No era necesario que ocultaran todo. Yo, Bianca Chevalier, primera princesa de este imperio y heredera del archiducado Chevalier, rompo mi compromiso contigo, duque Paul Mesellanas. — Bianca habló con tanta fuerza en su voz que todos escucharon con claridad.
Bianca se dio la vuelta, ignorando el torrente de lágrimas que caían por las mejillas de la novia. Los presentes la miraban con desaprobación, considerando que había arruinado un momento tan especial y que había ofendido a la novia.
Pero, ¿quién era la verdadera ofendida? ¿La mujer que lloraba desconsolada porque su matrimonio había sido opacado, o la mujer que había sido traicionada por su prometido y decidió enfrentarlo ante todos?
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Princesa, princesa
— Altesa, ante mis ojos, usted brilla más que el diamante más preciado; su belleza es inigualable, es la estrella más deslumbrante que jamás haya contemplado. — Debo reconocer que es un buen erudito; al parecer, no solo le gusta el arte de la guerra.
— Lo sé, soy consciente de que heredé la belleza de mi madre y de mi abuela, lo que me hace irresistible, hasta que se dan cuenta de que soy el reflejo de mi padre. Usted irradia un atractivo impresionante; el color negro le asienta de maravilla, aunque el azul resalta su peligrosa belleza, gran general. — Él sonreía divertido.
— Veo que ya revelaron mi identidad; si no nos damos prisa, llegaremos tarde, Milady. — Entrelacé mi brazo con el de él, y un pequeño escalofrío me recorrió la espalda. Este hombre es peligroso y de eso estoy segura; mi instinto no me miente. El silencio fue perpetuo; durante todo el trayecto, su aura me inquietaba, pero mantuve mi serenidad; no era el momento de flaquear.
— Milady, me complace ser su acompañante esta noche. — Él tomó mi mano y me ayudó a bajar del carruaje; es todo un caballero galante. Ahora entiendo por qué mi tía halagaba tanto sus modales.
— A pesar de ser familia, no sé nada al respecto de usted; su presencia siempre fue una sombra en los eventos familiares. — La curiosidad me carcomía y, en lo más profundo, quería saber más de él, conocer los misterios que oculta esa inquietante sonrisa.
— ¿Familia? — Sentí que la pregunta fue hecha con frialdad, y al detener su paso, su mirada oscura se clavó en mí. En ese instante, me sentí como una hoja arrastrada por el viento, pequeña y vulnerable. No entiendo por qué me siento tan indefensa y protegida a su lado; este sentimiento es extraño y me embarga como una niebla misteriosa. Todo lo que viene de él es un misterio.
— Sí, mi tía es tu madre; es lógico que seamos familia. Eres como uno de mis primos. — Aunque mantuvo esa sonrisa inquietante, su mirada se volvió demasiado fría para mi gusto. ¿Por qué será que no me gusta que me mire así?
— Princesa, princesa... mi madre era la doncella de tu madre, y cuando ella se casó con mi padre, yo ya existía. No hay lazo de parentesco que nos una; mi sangre no corre por tus venas, así que no me compares con tus primos, porque tú y yo no somos familia, aunque a lo mejor lleguemos a serlo... pero no de la forma que piensas. — Todo ese tiempo, tuvo mi rostro acunado en sus manos; sus labios se posaron en mi nariz, haciéndome sonrojar.
— Está bien, entiendo, pero no vuelvas a acercarte tanto, no es correcto. — Le dije, tratando de poner distancia entre nosotros, pero él seguía riendo como si nada hubiera pasado.
Estábamos esperando a ser anunciados. Mis nervios se hicieron presentes; él puso su mano encima de la mía, dándome calma. Su embriagante olor me tranquilizó.
Respiré hondo y puse mi mirada en alto, y repetí la misma frase que me ha ayudado a mantenerme de pie en las peores circunstancias.
Eres una princesa, una auténtica joya imperial. Las princesas no se doblegan ante simples mortales; su cabeza siempre tiene que estar en alto, solo hacen una leve inclinación ante el emperador. Una princesa es un regalo, un símbolo de amor y grandeza.
— ¡Su alteza, la primera princesa Bianca Chevalier, acompañada del gran general del imperio Nikolai Colonna!
Un par de copas cayeron al suelo, esparciendo los cristales brillantes a su alrededor. Jadeos, miradas de sorpresa, destellos de rabia y un toque de temor; nosotros juntos éramos un caos fascinante.
Los nobles estaban experimentando un torbellino de emociones que algunos no se molestaron en ocultar. No podía negarlo, este caos me fascinaba intensamente.
Todas las princesas tenemos un toque de locura. No solo fuimos educadas para ser perfectas y delicadas; en secreto, nos entrenaron para ser letales, para acaparar todo el poder en defensa de los nuestros.
Mi tía Madeleine tomó el lugar de mi madre, siendo la flor de la sociedad, la joya más preciada, aunque ella ya tiene su objetivo bien vigilado. Todas tenemos una misión especial: proteger a nuestro emperador, a los reyes y príncipes del imperio, siendo sus armas secretas. Estamos dispuestas a morir por el bien del imperio.
Nunca dejes que comentarios inoportunos te hagan retroceder, eres talentosa, tu narrativa envuelve, es tan agradable leer tus novelas💐