En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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La promesa de la nieve
El invierno comenzaba a despedirse lentamente, y con él, la nieve que cubría la ciudad se derretía bajo los primeros rayos de sol de febrero. Sin embargo, la casa de Jasón seguía llena del calor, del amor y de los momentos compartidos entre él, Abby y Emma. Habían aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas, creando un lugar lleno de risas y recuerdos felices.
Un sábado por la mañana, Jasón y Abby decidieron llevar a Emma al parque para disfrutar de los últimos destellos de nieve antes de que el frío desapareciera por completo. Emma estaba emocionada, con sus mejillas sonrojadas por el aire frío y los ojos brillando de felicidad mientras corría entre los árboles cubiertos aún de nieve. Su risa resonaba como música en el aire, haciendo que Jasón y Abby la observaran con sonrisas llenas de ternura.
—Miren, papá, Abby, hice una figura de nieve— gritó la niña desde el otro lado del parque, señalando con sus manitas orgullosamente su creación.
Jasón, estaba sentado en un banco, y sonrió al vera a su hija tan animada. Abby se acercó más a él, frotándose las manos para calentarlas. Durante un momento, ambos observaron a Emma, inmersos en la felicidad que la niña irradiaba.
—Nunca pensé que disfrutaría tanto de la nieve —comentó Abby, rompiendo el silencio—Creo que cuando era niña, pero eso pasó hace tanto...
Jasón la miró, con una sonrisa cálida que parecía derretir cualquier rastro de frío.
—Emma te ha traído de vuelta a la niñez— afirmó— Y tú, le has devuelto a ella, la alegría de sentirse completamente amada. Y en cuánto a mi, simplemente me has hecho feliz— dijo tomando las manos de la muchacha entre las suyas— Creo que nos hemos salvado mutuamente, preciosa.
Abby asintió, con los ojos húmedos por la emoción. —Tú y Emma me han hecho sentir que tengo un hogar, Jasón. Algo que nunca creí posible. Y ahora... no puedo imaginar mi vida sin ustedes.
Emma corrió hacia ellos, tropezando ligeramente con la nieve pero sin dejar de reír. Cuando llegó, se lanzó al regazo de su padre, abrazándolo con fuerza.
—¡Miren lo que hice! —dijo emocionada, señalando una figura de nieve que, aunque no era perfectamente reconocible, tenía un encanto único. —Es un reno... o algo parecido— dijo, quedándose pensativa tratando de adivinar.
Jasón y Abby rieron, abrazando a Emma y sintiendo cómo su amor los envolvía. En ese momento, el tiempo pareció detenerse. La nieve comenzaba a caer suavemente, cubriendo la tierra con un manto blanco que hacía que todo luciera mágico.
Mientras Emma volvía a correr por el parque, Jasón sacó de su abrigo una pequeña caja de madera. Abby lo miró, sorprendida, mientras él tomaba su mano con delicadeza.
—Abby, quiero pedirte algo importante. —Su voz era suave pero llena de convicción.
Ella lo miró, con el corazón latiendo con fuerza.
—Dime, Jasón.
Jasón respiró hondo, mirando a Abby a los ojos con una ternura infinita.
—Quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre estaré a tu lado. No solo como el hombre que te ama, sino como el padre de Emma, como alguien que comparte contigo cada alegría, cada desafío. Esta promesa, Abby, es para toda la vida.
Abby abrió la caja con manos temblorosas. Dentro, encontró un anillo sencillo pero hermoso, con un pequeño diamante que reflejaba la luz del sol. Sus ojos se llenaron de lágrimas al comprender el significado del gesto.
—Es hermoso, Jasón, —murmuró, con la voz entrecortada.
Jasón se arrodilló en la nieve, sin importarle el frío, y la miró con una sonrisa que hablaba de todo lo que sentía por ella.
—Abby, ¿quieres casarte conmigo y ser parte de esta familia para siempre?
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Abby mientras asentía, incapaz de hablar de la emoción. Finalmente, logró pronunciar un "Sí" que salió directo de su corazón.
Emma, que había estado observando desde la distancia, corrió hacia ellos al ver el anillo.
—¿Abby va a ser mi mamá?— preguntó con una mezcla de sorpresa y felicidad.
Abby la abrazó con fuerza, acariciando su cabello con ternura.
—Solo si tú quieres, cariño— respondió.
La niña asintió rápidamente, con una gran sonrisa. —¡Sí quiero! ¡Ahora seremos una familia de verdad!
Jasón las envolvió a ambas en un abrazo, y por un momento, los tres se sintieron completos, como si nada en el mundo pudiera separarlos. El eco de la promesa de amor resonó en el parque, mientras las últimas nevadas caían alrededor de ellos, creando un cuadro perfecto de felicidad y unión.
Esa tarde, de regreso en casa, Emma no dejaba de hablar del anillo y del momento en el parque.
—Papá, ¿puedo contarle a la abuela? —preguntó con los ojos brillantes mientras jugaba en la sala.
—Claro que sí, cariño. Estoy seguro de que se alegrará mucho —respondió Jasón, sonriendo mientras miraba a Abby, quien organizaba las flores que habían traído del parque.
Más tarde, mientras Emma dormía profundamente, Jasón y Abby se sentaron en el sofá frente a la chimenea. El silencio entre ellos era cómodo, lleno de una paz que ambos valoraban.
—¿Crees que esto sea un sueño? —preguntó Abby, apoyando la cabeza en el hombro de Jasón.
—Si lo es, no quiero despertar nunca— respondió él tomando su mano, entrelazando sus dedos con los de ella— Abby, tú transformaste nuestras vidas. Gracias por estar aquí, por ser tú.
Ella sonrió, cerrando los ojos y disfrutando de la calidez de ese momento. Sabía que la vida siempre tendría desafíos, pero mientras estuvieran juntos, podían superarlo todo. Con el invierno despidiéndose y la primavera acercándose, un nuevo capítulo comenzaba para ellos, lleno de esperanza y amor.