La Sombra Del Deseo

Allí estaba Min-ju, sentada en el sillón con un vestido negro ajustado que realzaba esa cintura que tanto me encantaba. Traté de mantenerme indiferente, aunque en el fondo su presencia me hacía estremecer.

—Dime, Min-ju, ¿qué quieres? —pregunté con frialdad, intentando que no notara lo mucho que me afectaba.

Ella sonrió de manera juguetona, esa sonrisa que siempre ponía en jaque mi autocontrol.

—Te extraño. Ya no salimos... ya no te he tenido como antes —dijo mientras se acercaba lentamente.

—Sabes que tengo novia, así que basta. Márchate —respondí con firmeza.

—Si no está aquí ahora, eso quiere decir que no vendrá... —murmuró con un tono provocador.

Antes de que pudiera reaccionar, se lanzó a mis brazos y me besó con esos labios sabor a fresa que confundían mi juicio. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y pronto sentí cómo el calor me invadía. En un impulso, le quité el vestido, dejando que mis manos exploraran su piel mientras mis labios recorrían su cuerpo, desde su cuello hasta sus muslos. Cada caricia la hacía estremecer, y su respiración, cada vez más entrecortada, encendía aún más mis sentidos.

Mis dedos encontraron su calor, y sus caderas comenzaron a moverse al compás de mis caricias, mientras sus gemidos se volvían más intensos.

—Soy solo tuya, Freya —susurró con una voz que me hizo perder lo poco que quedaba de mi control.

Sus uñas dejaban marcas en mi espalda, y sus mordiscos trazaban un mapa de pasión en mi piel. Nos dejamos llevar por horas, hasta que nuestros cuerpos quedaron agotados, empapados en sudor.

—¿Otra ronda? —preguntó Min-ju juguetonamente.

La besé de nuevo, recorriendo cada centímetro de ella hasta que finalmente se quedó dormida sobre mi pecho. Cuando miré el reloj, eran las 5 de la mañana. Cerré los ojos, pensando en lo complicado que sería todo al despertar.

Riiiing, riiiing...

El sonido del teléfono me sacó de mi breve sueño. Apenas eran las 10 de la mañana. Contesté, todavía adormecida.

—Buenos días, cariño —dijo Charlotte con una voz dulce y soñolienta al otro lado de la línea.

—Buenos días, Charlotte —respondí, tratando de sonar normal.

—Ya te dije que me digas “cariño” —reclamó, con ese tono que usaba cuando quería convencerme de algo.

Suspiré.

—Buenos días, cariño. ¿Por qué me llamas tan temprano?

—Así me gusta —respondió, claramente feliz—. Te llamo para invitarte a desayunar. Quiero compensarte por no habernos visto anoche.

—Está bien, ¿pasas por mí? —pregunté, tratando de disimular mi nerviosismo. Min-ju seguía dormida a mi lado.

—Claro, cariño. Te veo en una hora.

Colgué rápidamente y me levanté con prisa. Corrí a la ducha, confiando en que el agua fría me despejaría. Pero, para mi sorpresa, Min-ju apareció de repente y se deslizó conmigo en la regadera.

—¿Qué haces? —le reclamé, molesta.

—Solo quiero ducharme contigo un rato —respondió entre risas.

Intentó enjabonarme, usando su cuerpo para rozarse contra mi espalda. Sentí cómo mis músculos se tensaban, pero no podía permitirme perder más tiempo. Terminé rápidamente y salí corriendo, dejando que se quedara sola en la ducha.

—Báñate rápido, toma algo de ropa y vete. Tengo que salir —le dije con prisa mientras me vestía.

Por suerte, esta vez no discutió. Se vistió, tomó sus cosas y, antes de irse, me plantó un beso en los labios.

—Solo por esta vez haré lo que dices. Pero la próxima vez tendremos una cita —dijo con una sonrisa que era imposible ignorar.

El timbre sonó. Charlotte ya estaba afuera. Respiré profundo, tratando de calmarme antes de abrir la puerta, estaría en grande problemas si se enteraba o tal vez no....