Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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capítulo 6Después de una larga noche
Después de una larga noche pensando en la propuesta. Tengo que hacerlo. Estoy sentado en mi escritorio, tamborileando los dedos sobre la superficie mientras miraba por la ventana. Adrián, mi amigo de confianza y consejero en las decisiones más difíciles, estaba de pie frente a mí, con los brazos cruzados y una ceja levantada.
Adria: Entonces, ¿ya lo tienes claro? Vas a hablar con ella hoy.
Keren: (Con una mirada seria) Si anoche la vi que salió tarde de aquí, me le acerqué y me dijo que trabajaba horas extras porque necesitaba el dinero. Le dije que la esperaba hoy en mi oficina.
Adrian: Si quieres, yo puedo ir por ella. Le digo que venga a limpiar tu oficina. Él asiente y salgo a buscarla y me la encuentro por los pasillos. Señorita Emma, ella voltea y me mira.
Sí, señor adrian en qué puedo ayudarle.
Ve a limpiar la oficina de Keren antes que llegue. Ella asiente y la veo que toma sus cosas de limpieza y se dirije a la oficina.
Estoy en el baño. Me miro al espejo. No hay vuelta atrás. El plan debía seguir adelante.
Cuando llegó a la puerta entreabierta, y veo que no hay nadie, entro y empiezo a limpiar.
Salgo del baño y veo a Emma, concentrada en su trabajo, ajena a la figura que la observaba.
Keren aclaró su garganta.
—Emma —dijo, su voz firme pero controlada.
Ella se sobresaltó ligeramente y giró la cabeza con rapidez. Sus ojos marrones se encontraron con los de Keren, reflejando sorpresa, como si nunca hubiera esperado que el propio dueño de la empresa le dirigiera la palabra directamente.
—Señor Lombardi, disculpe… No lo vi llegar —dijo ella con voz temblorosa, dejando de lado el paño que sostenía—. ¿Necesita algo?
Keren sintió un nudo en el estómago. Su plan parecía mucho más sencillo cuando estaba discutiéndolo con Adrián, pero ahora que tenía a Emma frente a él, todo se sentía más complicado. No podía ignorar la fragilidad de la situación.
—No es algo relacionado con tu trabajo —dijo finalmente, tratando de sonar relajado, pero sin mucho éxito—. Quiero hablar contigo sobre una propuesta.
Emma lo miró con desconcierto, sin comprender. Su cuerpo estaba tenso, como si estuviera preparándose para recibir una mala noticia.
—¿Una propuesta? —preguntó, sin entender a dónde quería llegar.
Keren respiró hondo. Era ahora o nunca.
—Sí. Algo que podría interesarte… y que podría cambiar tu vida para bien.
El silencio entre ellos se alargó por unos segundos. Emma lo observaba con una mezcla de desconfianza y curiosidad. No estaba acostumbrada a este tipo de interacciones, y mucho menos con el mismísimo Keren Lombardi.
—No entiendo… ¿de qué se trata? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho en un gesto defensivo.
Keren se inclinó levemente hacia adelante, apoyando una mano en el borde de la mesa cercana. Sabía que debía elegir sus palabras con cuidado.
—Sé que tu situación económica no es la mejor —comenzó Keren, intentando sonar empático—. He notado que has trabajado duro desde que empezaste aquí. Eres eficiente, dedicada. Y creo que puedo ayudarte a mejorar tu vida… de una forma que no habías considerado.
Emma frunció el ceño, claramente desconcertada. No entendía a dónde quería llegar con esto. Keren vio la duda en su rostro y supo que debía ser directo.
—Quiero ofrecerte un contrato —dijo finalmente, con voz firme.
—¿Un contrato? —repitió ella, claramente confundida—. Señor Lombardi, no entiendo. Yo ya tengo un contrato aquí en la empresa.
Keren negó con la cabeza. Este era el momento en el que debía ser claro.
—No me refiero a un contrato laboral, Emma —aclaró, dando un paso más cerca—. Es algo diferente. Algo personal. Mi abuelo… Él está enfermo, y antes de que sea demasiado tarde, quiere verme casado. Quiere que forme una familia. Y para ser sincero, no tengo ningún interés en buscar una esposa de la manera tradicional. No creo en el amor ni en los romances, no después de lo que he pasado.
Emma lo miraba en completo silencio, su respiración ligeramente acelerada, intentando asimilar lo que estaba escuchando.
—Quiero que seas mi esposa, Emma —dijo Keren, dejando caer la bomba finalmente—. Pero no en el sentido romántico. Necesito alguien que esté dispuesta a casarse conmigo bajo un contrato. Un acuerdo mutuo. Tú recibes estabilidad económica, seguridad para ti… y para tu futuro, mientras que yo cumplo con la voluntad de mi abuelo. Es un trato limpio.
La habitación se llenó de un silencio tenso. Emma lo miraba como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Sus labios temblaron ligeramente antes de que pudiera responder.
—¿Quiere que… que me case con usted? —preguntó, su voz, apenas un susurro—. ¿Un contrato de matrimonio?
Keren asintió.
—Exactamente. No hay engaños, no hay pretensiones. Sería un matrimonio de conveniencia. Tú recibirías todo lo que necesitas. Seguridad financiera, un lugar donde vivir, estabilidad… Y yo cumpliría con las expectativas de mi familia. No espero nada más de ti que tu discreción y tu cooperación. No hay amor involucrado, Emma. Es un trato.
Los ojos de Emma se agrandaron de asombro, y Keren pudo ver la confusión y el miedo mezclándose en su rostro. Ella dio un paso hacia atrás, alejándose un poco de él.
—¿Y usted cree que… yo aceptaría algo así? —preguntó Emma, con una mezcla de incredulidad y desconfianza—. Señor Lombardi, esto… Esto es una locura.
Keren no se movió. Sabía que esto no sería fácil de explicar, pero confiaba en que la necesidad de Emma la haría considerar la propuesta.
—No es una locura, Emma —replicó con calma—. Piénsalo. ¿Qué opciones tienes? Sé que no hablas mucho de tu vida personal, pero puedo ver que necesitas este tipo de oportunidad. No estoy aquí para juzgarte. Solo estoy ofreciéndote algo que puede mejorar tu situación. Puedes rechazarlo, por supuesto, pero piénsalo bien. Esto podría darte la estabilidad que buscas.
Emma lo miró, aún sin comprender del todo.
—¿Por qué yo? —preguntó finalmente, su voz apenas audible—. Hay miles de mujeres que estarían dispuestas a aceptar un trato como ese con usted, mujeres que están en mejores condiciones, que no tienen… —hizo una pausa, dudando, como si estuviera a punto de revelar un secreto—… que no tienen los problemas que yo tengo.
Keren sintió una pequeña punzada en su interior, como si sus palabras le hubieran recordado algo que no quería admitir.
—Te elegí a ti porque eres discreta, porque no buscas llamar la atención —respondió Keren—. Porque eres trabajadora y porque necesitas lo que yo puedo ofrecerte. No estoy interesado en alguien que venga con pretensiones o que busque complicarme la vida. Tú eres la opción perfecta.
Emma negó con la cabeza, como si aún no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—Esto no está bien… —murmuró. No puedo simplemente aceptar algo así. Es… ¿Qué va a pensar la gente? ¿Qué va a pensar mi familia? ¿Qué clase de vida sería esa?
Keren la miró con una mezcla de comprensión y frialdad.
—No tienes que decidir ahora —dijo, suavizando su tono—. Tómate el tiempo que necesites. Solo quiero que pienses en lo que te estoy ofreciendo. No es amor, Emma, pero es seguridad. Y a veces, la seguridad es más valiosa que cualquier otra cosa.
Emma lo observó en silencio, y Keren supo que la semilla de la duda ya estaba plantada.