El Viaje

Cristina se había instalado en una pensión, donde intentaba asimilar todo lo que le había ocurrido en un corto espacio de tiempo. La joven, que vivía sola, sin familia, sin nadie, y que luchaba por terminar la universidad, conciliando estudios y trabajo, fue casi agredida por su novio —quien ni siquiera la quería de verdad—, salvada por Gael y descubre una conexión con él, que se revela como un lazo de vidas pasadas. Aunque ella creía en la reencarnación, no dejaba de ser un shock, una gran novedad para ella.

Tratando de seguir con su vida, ya que no podía permitirse parar, tenía que avanzar e intentar asimilar todo a su alrededor. Cristina procuraba seguir adelante y ver adónde la llevaría la vida de nuevo. Sí, sentía la conexión con Gael, pero necesitaba superar sus traumas. Necesitaba saber si este vínculo, incluso con ese sueño del más allá, tenía realmente un propósito.

—Dios mío... Si ese sueño es real, si Gael y yo estamos destinados el uno al otro, inevitablemente nos reencontraremos. Nadie escapa al destino planeado. Por ahora, tengo que centrarme en mis estudios, mi carrera, mi independencia por la que tanto lucho y que mi madre y mi padre siempre soñaron: verme graduada, tener éxito en la vida... Estoy apenas en el inicio de la escalada... Si hay vida después de la muerte, sé que ellos me están viendo desde algún lugar y quiero darles mucho orgullo —dice Cristina.

Y así, la joven se dirige a su universidad, para enfrentar un día más de luchas.

Al llegar a la facultad, sucede algo que lleva varios días ocurriendo: es observada, después de la muerte de Mauro, con miradas de juicio, principalmente por el grupo de "playboys", amigos de Mauro, algo que ella ignora, yendo directamente a su aula.

Marcelo, el mejor amigo de Mauro, llevaba días observándola. Él decide acercarse a Cristina antes de que ella llegue a su sala, bloqueándole el paso.

—¿Puedo hablar contigo? —pregunta.

—No, no puedes —responde Cristina ásperamente.

—¿Qué pasa, Cris? Yo era el mejor amigo de Mauro...

—Por eso mismo... Una de dos... Siendo su amigo, significa que eres tan malintencionado como él, así que o quieres vengarte de mí como su madre, insistiendo en la tontería de que yo lo maté, cuando en realidad, ¡yo fui la víctima! O eras uno de los que esperaba el videíto del abuso que se iba a cometer contra mí...

—Cris... Por favor, mira, te confieso que sabía de la idea de los chicos. Incluso intenté quitarle la idea de la cabeza a Mauro, te lo juro. Soy un tipo duro, no lo niego, pero nunca estuve de acuerdo con todo lo del grupo...

—Me alegro por ti, Marcelo, ahora quítate de mi camino, por favor... Me estás molestando... —dice Cristina.

—Está bien, discúlpame... Eh... Solo quería decirte que, si me necesitas, puedes contar conmigo. Estoy de tu lado... —dice Marcelo.

Cristina lo mira a la cara y le responde:

—Gracias, pero... No necesito tu ayuda, ni la de nadie relacionado con Mauro. Con él murió mi ingenuidad y mi capacidad de ser tonta para creer en la gente.

Marcelo se aparta de su camino, y ella pasa a su aula.

Él sonríe irónicamente y se va con sus amigos.

—¿Y qué? ¿Qué conversabas con la gata? —pregunta uno.

—Por ahora nada, solo estoy intentando acercarme a ella, solo eso... —responde Marcelo.

—¿Acercarte...? ¡Claro! ¡El tipo es un rompe-ojos (traidor)! ¡Como si no supiéramos lo que quieres con ella!

—Ella va a ser mía... Va a ser una más de mi colección... Por las buenas o por las malas, ella será mía... —dice Marcelo con una mirada llena de maldad y el corazón lleno de deseos profanos.

Pero de lejos, el espíritu de Helena observaba la situación. Ella estaba siguiendo a Cristina para intentar que la joven creyera en el sueño que había tenido y llevarla junto a Gael. Helena ve y escucha lo que Marcelo y su grupo habían acordado entre ellos. Más que eso, Helena ve espíritus malos, seres inferiores, cerca de Marcelo. Esos espíritus inferiores eran ciertamente atraídos por los pensamientos que tenían, por los sentimientos y vicios que alimentaban.

—Dios mío... Es lamentable ver que jóvenes con un futuro prometedor, con tantas oportunidades, estén en este estado, que se dediquen al mal... Pero así es la vida, el ser hoy ignorante, habrá de convertirse en un ser de luz algún día a través de las reencarnaciones y de sus experiencias en cada una de ellas... Necesito vigilar a este grupo y hacer que Cristina regrese junto a Gael... —dice Helena.

El espíritu de Helena atraviesa entonces la pared y encuentra a Cristina, aislada en una silla en el aula de la facultad. Los pensamientos de Cristina se vuelven hacia aquel día: la imagen de Mauro persiguiéndola, el miedo, el pavor, la rabia y la impotencia... Sentimientos que Cristina luchaba por esconder dentro de sí y que comenzaban a emanar una vibración negativa. Helena sabía que tenía que actuar. Esa energía que emanaba de ella pronto atraería a espíritus inferiores que se aprovecharían de su estado para alimentar esos sentimientos.

Helena se acerca a Cristina y le dice al oído:

—¡Fuerza! ¡Has pasado por tantas cosas hasta aquí! Ya superaste tantos obstáculos... Tu madre, tu padre... ¡Ellos están velando por ti! Cristina, tienes que ser fuerte, necesitas seguir adelante, ¡todo es cuestión de elección! Puedes elegir entre superar la tristeza o entregarte a ella; pasar la página o seguir atrapada en la página de un libro, sin saber el final feliz que hay más adelante. ¡Todo es una elección tuya, no estás sola! —dice Helena.

Cristina siente un escalofrío, una fuerza que la envuelve... Aunque no escuchaba las palabras de Helena, esas palabras eran acogidas en su corazón y ella entonces comienza a sentirse bien... Envalentonada