Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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Corazón herido
Renji
–Vamos a un lugar relajado, ¿verdad? –pregunta nerviosa–. No voy vestida para algo elegante.
Dejo de vigilar el camino por unos segundos para responderle. –Te ves preciosa, Emma –digo antes de volver mi vista al frente y seguir manejando.
No sé por qué se siente insegura. Va preciosa. Lleva una falta gris, que se pega a las curvas de sus caderas y trasero, y la blusa verde hace resaltar sus hermosos ojos.
–Eso no responde mi pregunta –insiste.
–Solo te diré que estaremos solos.
–¿Solos? –pregunta agudamente.
–Sí, mandé a cerrar el restaurante para nosotros dos. Creo que tenemos muchas cosas que conversar, ¿no lo crees?
–¿Sobre Dylan? –pregunta luciendo casi esperanzada.
–Sobre nosotros –le aclaro.
Emma jadea y luego mira hacia la ventana, nerviosa.
Mierda. Quizá estoy haciendo esto mal, pero estoy ansioso por saber si lo nuestro tiene alguna oportunidad. Porque si no lo tiene prefiero saberlo ahora y evitar que la pequeña ilusión que está naciendo dentro de mí se eleve demasiado alto.
Todos sabemos que las caídas son más dolorosas cuando subes más alto. Y algunas caídas son mortales. Solo espero que la mía no lo sea.
Cuando veo el restaurante con forma de barco me estaciono cerca de la entrada.
–Me gusta mucho este restaurante –dice con una sonrisa tímida y juro que siento como mi corazón es apretado dentro de mi pecho.
Es doloroso y maravilloso al mismo tiempo.
Emma abre la puerta y yo la detengo. –Es una cita –le recuerdo–. Y un caballero siempre le abre la puerta a su cita.
Emma vuelve a sonreír y tengo que luchar contra el impulso de besarla. Se ve preciosa con sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillando con diversión y algo más, que espero sea anhelo.
Me muevo rápidamente y le abro la puerta. Emma coloca su pequeña mano en la mía y ambos sonreímos como unos niños en su primera cita.
Pero esta es mi primera cita, y es así como me siento, como un joven enamorado y aterrado de que su chica no sienta lo mismo.
Tomo su rostro entre mis manos y dejo un suave beso sobre sus labios y luego beso la comisura de su boca y recorro con mis labios desde su barbilla hasta su pómulo, para finalmente dejar un beso sobre su frente.
Las manos de Emma se aferran a mi cadera antes de suspirar.
–Renji –susurra con los ojos cerrados.
–No sé cómo terminará esta noche, pero no quería perder la oportunidad de poder besarte al menos una vez más.
El pecho de Emma comienza a subir y bajar rápidamente, no sé si por miedo o por excitación.
Sube sus manos y toma mi rostro entre las suyas con delicadeza. Me sonríe y luego acaricia mi mejilla con la misma ternura que lo hace con nuestro hijo. Mis ojos se cierran al sentir el dulce tacto de su piel.
Nunca nadie me ha tocado así jamás. Mi corazón comienza a latir a toda velocidad en mi pecho al sentirme querido por primera vez en mi vida.
Lo único que puedo hacer es agradecer que mi hijo pueda sentirse así todos los días, porque yo sé lo que le hace a un niño crecer sin amor; lo mata lentamente.
Apoyo mi frente en la suya y gruño.
–Me gustaría poder detener el tiempo –digo con temor a lo que pasará después–. Me haces sentir tanto –suelto y luego me arrepiento–. Mierda, lo siento, no quise decir…
Coloca un dedo sobre mis labios. –Me pasa lo mismo –susurra y siento como un peso que tenía en mi pecho se desvanece con esas palabras–. Pero tenemos que hablar –agrega y ese peso vuelve a posarse sobre mi pecho nuevamente.
Asiento, porque Emma tiene razón. Hay mucho en juego. No podemos equivocarnos, Dylan está primero.
Dejo un último beso sobre su frente antes de alejarme del calor de su cuerpo y cerrar la puerta.
–¿Lista?
Asiente con firmeza. –Lista.
Entramos al restaurante y la ayudo a sentarse. Ambos le pedimos al hombre que se nos acerca que nos traiga la recomendación del chef. Ninguno quiero tomarse el tiempo de revisar la carta.
–Buena decisión –dice antes de volver a la cocina.
Nos miramos por varios segundos, sin atrevernos a hablar, sin atrevernos a terminar con la paz que se siente a nuestro alrededor.
–Gracias por enseñarle a nadar a Dylan –dice con una sonrisa, rompiendo el agradable silencio–. Hace mucho tiempo que no lo veía tan ilusionado con algo.
Sonrío al pensar en mi pequeño. –Aprende muy rápido.
–Es un chico listo –devuelve–. En eso se parece a su padre.
Tomo su mano. –También se parece a ti, Emma. Espero que nuestro hijo algún día comprenda lo afortunado que es de tenerte como madre.
Sus ojos miran la servilleta sobre el mantel blanco. –He cometido tantos errores. Cuando Dylan crezca comprenderá todo lo que le quité –susurra con temor–. Me odiará.
–No lo hará –contradigo–. Tú lo dijiste, Dylan es listo, entenderá por qué lo hiciste y si no lo hace yo estaré ahí para hacerle entender que todo lo que hiciste fue pensando en él.
–Él te necesitaba, Renji, fui tan injusta.
–Lo hacía y yo también lo necesitaba, pero ahora nos tenemos, Emma.
–Cuatro años –susurra mientras sus ojos se llenan de lágrimas–. Debí hacer las cosas diferentes.
–Tenías razón –digo–. Siempre la tuviste. En ese entonces no estaba listo para ser padre, Emma. No creo que hubiese tomado bien la noticia, hiciste lo correcto.
–Lo dices porque quieres consolarme.
Sonrío con tristeza. –No lo hago. Estaba roto, tenía tanto odio dentro de mí…–callo al recordar el día que mi madre murió–. Fue mi culpa.
–¿Tu culpa?
–El fallecimiento de mi madre –declaro–. Necesitaba una terapia especial. Una terapia que yo no le proporcioné –continúo–. Soy el responsable de su muerte –reconozco–. Odiaba verla cada día, odiaba cómo me hacía sentir, como si fuera nada, tan solo un error que no solucionó a tiempo.
–No eres un error –dice tomando mis manos, que estaban cerradas en puños–. Eres importante y eres amado, Renji. Esa mujer no merece ser llamada madre.
–Su agonía fue larga y dolorosa, pensé que me haría sentir mejor, pero…
–Te hizo sentir como ella.
Asiento, sorprendido de que pueda entenderme tan bien.
–Y luego, cuando finalmente murió, sentí un vacío enorme, un vacío que me estaba consumiendo. Si no fuera por mis amigos…–callo–. Mi madre fue una mujer cruel, pero yo lo soy más.
–No lo eres.
–Lo soy. Tú lo dijiste, mato por deporte.
–A tus enemigos –replica–. No lastimarías a las personas que amas. No lastimarías a Dylan.
–Pero lo hice.
–Eso no cuenta –devuelve con firmeza–. Fue un acto inconsciente, Renji, no querías lastimarlo, querías defenderlo porque lo amas. Mírame a los ojos y dime si serías capaz de lastimar a tu hijo.
Miro sus hermosos ojos tratando de encontrar una respuesta, y la encuentro. No, nunca podría lastimar a Dylan y tampoco podría lastimar a la mujer frente a mí.
Sonríe. –Ahí tienes tu respuesta.
–No he dicho una palabra.
–No hace falta, Renji, puedo verlo en tus ojos. No lo lastimarías porque lo amas. Y tampoco podrías hacerlo conmigo, ¿verdad? –pregunta en un susurro.
–Nunca te lastimaría, Emma –le aseguro y decido lanzarme al vacío de cabeza. Sin casco. Aquí. Esta noche y en este restaurante–. Te amo.
Puede que me arrepienta de dejar salir esas palabras, pero ya no podía retenerlas, no cuando la tengo tan cerca. No cuando lo único que quiero es gritarle que la adoro con todo mi corazón herido.
–No tengo mucho que ofrecerte –agrego–. Mi corazón fue destruido cuando era un niño, pero sea lo que sea que está aquí dentro –digo tocando mi pecho–, es todo tuyo, cariño. Es tuyo para siempre.
Emma deja de respirar y yo también.