Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
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Don
En la amplia habitación iluminada por la tenue luz de una lámpara, Lyra yacía en la cama, con el rostro pálido pero sereno. Dorian había sido quien la encontró en el bosque, y todavía podía sentir el peso de la incertidumbre. La había llevado de regreso a la mansión, con el corazón latiéndole con fuerza mientras la extraña aura que había visto alrededor de ella no dejaba de rondar en su mente. Ahora, mientras esperaba en el pasillo, sus pensamientos eran un torbellino.
Caelan, por su parte, caminaba de un lado a otro frente a la habitación, su expresión sombría y los puños cerrados. Había algo diferente en el aroma de Lyra, algo que lo ponía en alerta, aunque no podía identificarlo del todo. Sin embargo, no podía alejarse; la preocupación lo mantenía anclado allí.
El sanador, un hombre mayor con rostro curtido por los años, salió finalmente de la habitación, limpiándose las manos en un pañuelo. Todos los presentes giraron la vista hacia él, con expectativa.
—La futura Reina Luna está bien. Fue solo cansancio extremo. No encontré nada inusual en su estado. Sin embargo, debe evitar hacer mucho esfuerzo por ahora —dijo con voz tranquila, aunque cansada.
Caelan asintió con firmeza, agradeciendo al sanador antes de permitir que se marchara. Apenas el hombre mayor desapareció por el pasillo, Caelan entró en la habitación, dejando que la puerta se cerrara suavemente tras él.
En el pasillo, Morgana se cruzó con Magnus y lo detuvo con un leve movimiento de su mano.
—Creo que es momento de que empiecen a cuidarse como pareja. Si quieres que ella sea tu reina, también necesita un rey que la apoye —le dijo Morgana, con un tono serio y un matiz de reproche.
Magnus resopló, claramente incómodo con la insinuación, pero no respondió. En cambio, siguió el consejo de Morgana y se quedó cerca, observando a distancia sin intervenir más.
Liona, que había estado apoyada en la pared durante toda la conversación, se giró hacia Dorian con una mirada indescifrable. Por un momento, pareció que iba a decir algo, pero en su lugar, simplemente se dio la vuelta y se fue, dejando a Dorian solo.
Dorian suspiró y regresó a su habitación. La imagen de Lyra rodeada por esa nube negra y roja seguía grabada en su mente. Había algo en aquella escena que lo inquietaba profundamente, algo que no podía ignorar. Mientras se recostaba en su cama, su mente trabajaba incansablemente, tratando de comprender qué había presenciado y qué podía significar para Lyra... y para todos ellos.
La habitación estaba bañada por la luz dorada del amanecer cuando Lyra despertó finalmente, su mirada vagando lentamente hasta detenerse en Caelan, que dormía profundamente a su lado. Su rostro mostraba signos de cansancio, con ojeras que acentuaban su semblante preocupado. Lyra sonrió suavemente y levantó la mano para acariciarle el rostro. El contacto fue suficiente para que Caelan despertara de inmediato, sus ojos fijándose en ella con una mezcla de alivio y sorpresa.
—Lyra, al fin despiertas —dijo con un suspiro, como si al decirlo se quitara un peso de encima.
—¿"Al fin"? —preguntó Lyra, levantando una ceja en una mezcla de diversión y confusión.
Caelan pasó una mano por su rostro, tratando de despejarse.
—Has estado dormida por dos días. El médico dijo que no era motivo de alarma, pero fue difícil no preocuparse. No reaccionabas a nada. ¿Qué fue lo que te pasó en el bosque?
Lyra respiró hondo, los recuerdos regresando a su mente. Su mano fue instintivamente a su pecho.
—Estaba caminando cuando sentí un dolor fuerte aquí. Luego, una especie de nube negra y roja me envolvió... Desde entonces, no recuerdo nada más.
Cerró los ojos un momento, buscando en su interior, y luego murmuró:
—Mi loba...
La voz de su loba resonó en su mente, fuerte y renovada:
"Tranquila, estoy bien. Es más, me siento... diferente, más fuerte."
Lyra abrió los ojos y sonrió. Había algo reconfortante en esa conexión que parecía haberse fortalecido.
—¿Todo bien? —preguntó Caelan, su tono cargado de preocupación.
Lyra asintió, incorporándose lentamente.
—¿Qué haces? —preguntó él, observándola mientras se ponía de pie.
En lugar de responder, Lyra se inclinó y le dio un suave beso en los labios, una sonrisa juguetona asomando en su rostro.
—Tranquilo, quiero mostrarte algo —dijo mientras caminaba hacia la puerta de la habitación y la cerraba cuidadosamente. Luego, regresó a él y extendió su mano.
De su palma comenzó a emanar un aura roja, brillante y cálida, que se transformó ante sus ojos en una pequeña figura de un venado. La criatura mágica corrió por la habitación, dejando un rastro efímero de luz antes de desvanecerse en el aire.
Caelan observó la escena, atónito. Nunca había visto nada igual. Su expresión cambió de sorpresa a fascinación mientras Lyra le sonreía con emoción contenida.
—No sé cómo, pero sé que puedo hacer esto. Es... inexplicable —dijo ella, aún mirando sus propias manos como si fueran algo nuevo.
Caelan se acercó lentamente, su voz baja y pensativa.
—Debe ser tu don. Cuando lo recibes, sabes usarlo de inmediato. Es algo único... Nunca había visto un don como este.
Lyra no pudo contener su emoción. Sus ojos brillaron mientras asentía, la posibilidad de descubrir más sobre esta habilidad llenándola de una nueva energía.
—¿Un don? Esto es increíble...
Caelan sonrió también, aunque con un toque de asombro que no podía disimular.
—Es un don único, Lyra. Algo que no se ve todos los días.
Ambos se miraron, un entendimiento mutuo llenando el espacio entre ellos. Lyra sintió que este era solo el comienzo de algo más grande, algo que apenas estaba empezando a comprender.