“Mi niña. Una guerrera. Renaciendo.”
Esta no es solo una novela.
Es un grito ahogado convertido en palabras.
Es la historia de una mujer que fue rota…
Charrill no es solo un personaje.
Es cada mujer que ha callado.
Que ha llorado en silencio.
Que ha sentido que no vale nada…
Que ha perdido las esperanzas…
Esta historia duele.
Esta historia también sana.
Es para ti, que alguna vez pensaste rendirte.
Es para ti, que aún luchas por levantarte.
Acompáñame en este renacer.
NovelToon tiene autorización de ARIAMTT para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
12. No hay juicio.
POV Charrill.
Siento las miradas de pena clavarse en mí como agujas. Pero no entienden… yo no soy la víctima. Soy la culpable.
Mi padrino me toma de la mano y me sienta en su regazo, como cuando era una niña buscando refugio en su abrazo. Me siento tan protegida, tan a salvo, que no quiero apartarme de él jamás.
En sus brazos, el mundo se vuelve pequeño, y por un momento me olvido del peso de mis decisiones, de mi sufrimiento.
—Nena, por el cariño que me tienes… hagamos esto juntos. ¿Sí?
Veo sus ojos llorosos, vulnerables, y algo dentro de mí se quiebra.
No quiero ser la razón de sus lágrimas.
No quiero que mi dolor lo destruya también. Pero lo estoy haciendo. Lo estoy desgarrando con mi propia culpa.
—Pa… padrino, yo estoy perdida… estoy sucia. Rota. ¿Por qué no solo me dejas ir?
Mi voz se quiebra. Estoy atrapada entre quedarme en sus brazos, donde todo duele menos… cobijarme en su refugio o salir corriendo a salvar a Martín. Él me necesita… es el único que me entiende, el único que me acepta tal como soy.
Mi padrino toma un mechón de mi cabello y lo acomoda tras mi oreja, como tantas veces hizo en el pasado para calmarme. Ese gesto simple, lleno de tanto amor, provoca que una ola de tristeza me inunde.
—¿Quién te dijo eso? Eres solo una niña… estás empezando a vivir. En la flor de la vida.
Bajo la cabeza, mis sollozos son ahogados por la vergüenza que me embarga por dentro.
¿Cómo le voy a decir que no soy esa niña, que ya no soy capaz de ser quien él quiere que sea?
Estoy rota, sucia, más allá de cualquier salvación.
—Él siempre me repite que soy una inútil… que soy una mujer frígida, que ni para sus videos sirvo… pero que sí me pude acostar con no sé cuántos.
Siento cómo el cuerpo de mi padrino se tensa bajo el mío. Su respiración se acelera y cada fibra de su cuerpo se endurece, rígida, como si una oleada de ira contenida y dolor profundo lo atravesara de golpe.
No quiero verlo así.
No quiero que sufra por mi culpa.
—¿Videos? —pregunta, su voz baja, la mirada fija en mí como si intentara entender. Pero no hay ira. Solo angustia.
Mis labios tiemblan, mis manos sudan. Pero necesito hablar, necesito liberarme aunque al hacerlo lo pierda para siempre.
—Te juro que no sé cómo pasó… Esto es un secreto que solo Martín sabe. Cuando fui a París, hice todo lo posible por no beber nada. Mamá siempre decía que en un sitio extraño no debía confiarme…
Mis ojos se cargan de lágrimas que intento contener, pero ya no puedo seguir guardando esta angustia, este veneno que me carcome por dentro.
Me asfixia. Es tan difícil, pero al mismo tiempo, es lo único que puedo hacer.
—Habla cuando sientas que puedas. Te prometo que no te voy a juzgar —su voz es suave, cálida, pero también rota. Me sostiene como un guerrero.
Él no se quiebra.
No grita.
Solo escucha… sin buscar conclusiones.
Asiento, con miedo, pero también con necesidad. Decido empezar desde el principio, con lo que más me duele, lo que más me corroe.
—Fue en París. No sé cómo pasó… desperté desnuda, con el cuerpo adolorido… y Martín estaba ahí. Furioso. Dolido. Yo me había negado a tener sexo con él porque no me sentía lista, no me sentía segura…
Mi garganta tiembla, como si las palabras se resistieran a salir, mi cuerpo sabe que al sacarlas ya no hay vuelta atrás.
—Terminé en una orgía… no sé con cuántos hombres estuve.
La mirada de mi padrino permanece serena.
No hay juicio.
Solo un silencio que me permite continuar. Pero en su silencio, puedo sentir el dolor de cada palabra que sale de mi boca.
—¿Dices que Martín estaba ahí?
—Sí… él llegó para darme una sorpresa. Gastó todos sus ahorros. Todo lo que tenía. Y yo… me comporté como una puta. Lo defraudé. Le fallé. Él es el único que puede amar a una…
—Shhh… no lo digas. No lo eres. ¿Cómo supiste que estuviste con varios hombres?
Bajo la mirada. Mis lágrimas caen con fuerza, como si mi alma estuviera drenándose. Me tiemblan las manos. No recuerdo nada. Solo siento el hueco en el pecho, el vacío que me consume.
—Martín me mostró fotos… y un video. Yo estaba ahí. Era yo.
—Nena, ¿será mucho si me dices el nombre del lugar y la fecha?
—Padrino, no tiene caso… yo fui la que pedía más. Parecía una perra en celo…
Él pareciera que no escuchara lo sucia que estoy. Con calma saca una tarjeta y un bolígrafo. Su gesto es tan sereno, pero yo siento que cada palabra que pronuncio lo hunde más.
—Por favor, escribe el nombre —me pide, con la voz quebrada, como si pedirlo fuera lo único que puede hacer para no perderse a sí mismo en este abismo.
Aprieto los labios con fuerza.
"Tal vez, cuando vea quién soy realmente, me abandone… como ya me lo advirtió Martín."
Y yo lo aceptaré. Es lo que merezco.
Tomo el bolígrafo. Mis manos tiemblan, mis dedos están rígidos. Observo cómo mira uno de ellos que está desviado mientras escribo.
Anoto el nombre del sitio, mi correo personal, la clave de acceso. También el nombre de la carpeta con el video. Se lo paso, sin poder controlar el temblor.
—En ese correo hay una copia.
Él la toma. La guarda con cuidado, como si estuviera tomando algo frágil. Algo que puede quebrarse con un solo suspiro.
—Gracias —me dice, y me abraza. Sus brazos me rodean, pero no siento consuelo. Siento que me está sosteniendo, pero soy yo la que lo está hundiendo.
—¿Tienes algo más que quieras decirme?
Asiento. Necesito que continúe decepcionándose, que me vea por lo que realmente soy.
—Martín ideó hacer unos videos para adultos. Necesitaba dinero… siempre lo necesita.
Me quiebro. Me pierdo en ese mundo oscuro que habito desde hace tanto.
Siento las manos de mi padrino. Su voz, llamándome, como un faro en medio del naufragio.
—Nena, ahora estoy aquí, y sea lo que sea, lo vamos a enfrentar juntos. No estás sola. Yo y todos los que te amamos estamos contigo. Déjanos ayudarte. Permite que los profesionales de este lugar te ayuden.
Escucho su súplica. Es como si me estuviera sujetando desde el abismo… arrastrándome de vuelta a la vida, forzándome a creer en algo que ya no sé si existe: una oportunidad. Una salvación.
Quiero que me deje.
Quiero que me abandone.
Quiero que me diga que no vale la pena, que soy irreparable.
Porque, en el fondo, lo sé. Sé que no sirvo para nada, que no vale la pena el intento...
Y si me abandona, al menos será como todos. Sé que no soy digna de amor, de compasión… de nada.
Solo Martín me acepta. No le importa lo rota que estoy, lo sucia que me siento, lo irremediable de mi alma. Él me toma, me sostiene… él es el único. Los demás… todos los demás se alejan cuando ven lo que soy en realidad.
—Pa… padrino… Ese día en que fui una puta, tuvo consecuencias… —mis ojos se nublan, la opresión en mi pecho se hace insoportable, como una presión que me aplasta desde adentro.
Mis manos tiemblan, pero él las sostiene con firmeza, brindándome un consuelo que siento cercano, como si de alguna manera sus manos pudieran devolverme la paz. Mi voz, un susurro quebrado, escapa con dificultad.
—No supe protegerlo… él no tenía la culpa, pero yo, con mi imprudencia, provoqué a Martín. Lo empujé tanto al límite que no midió su fuerza… y mi bebé, mi pobre bebé, pagó mi estupidez.
El dolor me ahoga, y las palabras se arrastran con un peso insoportable, pero me obligo a hablar.
Hay algo en mi pecho que grita, que me dice que tengo que sacar esto para que deje de devorarme por dentro, aunque me esté desangrando con cada palabra.
Pero al mismo tiempo, hay una parte de mí que no puede dejar de pensar en Martín.
En lo que él me hizo… pero también en lo que me ha dado.
Martín ha sido el único que ha estado ahí, me lo repito, el único. Lo odio por lo que hizo, pero también... lo necesito. Él es la única fuente de amor, aunque sea un amor distorsionado, y eso me asfixia.
Mi padrino me abraza con fuerza, buscando arrancarme el dolor, como si pudiera borrar todo lo que me consume.
Lucha contra la tormenta interna que me desgarra, pero sé que no tiene poder sobre este vacío que llevo dentro.
Las lágrimas me queman las mejillas. La culpa sigue devorándome y la frustración me ahoga. Él sigue ahí sosteniéndome.
—Nena, eso no fue tu culpa… —su voz es suave, cargada de ternura, como un bálsamo tibio que acaricia mis heridas.
No hay reproches, solo amor… amor por mí… aunque me cueste aceptarlo.
—Tal vez ahora te resulte difícil comprender que fuiste una víctima… —continúa con esa calma rota por la tristeza—. Solo te pido que te quedes, al menos mientras tu cuerpo se recupera… y me acompañes ahora que tu madrina ya no está. Yo también te necesito. Me siento terriblemente solo.
No puedo negarme a acompañarlo y apoyarlo. Sé lo mucho que ama a mi madrina. Una lágrima rueda por su mejilla, y la limpio con mis pulgares.
—Está bien… me quedaré. Pero prométeme que no soltarás mi mano. Prométeme que no me dejarás caer en este pozo sin fondo.
—Nunca. Estaré aquí, a tu lado, luchando contigo por ese nuevo mañana. Y cuando sientas que no puedes más, solo tienes que decírmelo, y te sostendré, te mantendré a flote, porque no volverás a sentirte sola. Siempre estaré contigo, en cada paso, sin importar lo que pase.
(…)
Ser valientes cuando sentimos que el alma se nos desmorona es lo más difícil. ¿Ustedes qué harían?
Leo sus comentarios.
Recuerda dar like 👍.