Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
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Cap 21: Convencer o Coaccionar
Castello y Oscar se encontraban en una sala apartada del bullicio de la prisión, a solas, con el aire pesado y tenso entre ellos.
—¿Quién demonios es usted? ¿Por qué quiere hablar conmigo? —dijo Oscar, sus ojos fijos en Castello con desconfianza.
—Tranquilízate —respondió Castello, levantando las manos en un gesto conciliador—. No tienes por qué preocuparte. Vengo para darte una excelente noticia. Pero antes que nada, me llamo Castello. Es un gusto hablar con un gran peleador como tú.
Oscar lo analizó mientras tomaba asiento del otro lado de la mesa, su expresión dura y desafiante.
—Por favor, vaya al grano —dijo Oscar, frunciendo el ceño.
—Por supuesto —respondió Castello con una sonrisa confiada—. Verás, estamos por organizar un torneo en la prisión. Reclusos de otras prisiones vendrán a competir.
Oscar suspiró, claramente impaciente. Antes de que Castello pudiera continuar, lo interrumpió.
—¿Y yo qué tengo que ver en ese torneo que van a organizar?
—Queremos que haya espectáculo —dijo Castello, intentando mantener un tono persuasivo—. Y tú eres un gran peleador. Seguramente ganarás con facilidad.
Oscar lo miró fijamente, su desconfianza creciendo como una sombra oscura en su mente.
—Escúcheme —respondió con firmeza—. No tengo pensado subirme a un ring en este momento. Menos donde pelearán estúpidos reclusos en una prisión.
—¿Estás seguro? No es un torneo cualquiera —insistió Castello, acercándose ligeramente hacia él—. El ganador... obtendrá la libertad como premio.
Oscar lo miró por un momento, como si dudara si aquello era verdad o solo una ilusión para manipularlo.
—Deberías participar —continuó Castello, su voz suave pero firme—. Los otros reclusos no tienen tanto nivel como tú. Seguramente ganarás con facilidad. Esta es tu oportunidad.
La oferta quedó flotando en el aire, cargada de posibilidades y riesgos, mientras Oscar sopesaba cada palabra en su mente agitado.
—¿Y por qué demonios quieren que yo participe? —dijo Oscar con desconfianza, frunciendo el ceño mientras se cruzaba de brazos.
—Ya te lo dije. Cuestión de “espectáculo” —respondió Castello, manteniendo la calma.
Oscar se quedó en silencio, pensando cuidadosamente en las palabras de Castello. La idea del torneo le resultaba repulsiva, pero había algo tentador en ella.
—Piénsalo bien —continuó Castello, intentando captar su atención—. Tendrás momentos para entrenar, descansar y tendrás comida de mejor calidad.
Finalmente, Oscar se levantó de la silla, como si una chispa de determinación hubiera encendido algo en él. Castello lo observó con interés.
—No estoy interesado. Aunque el premio sea tentador, mejor denle o busquen a otro recluso la oportunidad de participar en el torneo.
Castello frunció el ceño, intentando mantener su persuasión intacta.
—¿Estás seguro de lo que dices? —preguntó con un tono casi desafiante.
—Sí, ya te lo dije —replicó Oscar con firmeza—. No tengo interés alguno en entrar en ese estúpido torneo.
Hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran hondo.
—Número uno: no entreno hace mucho tiempo. Dos: mi cuerpo no está muy bien físicamente. Tres: no tengo pensado subirme a un ring en estos momentos. Cuatro: estoy pensando en cosas más importantes y cinco: mi representante no tardará en liberarme pronto de aquí —dijo Oscar antes de dirigirse hacia la puerta.
Castello sintió una punzada de frustración, pero al mismo tiempo algo en las palabras de Oscar captó su atención. Antes de que Oscar pudiera abrir la puerta y marcharse, Castello lo interrumpió.
—¿Tu representante? —dijo con un tono curioso que ocultaba un destello de esperanza.
—Eso fue lo que dije —respondió Oscar sin mirar atrás mientras abría la puerta y se marchaba.
El guardia lo esposó con brusquedad y lo llevó nuevamente a su celda, dejando a Castello solo en la sala. Se quedó allí pensando; su plan no había marchado como esperaba, pero las palabras de Oscar resonaban en su mente como un eco persistente. No se daría por vencido; ya tenía un nuevo paso que seguir para lograrlo.
Mientras Oscar entraba en su celda nuevamente, se dejó caer en la cama, que no era nada cómoda. La fría superficie metálica le recordaba constantemente su encierro.
—Un torneo —suspiró frustrado—. Lo único que quiero es salir de este lugar, ver a Miranda y rehacer mi vida. No tengo intenciones de entrar en ese extraño torneo.
—Espero que David pueda sacarme pronto —dijo Oscar, mirando al suelo con desánimo.
Castello se dirigió nuevamente a la oficina del director de la prisión. Entró bruscamente y cerró la puerta con un golpe seco.
—Quiero hacerte una pregunta —dijo con determinación.
—Señor Castello, ¿qué es esa manera de entrar? —respondió el director, sorprendido—. ¿Cómo te fue con Oscar?
—Mal. Se resiste. No quiere participar en el juego. Y si él no participa, no tiene sentido hacer el torneo.
—Mmm, ya veo... ¿Algún otro plan para convencerlo? ¿Mandamos a nuestros guardias a golpearlo así acepta? —sugirió el director con un tono sarcástico.
—¿Qué estupideces estás diciendo? Si lo lastiman, quizás no avance ni de la primera ronda —replicó Castello, frunciendo el ceño—. ¿Por qué no me escuchas? Tú sabes quién es el representante de Oscar Cooper.
—Sí, creo que es David Jones, ¿por qué? —preguntó el hombre, algo confundido.
—No seas tonto. Buscaré a ese tal David Jones para que él mismo trate de convencer a Oscar de participar. Si le habla alguien de confianza, como su representante, seguramente acepte.
—Sí, eso es otra gran idea —asintió el director, mostrando un atisbo de interés.
—Le comentaremos nuestro plan a David. Si él se quiere unir, bienvenido sea. Bueno, nos veremos en otra ocasión —dijo Castello antes de salir.
Mientras caminaba por el pasillo frío y sombrío de la prisión, Castello no se iba a rendir. La posibilidad de ganar más dinero lo impulsaba a intentar cualquier cosa para lograrlo; su ambición era más fuerte que cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Ojalá Oscar y Miranda, encuentren juntos la solución a sus problemas. 🥺🥺🥹😔