“Lo expuse al mundo… y ahora él quiere exponerme a mí.”
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Capitulo 19: La esclava y el tirano
_Media hora después _
Isabella Fernández corría de un lado a otro cumpliendo con las absurdas órdenes físicas de Damián Montengro. Mientras subía escaleras, llevaba cajas y entregaba recados, no podía evitar pensar:
—Qué persona tan tirana… y cambia las reglas como le da la gana…
Regla número uno hacer caso en todo eres mi esclava_ Mientras imitaba a Damián _ Solo eres un un unnn CABRON con falta de atención _
Dijo en voz alta .
En eso, Isabella pensaba que se le escapó sin querer. Fue breve, pequeña, pero suficientemente fuerte para que ella misma se sorprendiera. e Instintivamente se tapó la boca:
—¡No puede ser! —susurró con ojos grandes—. ¡Yo no hablo así! Este tipo me saca de quicio…
Pero Isabella no sabía que Damián la había escuchado.
—¿Mujer… a quién insultas con esa pequeña boca? —dijo él, acorralándola contra la pared. Su cara estaba tan cerca de la de ella que Isabella sintió un calor extraño recorrerle todo el cuerpo y un hormigueo en las manos.
Su respiración se volvió rápida y su corazón latía con fuerza. Cada segundo parecía eterno. Isabella tragó saliva, tratando de pensar en algo que decir, pero sus palabras se atascaban en su garganta. Justo cuando pensaba que estaba atrapada, la campana sonó.
—¡Eso es…! —Isabella aprovechó el momento, empujando a Damián lo suficiente para soltarse y salió corriendo del aula. Su mente estaba en caos: lo que había pasado en la casa de Damián, la forma en que la acorraló, su expresión… todo la tenía nerviosa y confundida.
En el pasillo, Isabella respiraba con fuerza, tratando de calmarse.
Mientras tanto Tomas Que había presenciado todo se acercó a Damián ,con una sonrisa burlona:
—Vaya, Damián… ¿qué hacías con ese pobre conejito? —se rió—. ¿Te lo ibas a comer?
Damián giró hacia él con el ceño fruncido, evidentemente molesto:
—No te interesa.
—Oh, vamos… —dijo Tomas, acercándose—. ¿Acaso te has vuelto blando? El Damián que yo conozco habría destruido a cualquiera y no habría dejado ni pedazos… y ahora solo la tienes haciendo recados. ¿Te gusta esa mujer, eh?
Damián se tensó, la mandíbula apretada y los ojos brillando con una mezcla de enfado y control:
—No te metas. Al final, es solo una niña.
—Nunca te había visto discriminar antes —bromeó Tomas, sacando una ceja—. Me sorprende que Damián Montenegro se muestre así… ¿la señorita Fernández te tiene tan alterado que ni siquiera tu rigor habitual puedes aplicar?
Damián no respondió, pero su mirada lo decía todo: estaba irritado, intrigado y, sobre todo, obsesionado con que Isabella siguiera sus órdenes al pie de la letra. Tomas solo se echó a reír, viendo cómo Damián se convertía en un hombre completamente diferente frente a ella.
Mientras tanto, Isabella se escondía detrás de una esquina, intentando recuperar la calma. Sus manos temblaban un poco y cada vez que recordaba la cercanía de Damián, un calor extraño le recorría todo el cuerpo. Se sentía humillada, pero también sorprendida de la intensidad con la que la miraba.
—Respira, Isa… respira… —susurró para sí misma—. Solo son órdenes… solo son órdenes…
Y mientras ella trataba de calmarse, Damián volvía a su postura rígida, decidido a mantenerla bajo su control, aunque Tomas seguía burlándose y comentando cada movimiento del “heredero perfecto”, dejando claro que todos podían notar cómo Isabella había alterado incluso a Damián.