Angélica, una mujer fuerte y determinada de 40 años, ha enfrentado la adversidad con valentía. Pero cuando siente que ha perdido su motivación y las ganas de seguir luchando por salir adelante, un inesperado encuentro con un apuesto hombre llega para cambiar su destino.
Axel es mucho más joven que ella, pero aunque es arrogante y poderoso, a sus 25 años su pasión y devoción la hacen sentir viva de nuevo.
¿Podrá Angélica dejar atrás sus cicatrices y creer en el amor nuevamente?
Descubre esta historia de amor, desamor y mucha pasión, donde la edad no es un obstáculo para encontrar la felicidad.
NovelToon tiene autorización de Angie de Suaza para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo Trece
El fin de semana llegó y con él, el afán de dos almas: una por salir adelante en la lucha de la vida y otra por hacer su marca relucir.
Angélica durmió hasta tarde, pues ese sábado debía trabajar en el restaurante "Las Pollitas", donde apoya a sus amigas Lissy, Mary y Sandra, ya que son los días en que hay más afluencia de turistas en el Mercado de San Antón ubicado en el barrio de Chueca, Madrid.
Al medio día llegó y sabía que no tenía hora de salida, pues hasta muy tarde los turistas que van a los bares del sector salen a buscar algo delicioso de comer. Su especialidad son las tapas que hacen con la receta tradicional madrileña y que todas preparan a la perfección.
Casi a las dos de la madrugada terminaron su labor y, como era tan tarde, Angelica se fue con las hermanas Cruz a su casa que queda a unas cuantas cuadras.
Elvira la mamá de ellas, adora a Angelica y siempre las espera con ella en casa por su seguridad. Además, al día siguiente deben volver al restaurante, pero ya la hora de cierre es más temprano.
Mientras que Angelica atiende mesas y prepara tapas, Axel está en su taller de confección junto a Marisolio, que ayuda a las costureras a elaborar los vestidos que para el miércoles deben de estar ya listos. Todo el fin de semana estuvo tan ocupado que no tuvo tiempo de extrañar a Angelica; además, todo se debía a que estaba tranquilo, ya que su musa estaba de nuevo trabajando en su emporio.
Llegó el lunes y Angelica, lo primero que hizo al llegar a la Complutense, fue matricularse. Ya por fin era una alumna de la prestigiosa universidad y en un mes estaría haciendo el taller de verano de su especialidad, que es arte romántico, y en septiembre empezaría su primer semestre.
Luego pasó a realizar el aseo de los talleres de arte plástico. Allí observó cómo los diferentes modelos se alistaban para posar ante los estudiantes. Se imaginó cómo serían los cuerpos de esos chicos y en su loca mente veía a Axel desnudo y ella plasmando su figura varonil en el lienzo.
Lamentablemente no podía quedarse así quisiera y hasta que ella no salió, no empezaron la clase. Obviamente, el streptease solo sería para los alumnos, pero ella pronto sería una expectadora en primera fila de esta sublime visualización.
A la una de la tarde terminó su trabajo, y como siempre a las carreras, salió hacia el Emporio Darko Luxure. Diez minutos antes de las dos, pasó su dedito que, después de varias colagenadas, está suave y sedoso y el lector de huellas le dio la bienvenida a su sitio de trabajo. Bajó al vestier de las empleadas y ya estaba la señora Ramóna esperándola.
—¡Doña Ramoncita! Hola, ¿me extrañabas? Menos mal que ya volví. —Angelica la saludó sarcástica y las demás chicas que a esa hora estaban en el vestier se rieron, hasta que Ramona con la mirada las cayó.
—Muy graciosa, Sosa. Ya veré cómo se le borra esa sonrisa cuando vuelva a cometer un error, que serán muchos. Y yo estaré ahí para reírme. —Ramona después de echar su veneno, se fue.
—Hola, Angelica, ¿cierto? —la saluda una de las chicas y Angelica le confirma que ese es su nombre—. Es un placer conocerte, mi nombre es Olga, ella es Nancy y ella es Arminda. Las tres somos las encargadas de los últimos pisos y tu asignación hoy será la del piso 21. Espero que te vaya muy bien; el jefe es un poco gruñón, pero solo haz tu trabajo bien hecho y él no se meterá contigo. —Olga le advirtió y Angelica solo le sonrió. Ella ya sabe cómo es el trabajo que al jefe le gusta que le hagan.
—Gracias, Olguita. Lo tendré en cuenta. —Angelica ya se ha cambiado y se dirige al piso asignado.
En el día hay menos trabajo; ya que en la noche hacen el aseo general a las oficinas y al piso. básicamente solo es limpiar si hay un reguero, hacer el café para el personal o hacer los mandados qué se necesiten.
Cuando Angelica llegó al piso 21, lo primero que hizo fue ir al cafetín a ver si la cafetera tenía café fresco. La revisó y ya no había, así que lavó la greca, cambio el filtro y se dispuso a preparar el café.
Axel esperaba con ansias que fueran las dos de la tarde; pasaron quince minutos y el motivo de su ansiedad no llegaba. Así que se puso a trabajar para mitigar su estrés; pensaba que no parecía el mismo hombre de una semana atrás que veía a las mujeres solo como algo más, no como algo importante. Y no porque Cinzia, su madre, no le importara, sino porque no quería apegos innecesarios, según él por una mujer.
A las dos y media no aguanto más y se fue a buscar a Angelica. Se preocupó que no se haya presentado, así que salió hacia el ascensor y un delicioso olor a café recién colado lo hizo dirigirse al cafetín. Allí estaba su musa de espaldas y él sin pensarlo se acercó y la abrazó por detrás dándole un beso en el cuello, haciendo dar un brinco a Angelica.
—Ay... ¡Axel, me asustaste! —Angelica dió un grito y le reclamó a Axel, el cual se quedó así, abrazándola y aspirando su aroma.
—Te extrañaba. Ven, vamos a mi oficina. —Axel tomó su mano, se la quería llevar para hacer de las suyas con Angelica.
—¡No! ¿Quieres que empiecen a hablar? Por mí muy rico, la verdad no me importa. Pero tú, debes cuidar tu imagen. —Era verdad, Axel cuidaba mucho su imagen y esto sería un escándalo si se llega a saber. —Más bien ve a tu oficina, que cuando esté el café te lo llevo.
Axel aceptó regañadientes y se marchó a su oficina a esperar a Angelica. Un rato después tocaron la puerta y Axel, emocionado, dio la autorización de entrar. Pero la que llegó con el café fue… Sarah.
—¿Quién te pidió que me trajeras un maldito café? —Axel le gritó a la flacuchenta histérico porque él quería que fuera Angelica.
—La señora del aseo se lo traía y yo lo recibí para entregárselo. —Sarah se excusaba y Axel la quería bautizar con el café así caliente como estaba.
—¡Lárgate antes de que te eche el café en la cabeza! —Sarah abrió sus ojos asustada.
En ese momento entró Marisolio a la oficina de Axel.
—Axelito, ¡no lo hagas! No le eches el café a la flacucha. —Ambos lo miraron asombrados de que esté defendiendo a Sarah. —Pásamelo, yo se lo echo por ti, no te vayas a quemar las manitos.
Sarah más bien salió corriendo de la oficina; ella sabía que Marisolio es capaz de tirarle el café así este hirviendo.
—¡Fuchi! Menos mal se fue esa patas de mirla que me cae tan mal. Oye, Axelito, vi afuera a la señora del viernes. La que necesitaba el finiquito. La ojos bonitos. La que entraste a la oficina ignorándome y que después te la... bueno ella.