¿Qué pasa cuando un personaje de novela antigua transmigra al mundo moderno? Esta es la divertida historia de una villana adaptándose al progreso. Es como invitar un neandertal a casa
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Un mundo nuevo
Dalia seguía atenta a la tele. Rosa la miraba con ternura, su preciosa hija estaba viva y eso era lo importante, lo demás eran detalles. Ya volvería a ser la misma en algún momento. Había oscurecido del todo y la habitación estaba en la penumbra, solo las luces del pasillo y el resplandor de la televisión aportaban algo de claridad. Interrumpió a Dalia.
- Cariño voy a encender la luz, ya está oscuro y no es bueno para tu vista ver la tele en estas condiciones.
Cómo Dalia estaba concentrada viendo en la televisión un documental sobre civilizaciones perdidas, no prestó atención a los que la mujer decía y para que ya dejara de molestar le largó un está bien, como el que no quiere la cosa.
-¡Dios! ¿Qué fue eso? Se hizo de día de pronto.- Miró azorada a todas partes.- Este mundo sí que era raro. Señora maga que corta es la noche aquí.
- ¿Por qué dices eso cariño?
- Es que ya vuelve a ser de día. ¿Usted no ve?
- No mi vida, sigue siendo de noche. Lo que pasa es que he prendido la luz.
- Ah, ahora entiendo usted ha usado su magia. Es una maga asombrosa y muy poderosa.- dijo con verdadera admiración. A Rosa se le colmó la paciencia y le dijo:
- Dalia, deja ya de decir tantas locuras. !Qué maga, ni qué ocho cuartos! Ven, te voy a mostrar que no hay nada mágico en encender la luz. - Dalia no se hizo de rogar e inmediatamente estaba al lado de Rosa. Esta, al ver a su hija cerca le cogió la mano y le puso el dedo índice en el interruptor. - Aprieta así. Ves, es de noche.
- ¡Guao! ¡Es de noche!- y sin querer el dedo se le resbaló y volvió a prenderse la luz.- ¡Vaya ahora es de día! ¡Oh, Dios mío esto es increíble señora maga!- y siguió encendiendo y apagando la luz mientras decía:- Es de noche, es de día, es de noche, es de día.
- Dalia para ya. Sí es de noche y de día, pero deja el interruptor que vas a fundir las luces hija. - como si con ella no fuera, allí estaba Dalia entusiasmada con la novedad apretando el interruptor a lo loco como si de las teclas de un piano se tratara. Rosa al ver que no lograba nada la dejó por imposible y se sentó agotada en la silla hasta que la chica se cansará o las luces aguantarán. Ya hasta estaba mareada con el enciende y apaga, parecía que estaba en una discoteca.
La enfermera de guardia abrió la puerta intrigada por aquella intermitencia luminosa. Pensaba que quizás alguno de los tubos se había fundido, pero se encontró con el panorama de la madre despatarrada sobre la silla con las energías agotadas y a la loquita encendiendo y apagando la luz. No pudo evitar soltar una carcajada 🤣 con mirada culpable hacia la progenitora de la paciente. Recobró la compostura y preguntó con el tono más profesional que pudo.
- ¿Señorita qué está haciendo?
- ¿Es qué no ve? Hago magia. Mire le muestro. - y la tomó de la mano arrastrando a la divertida enfermera hasta pararla frente al interruptor. - Observe con cuidado, si hago así es de noche. Ve. Y si hago así, se hace día. ¿A qué es asombroso? - la enfermera observó a la madre y luego a la muchacha y por más que trató de contenerse perdió la batalla consigo misma y terminó estallando en carcajadas nuevamente, mirando con ojos de disculpa a la madre, pero esta se le unió en el momento hilarante. Dalia se las quedó mirando sin entender qué era tan gracioso, pero como aquello no le importaba se volvió hacia su nuevo juguete favorito y tornó a encender y apagar la luz. Desde el pasillo las personas pasaban sorprendidas ante tal alboroto en un lugar tan solemne.
Una hora después Dalia se aburrió de hacer el día y la noche y se fue de nuevo a la cama. La señora maga se había dormido al lado y la plebeya loca esa, que reía sin sentido, también se había marchado. El televisor seguía andando y en eso concentró su atención nuevamente. Este mundo nuevo era fascinante y ella tenía mucho que aprender. Tres horas después entró nuevamente a la habitación la enfermera todavía sonriendo de las locuras inofensivas de aquella paciente. La encontró rendida en el medio del desorden de objetos más insólito acaparado por la muchacha durante el transcurso del día. Allí estaba junto a ella en la cama una barra de creyón, un frasco de perfume, desodorante, jabón, champú, acondicionador, una carpeta blanca y el famoso espejo que se había vuelto una anécdota viral, dentro del personal hospitalario.
Con cuidado de no despertarla, tomó el espejo y lo colocó en su lugar del baño. Acomodó así mismo todos los elementos del aseo. Puso en la repisa bajo el espejo del conflicto los pomos de champú y acondicionador, el desodorante y el creyón. En la jabonera de la ducha colocó el jabón y cambió las toallas. Cuando terminó de ordenar el baño regresó a la habitación y retiró la carpeta que colocó encima de la mesa de noche. Apagó la tele y también puso el control remoto junto a la carpeta. Tapó a ambas madres e hija. Suspiró satisfecha desde la puerta observando la habitación. Todo estaba en orden. Apagó la luz con una sonrisa traviesa en los labios y salió silenciosamente del cuarto cerrando tras de sí. Dejaba en los Brazos del Dios Morfeo a las inquilinas transitorías de la 312 y rezaba por qué no hubiera ningún nuevo incidente hasta que fuera relevada por la mañana.
Ese había sido un día duro sin dudas, en un hospital siempre lo era, pero también había sus recompensas como la de esa noche. Este incidente de la luz ya estaba anotado en las observaciones de la historia clínica de la paciente, que leería al otro día el Doctor Miranda, pero para ella seguiría siendo una anécdota divertida. Terminado su trabajo se reclinó en la silla giratoria y encendió el celular. Chismeó un rato con sus amistades por redes sociales y después abrió la novela "Eres solo mía", que tan popular se había vuelto desde que la loquita rescatada de la 312 decía ser la villana de la historia y se sumergió en la lectura, para pasar las horas de guardia que le quedaban.
En otra parte de la cuidad Sergio recordaba retirando escombros a cierta muchacha preciosa envuelta en una toalla que peleaba con una enfermera por un espejo y no pudo evitar sonreír. Mientras continuaba con su agotador trabajo. Tenía en el bolsillo todavía la foto que le había entregado la madre de la chica. La había convertido en un símbolo del triunfo sobre el abismo que le daba el aliento y la energía para seguir con esperanza. Mañana oficialmente se declararían fallecidos a las víctimas del accidente y se paraba la búsqueda y rescate. Paleó con más ahínco.
Otro hombre también pensaba en cierta loquilla, pero este de forma más profesional. Buscaba en Internet por los foros de psiquiatría lo más novedoso en tratamiento para pacientes con despersonalización. Cortó y pegó en un documento Word lo siguiente: Las personas con desrealización presentan una sensación de estar desconectadas de ellas mismas o del mundo. Esto puede resultarles extremadamente estresante, afectando significativamente su trabajo y la vida personal de los individuos. Alberto observó el texto y le vino a la cabeza un fragmento de la canción de Dodie Clark, una cantante londinense muy joven. Dónde describe perfectamente este trastorno. Un fragmento de la letra decía algo como "Paso mucho tiempo sintiéndome perdida. Siento como si no estuviera aquí realmente, como si viviera en un sueño".
La verdad él no podía definirlo mejor. Evocó la imagen de su paciente y a la memoria le llegó la escena del espejo e incidiosamente se quedó fija en las sensuales curvas de aquel cuerpo esbelto, envuelto en una toalla, pero qué estaba pensando. Se dio dos palmadas en la cara y volvió a concentrarse en el monitor. Ella era una paciente y merecía su respeto. -Bien Alberto concéntrate.- se dijo a sí mismo. Esta joven sufre trastorno de despersonalización, también llamado trastorno de desrealización. Se trata de un desorden que hace que sienta que no forma parte realmente de su vida, es como si su cuerpo estuviera disociado del ambiente y la realidad que lo rodea. Esta enfermedad mental puede causar una depresión severa, a medida que sus emociones, su empatía y su bienestar desaparecen y le ceden el paso al desapego y al distanciamiento de la vida cotidiana. Este trastorno es un tipo de desorden mental disociativo, es decir, altera la percepción de la realidad que tiene una persona.
Alberto copió y pegó está información en el documento que estaba confeccionando. Satisfecho del resultado imprimió. Sí, su paciente necesitaba toda la ayuda posible para no caer en depresión y él iba a brindársela por todos los medios conocidos.
Este es el Doctor en Psiquiatría Alberto Miranda
Nota de la autora:
Esta imagen fue tomada de Pinterest. No es mía. Como siempre pido apoyemos al artista original.
de raros como su amiga que a pesar
de todo va por su meta de acostarse con Mario le gusta
los villanos será que ella se lo quede lo amarre?