Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Pesadilla
Ming
–¡Nos vamos a casar! –digo levantando la mano de Val cuando estamos en el comedor viendo a todos nuestros amigos comer.
Las distintas reacciones de los comensales me hace sonreír. Algunos se trapican con la comida, a otros les sale jugo de sus bocas, y los más pequeños siguen conversando entre ellos, ignorándonos por completo.
Mi mamá es la primera en levantarse, con mucha dificultad, ayudada por Renji, quien se apresura a socorrerla.
Mamá nos mira y luego rompe a llorar.
–Li y yo esperamos tanto por este momento –susurra con voz rasposa–. Mi amiga no pudo vivirlo –agrega con una sonrisa triste–, pero sé que está sonriéndoles desde el cielo. Y yo –dice colocando su mano sobre su pecho–, me siento muy feliz de que la vida me haya permitido estar aquí hoy y poder compartir tanta felicidad con mis pequeños –termina antes de arrojarse a nuestros brazos.
–Gracias, Mei –susurra Val emocionada.
–Tu mamá siempre quiso que te casaras con mi muchacho. Hazlo feliz –le pide fervientemente mientras toma su mano con fuerza–. No dejes que nada ni nadie se interponga entre ustedes.
–Lo juro –responde Val antes de abrazarla.
Renji golpea mi hombro y me sonríe. –Al fin, hermano.
–Sí, al fin –devuelvo.
–Hasta que se te hizo el milagrito –bromea Conor a mi espalda.
–Bienvenido al grupo de casados –dice Alek antes de golpear mi espalda.
Mauro lanza una mirada oscura en dirección a mis amigos antes de felicitarme con un abrazo.
–Así se hace, amigo –me felicita–. No la cagues ahora que es tuya.
–No lo haré –le aseguro.
Las mujeres arrastran a Val para hablar de la planificación de la boda mientras yo abrazo a mi madre.
–Te felicito, cielo –susurra–. No sabes lo feliz…–calla y palidece frente a mis ojos.
–¿Mamá? –la llamo cuando se desploma contra mi cuerpo–. ¡Val!
Val se apresura a mi lado y palidece cuando ve a mi mamá. –Llévala al sofá –me ordena antes de girarse hacia Renji–. ¡Llama a una ambulancia ahora mismo!
–¿Qué mierda le pasa? –pregunta Mauro aterrado mientras me ayuda a dejar a mi mamá sobre el sofá.
Tomo su mano y beso su mejilla. –Mamá, estoy aquí, ¿puedes escucharme?
Busco a Val con la mirada cuando mamá no me responde, pero no la encuentro en ningún lado.
–¡La ambulancia! –grito a nadie en particular–. Por favor, hagan algo –les ruego a cada una de las personas que nos rodean.
Val se materializa a mi lado con su botiquín. Comienza a revisarla y un dolor supurante oprime mi pecho cuando veo el miedo en sus ojos.
–¿Qué está pasando? –le pregunto.
–¿Qué mierda le está pasando a Mei? –pregunta Mauro furioso–. ¡Habla, mujer!
–No lo sé. Su pulso está muy bajo. Necesito llevarla a una hospital.
–La ambulancia ya viene en camino –devuelve Renji sosteniendo su celular contra su oreja–. Cinco minutos.
Mamá abre los ojos y, antes de alegrarme por eso, su debilitado cuerpo comienza a temblar y a moverse con violencia sobre el sofá.
–¡Está convulsionando! –grita Val a Renji, quien sigue hablando con los de la ambulancia.
Mi chica mueve a mi mamá hasta dejarla de lado.
–¿Qué podemos hacer? –pregunto desesperado.
–Nada –responde Val–. Tenemos que revisar su cerebro algo no está bien.
Miro a mi alrededor por ayuda y solo entonces me doy cuenta de que las mujeres se llevaron a los niños. Solo estamos mis amigos, Val y yo.
Afirmo mi cabeza contra la mejilla de mi mamá. –Mamá vuelve a mí –le susurro–. No estoy listo para dejarte ir.
Val sujeta a mamá cuando sus convulsiones empeoran.
–La ambulancia está entrando –dice Renji antes de salir corriendo.
–Estará bien, ¿verdad? –pregunta Mauro mirando a mamá–. ¡Alguien dígame que Mei estará bien!
Escucho voces y abrazo a mi mamá cuando un miedo abrumador me consume por completo.
¿Qué pasará si la pierdo? ¿Qué pasará si esta es la última vez que puedo abrazar a mi mamá?
La sostengo con fuerza entre mis brazos, no dispuesto a que la alejen de mí.
–Ming –me llama Renji, pero no puedo hacerlo. No puedo entregarle a mi mamá a unos desconocidos.
–Tienen que atenderla –dice Mauro mirando a mi mamá tan aterrado como me siento en este momento.
Beso la mejilla de mi mamá. –Ella estará bien –digo ocultándola de los paramédicos.
Val toma mi rostro entre sus manos. –Ming, tienes que dejar que la atiendan –me pide con lágrimas en sus preciosos ojos violetas–. Por favor.
–La estoy perdiendo, ¿verdad?
Val asiente antes de abrazarme con fuerza.
Me aferro a sus brazos y dejo que los paramédicos hagan su trabajo.
Cuando la están subiendo sobre una camilla. Mauro tira de su cabello.
–¿A dónde se la llevan?
Los paramédicos le responden y Mauro sale disparado al garaje.
–Yo iré con mi mamá –digo y Val asiente.
Sigo a los paramédicos, sintiendo que esto no es real, es un sueño. Es una puta pesadilla. Mi peor pesadilla.
Cuando las puertas de la ambulancia se cierran, tomo la mano de mi madre y me permito un momento de debilidad; lloro.
Lloro mientras la ambulancia avanza a toda velocidad.
*****
Me paseo frente a la sala donde llevaron a mamá, sin detenerme. Mis amigos están a mi lado, pero nadie se atreve a decir nada, y el silencio ya me está molestando. Quizá es por eso por lo que camino de un lado para el otro, para escuchar al menos el sonido de mis propios pasos.
Imagino que cualquier sonido es mejor que el silencio.
La puerta se abre y sale Val.
Dejo de respirar porque sé, por la expresión en su rostro, que son malas noticias.
–Mei…–calla y seca las lágrimas de su rostro con sus puños–. El cáncer avanzó a su cerebro –susurra frente a mí, mirándome con miedo.
–¿Está…? –dejo la pregunta sin terminar.
–No –susurra y siento como el aire vuelve a mis pulmones–, pero es cosas de días, quizá horas –agrega y siento como el cuarto se inclina.
Tropiezo con mis propios pies, tratando de mantener el equilibrio. Mi cuerpo se inclina hacia atrás, como si alguien hubiese lanzado una patada contra mi estómago. Renji toma mi brazo, impidiendo que caiga sobre el piso blanco.
–¿Puedo hablar con ella? –pregunto con las últimas fuerzas que me quedan.
–Está en coma, Ming, y no creemos que salga de ese estado. No con el daño cerebral que tiene.
–Pero tú –titubea Mauro mirando a Val–. Tú salvaste a Gabby, puedes hacerlo con Mei.
Val niega con su cabeza mientras se abraza así misma. –Lo siento, pero esto es algo que está fuera de mis capacidades.
–¡Tienes que hacer algo! –explota Mauro, haciendo saltar a Val–. Mei no puede morirse, ella no merece esto. Yo… –Patea las sillas plegables junto a la pared antes de alejarse.
–Lo siento –se disculpa Val sollozando–. Si pudiera hacer algo…–su voz se rompe–. Te juro que lo haría –me dice con desesperación.
Abrazo a mi chica, porque sé que se siente culpable. No es su culpa que todos pensemos en ella como si fuera Dios. Val es doctora, quizá una de las mejores neurocirujanas que ha tenido la historia de la medicina, pero no es Dios. Y no es justo que se sienta mal por ello.
–Lo sé, hermosa –susurro.
Val se aferra con fuerza a mí mientras su pequeño cuerpo tiembla contra el mío.
–Estaremos bien –digo porque sé que tengo que ser fuerte–. Estaremos bien –repito, aunque no crea ni una palabra de lo que estoy diciendo.
Nada estará bien, quizá esta noche pierda a mi madre.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬