"Después de un accidente devastador, Leonardo Priego se enfrenta a una realidad cruel: su esposa está en coma y él ha quedado inválido. Con su hija de 4 años dependiendo de él, Leonardo se ve obligado a tomar una decisión desesperada; conseguir una sustituta de su esposa. Luna, una joven con una vida difícil acepta, pero pronto se da cuenta de que su papel va más allá de lo que imaginaba. Sin embargo, hay un secreto que se esconde en la noche del accidente, un secreto que nadie sabe y que podría cambiar todo. ¿Podrá Leonardo encontrar el amor y la redención en esta situación inesperada? ¿O el pasado y el dolor serán demasiado para superar? La verdad sobre aquella fatídica noche podría ser la clave para desentrañar los misterios del corazón y del destino".
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El encuentro inesperado.
Evito verlo a la cara y suspiro.
—¿Nos disculpan? Llevare a mi hija a su habitación —dice mi madrastra.
—No sabía que tenía dos hijas —dice el señor Linares, y me enoja que nadie tenga por qué saber de mi vida.
—No las tiene, yo soy su hijastra —hablo sin darle la cara.
Ellos regresan a la sala, y con mi madrastra subimos a mi habitación. Me siento en la cama y ella queda de pie. Me entrega las llaves y las agarro, guardándolas.
—No le arruines esto a tu hermana. ¿Crees que tu padre lo hubiera permitido?
—Ni siquiera lo menciones. Si él estuviera vivo, créeme que quien estuviera en uno de los mejores colegios sería yo y no Estrella.
—¿Eso es lo que te enoja? A mí no me tienes que reclamar nada. Tu padre fue el que hizo que todo lo congelaran hasta la lectura del testamento. Solo tenemos la casa.
—No me digas que trabajando viven como si fueran ricas. Hasta contrataste a una empleada.
—Solo es para que el señor Linares vea que tenemos dinero, y esto es por mis ahorros. Pronto nos quedaremos sin nada ni para comer. Por eso quiero que Estrella se case, y si lo hace, quizás hasta te dejemos la casa para ti sola.
—¿Es en serio?
—Sí, solo no lo arruines —suspiro, y ella no deja de verme.
—Te pareces mucho a ella, a tu madre.
—Qué feo debió ser verme todos los días y ver cómo mi padre veía en mí al amor de su vida —ella me mira sorprendida por lo que acabo de decir.
—Si alguna vez te preguntaste por qué te odio tanto, ahí está tu respuesta —me dice, saliendo. Ya lo sabía, pero eso no evita que duela.
Acomodo mis cosas y veo que mis libros están tirados. Los recojo, acomodándolos, y no le encuentro sentido hacer eso. Fue por solo capricho. Cierro la puerta y pongo una silla, pero no duermo bien, ya que me siento expuesta.
A la mañana siguiente, como siempre, salgo con la casa en silencio. Llevo todo lo necesario en mi mochila, y esta vez camino más hasta agarrar un autobús, ya que tengo que economizar más para guardar más dinero. Llego a la prepa, y en el receso saco un plato con verduras. Las como, viendo cómo mis compañeros corren jugando como niños. Otros están besándose en una esquina, y otros tienen una mesa como buffet. Tienen de todo, y yo estoy sentada con mi topper comiendo. Termino y guardo todo en mi mochila. Salgo para el club, y como la rutina de siempre, me cambio de ropa y empiezo con mis labores. Al menos el señor Linares no me acusó; si no, ya me hubieran corrido.
Me solicitan en un salón más privado, y camino tocando la puerta. Entro, y este lugar da miedo. Se puede sentir la atmósfera tensa y fría. Está oscuro, y solo hay tres sujetos serios, y se callan cuando entro. Tomo los nombres de las bebidas y pregunto si necesitan acompañantes.
—No — solo eso escucho del hombre que está en una esquina. Su voz se escucha fuerte, y no observo bien. Hay algo que llama mi atención, y salgo para pedir lo que me ordenaron. Regreso al salón, y por primera vez puedo decir que estoy nerviosa. Siempre estoy nerviosa, pero ahora lo estoy mucho más. Es el tipo de persona que si le enoja algo hace que te despidan. Más que el jefe me pidió mucho profesionalismo. Es un cliente que solo viene cierto tiempo, y tenía tiempo sin venir. Así que quieren conservarlo.
Entro, dejando las bebidas, y les sirvo, entregándoles sus vasos. Pero solo dos lo agarran, y el que me pone nerviosa solo está sentado, observando lo que hago, poniéndome peor.
—Si es todo, me retiro —le digo, dándome la vuelta para irme.
—Fuera —escucho que dice, y acelero el paso. Pero no es a mí, ya que los sujetos salen tan deprisa que me dejan atrás. Y el que mencione mi apellido me deja helada.
—¿Quién diría que una Carpio trabajaría en un bar nocturno? ¿Tu padre lo sabe?
Estoy segura que esa ex esposa de Leonardo tiene mucho que ver en todo lo que pasó y esto pinta que no era fiel a su esposo
Gracias autora esto está genial 👏👏👏👏