"Entre La Justicia Y El Deseó"

"Entre La Justicia Y El Deseó"

Capítulo 1: Primer día, viejos recuerdos

El sonido del despertador rompió el silencio de la habitación, seguido de un leve suspiro. Isabella Martínez se giró en la cama, cubriéndose el rostro con la almohada, deseando que el tiempo se detuviera solo unos minutos más.

El reloj marcaba las 6:30 a.m.

El primer día de clases.

Último año de preparatoria.

Y, según ella, otro año más de intentar no complicarse la vida… aunque en el fondo sabía que eso nunca era tan sencillo.

Con un poco de pereza, se sentó en la cama. Su cabello castaño caía en desorden sobre sus hombros, y sus ojos color miel se entrecerraron ante la luz que se filtraba por la ventana.

—Vamos, Isa… —se dijo a sí misma—, un nuevo año, una nueva oportunidad.

Se levantó, caminó hacia el espejo y se quedó observándose. A veces le costaba reconocerse: la niña que solía pasar tardes enteras dibujando en el parque ya no estaba. Ahora era una joven de 17 años, con sueños enormes y una sonrisa amable que, a veces, escondía más dudas de las que mostraba.

Mientras se vestía con el uniforme —falda a cuadros, blusa blanca y suéter azul marino—, su madre tocó la puerta.

—Isa, cariño, desayuna algo antes de irte —dijo con tono dulce—. No quiero que empieces el día con el estómago vacío.

—Ya voy, mamá —respondió, ajustando su mochila.

Bajó las escaleras y encontró la mesa servida. Pan tostado, jugo de naranja y el olor del café llenaban la cocina. Su madre, Claudia, le sonrió como cada mañana.

—Parece que estás nerviosa —comentó.

Isa se encogió de hombros.

—Un poco. Es mi último año, mamá. Y… no sé, siento que todo va a ser diferente.

Su madre la observó unos segundos más, con esa mirada que solo las madres tienen, antes de decir:

—Diferente no siempre es malo.

Isabella sonrió y asintió.

Al salir de casa, respiró el aire fresco de la mañana. El sol apenas asomaba entre los edificios, pintando el cielo con tonos dorados. Se colocó los auriculares, encendió su lista de reproducción favorita y comenzó a caminar hacia el instituto “San Miguel”.

El camino le resultaba familiar. Las mismas calles, los mismos árboles, el mismo kiosco donde solía comprar dulces cuando era niña… pero hoy, algo en el ambiente la hacía sentir nostálgica.

Quizás porque sabía que volvería a ver a alguien que había marcado su vida de un modo especial.

Lucas Rivera.

Su mejor amigo desde los seis años.

Su confidente, su apoyo, su sonrisa más sincera.

Y también, el chico que no había dejado de querer en silencio.

Pero hacía meses que no hablaban mucho. Desde que Lucas comenzó a pasar más tiempo con Sofía Delgado, las cosas se habían enfriado. Isa nunca lo dijo en voz alta, pero sentía que Sofía disfrutaba cada segundo de esa distancia.

Cuando llegó a la puerta del instituto, respiró hondo.

Todo parecía igual, pero las miradas, los grupos, los rumores de pasillo, le recordaron lo rápido que cambiaba la gente.

—¡Isa! —una voz familiar la sacó de sus pensamientos.

Se giró y lo vio: Lucas.

El mismo de siempre, con su sonrisa cálida, su cabello desordenado y esos ojos marrones llenos de vida.

—¡Lucas! —exclamó ella, sonriendo sin poder evitarlo.

Él la abrazó con fuerza, como si los meses de distancia desaparecieran de golpe.

—Te extrañé, enana —bromeó.

Isa rodó los ojos, fingiendo molestia.

—¿Enana? Sigo siendo más alta que tú cuando uso botas.

Ambos rieron. Por un momento, todo volvió a sentirse como antes.

Pero la ilusión duró poco.

Una voz femenina interrumpió la escena.

—Qué sorpresa verte tan feliz, Lucas —dijo Sofía Delgado, caminando hacia ellos. Su cabello oscuro brillaba bajo el sol, y su sonrisa… esa sonrisa que no llegaba a los ojos.

Isa sintió un pequeño nudo en el estómago. Sofía siempre supo cómo hacerla sentir incómoda sin decir demasiado.

—Hola, Isa —saludó Sofía con un tono cargado de falsa amabilidad—. Pensé que habías cambiado de escuela.

—No, sigo aquí —respondió Isa, forzando una sonrisa—. Y parece que tú también.

—Obvio, no me perdería mi último año —replicó Sofía, mirando de reojo a Lucas—. Hay demasiadas cosas por hacer… y personas por cuidar.

Lucas carraspeó, intentando suavizar la tensión.

—Vamos, chicas, es el primer día. No empecemos con eso.

Sofía lo tomó del brazo con naturalidad, demasiado naturalidad para el gusto de Isa.

—Tienes razón, amor —dijo Sofía, enfatizando la última palabra.

Isa sintió un leve escalofrío. No por celos… o al menos eso quiso creer.

Solo era incomodidad. ¿Verdad?

Durante las clases, la mente de Isa divagaba. Cada vez que miraba a Lucas, Sofía estaba allí, interponiéndose, sonriendo, actuando como si él le perteneciera.

Y aunque Isa intentaba concentrarse en sus materias, no podía dejar de pensar que algo no estaba bien.

Al terminar la jornada, guardó sus libros y salió al pasillo. Lucas la esperaba, pero antes de que pudiera acercarse, Sofía apareció otra vez, tomándolo del brazo.

—¿Vienes conmigo, amor? Dijiste que me ayudarías con el proyecto.

Isa bajó la mirada y fingió revisar su teléfono.

—No pasa nada, Lucas. Nos vemos mañana.

—Isa, espera—, dijo él, pero Sofía lo jaló suavemente.

Ella se giró y se fue caminando hacia la salida, respirando profundo, conteniendo ese vacío extraño en el pecho.

Mientras el viento le despeinaba el cabello, pensó que, quizás, tenía razón: este año sí sería diferente… solo que no de la forma que había imaginado.

Cliffhanger:

Cuando Isa cruzó la calle, una sombra la observaba desde la distancia.

Una voz masculina, apenas audible, susurró entre risas:

—Así que esa es Isabella Martínez… interesante.

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