos son órdenes.
Me besa y se levanta para caminar hacia la ducha, ni loca me ducho con él. No comeríamos nunca. Cuando sale toca mi turno. Salgo de la ducha y me visto, él me avisa que la comida ha llegado.
- Tanto era tu temor, que no quisiste ni ducharte conmigo.
- No es temor, es precaución. Eres insaciable.
- Simplemente, me encanta estar contigo y de momento solo te puedo tener los fines de semana, así que debo de aprovechar bien el tiempo.
- Imagínate si viviéramos juntos, pareceríamos conejos.
- Si por mí fuera te haría el amor cada día por el resto de mi vida.
- Ay amor, siempre dices cosas tan lindas.
- ¿Me llamaste, amor?
- Sí- respondo tímidamente, fue algo que dije sin pensar.
- Me encanta- dice con una sonrisa, se levanta y se acerca a mí- quiero ser tu amor, tu todo porque tú eres eso y más para mí.
Toma mis manos y me ayuda a levantarme de la silla, me atrae a su cuerpo y se apodera de mis labios. La pasión crece al instante.
Nuestras manos están ávidas de sentir el cuerpo del otro y la ropa comienza a salir volando, quedando regada por el suelo.
Me levanta en vilo, enredo mis piernas en su cadera y mis manos se entrelazan en su nuca. Reparte besos en mi cuello y en mis hombros.
Camina hacia la habitación y al llegar me lanza sobre la cama, ya solo me cubre la ropa interior qué con habilidad retira para dejar mi cuerpo a su merced.
Deja un camino de besos desde mis labios hasta llegar a mi intimidad.
- Quiero probarte- susurra con voz ronca lleno de deseo.
Me limito a asentir, mi voz me ha abandonado. Sentir su aliento tan cerca de esa zona tan sensible me hace estremecer.
Cuando su lengua me recorre el placer se incrementa, la sensación es muy intensa, mis manos se cierran en un puño aferrándose a las sábanas.
En el pasado no disfrutaba de este tipo de actividades y ahora estoy a punto de llegar al clímax. Mis gemidos salen sin control y él sabe bien lo que se avecina.
Continúa con su labor y en cuestión de segundos me regala uno de los orgasmos más intensos de mi vida.
- Eres absolutamente deliciosa- me besa y se acomoda entre mis piernas.
Ambos estamos deseosos por sentirnos, no esperamos más y unimos nuestros cuerpos.
No me reconozco, el deseo que siento es incontrolable. Únicamente, quiero sentirlo dentro de mí y cuando eso sucede pierdo completamente el control.
Me muevo exigiendo más y él no duda en darme lo que quiero. Mi cuerpo está tan sensible después de tanta actividad que llego casi de inmediato al cielo.
Cuando él me siente llegar, se deja ir con una intensidad increíble.
- Mañana no podré levantarme- exclamó con la voz entrecortada
- Todavía tenemos toda la noche por delante- responde y sigue aacariciándome
- Antonio, detente- le pido en un susurro y mi voz delata el placer qué estoy sintiendo.
- ¿Estás segura? Tu cuerpo me pide otra cosa.
Mi celular suena e interrumpe el memento.
- Debo atender, amor.
Me enredo en la sábana y me levanto, dejándolo totalmente descubierto.
- Si lo que querías era mirarme desnudo, solo tenías que pedirlo, no llevarte la sábana- bromea divertido.
- Shhh, voy a responder.
En la pantalla veo el nombre de Enrique, ¿ahora qué sucedió?
Ojalá se separe de Antonio porque la verdad no lo merece