Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Una noche explosiva (+21)
Val
Miro mi reflejo frente al espejo mientras seco mi cabello.
–¿Qué estás haciendo con tu vida? –le recrimino a la mujer frente a mí–. Tienes que dejar de soñar y comenzar a vivir.
Los ojos violetas, síndrome de Alejandría, mutación genética que heredé de mi abuela paterna, me observan cautelosos.
–Tienes que dejar de fantasear –me regaño.
Recuerdo las palabras de Mei y siento como mi corazón se encoge. No amo a Milton, no siento que el mundo se vuelva gris cuando se va. Mi cerebro no libera oxitocina cuando estamos juntos. Ni siquiera lo extraño.
–Pero si lo extrañas a él, ¿no? –le pregunto furiosa a la mujer del espejo–. Si sientes que el mundo se vuelve oscuro cuando no está a tu lado, y tu cerebro nada en oxitocina cuando te mira o te roza. ¡Eres patética! –la acuso antes de salir del baño.
Ming es mi amigo. Ming es mi mejor amigo. Ming nunca me verá como algo más que una amiga o su hermana por elección.
Tengo que obligarme a ser feliz con Milton. Es un buen hombre, es inteligente y guapo. Me quiere y me desea.
Muerdo mi labio y niego con mi cabeza.
Si Milton supiera que cuando tenemos sexo tengo que imaginarme a Ming para poder disfrutarlo, me mataría, y probablemente eso lo mataría a él también.
Soy un desastre.
Un golpeteo furioso me hace saltar.
Tomo mi bata y me envuelvo rápidamente en ella cuando me doy cuenta de que ese golpeteo es la puerta.
Milton tuvo que haber olvidado su maletín nuevamente. Esta noche tiene tres cirugías programadas, y suele enfocarse tanto en lo que tiene que hacer, que suele olvidar cosas mundanas como su maletín o las llaves de su auto.
Abro la puerta y jadeo al ver a Ming.
–Mierda. Me asustaste –digo llevando mi mano a mi pecho–. Sé que todo el mundo te tiene miedo, pero deberías respetar al conserje y dejar que te anuncie.
Avanza y cierra la puerta con una patada.
Sus ojos oscuros están fijos en los míos. Fríos y ardientes al mismo tiempo.
–¿Mei está bien? –pregunto aterrada.
Ming no contesta y sigue avanzando.
Comienzo a retroceder, porque no reconozco al hombre frente a mí.
Mi espalda golpea con la pared de mi sala y tengo que usar mis manos para detener su avance.
–¿Qué crees que estás haciendo?
Sujeta un mechón de mi cabello, todavía mojado gracias al baño de tina que me acabo de dar, y lo huele.
–Lavanda y vainilla –susurra–. Sabes todo lo que me gusta, ¿no?
–¿Perdón? –pregunto tratando de entender.
Toma mi mejilla en su enorme mano y afirma su frente en la mía.
–Fuiste hecha para mí, ¿no lo ves? –pregunta en un susurro ronco, que hace mi piel arder–. Toda tú eres una tentación –dice mirando mis labios–. No puedo dormir sin pensar en ti, y cuando sueño, ahí estás, tentándome con estos labios que me encantaría probar.
Mi respiración se acelera, pero me obligo a empujarlo.
–¿Estás borracho? –pregunto por una explicación que avale su extraño comportamiento.
–No –susurra tan cerca de mis labios que mi cuerpo se derrite contra el suyo.
–Tú no me deseas, Ming –digo y giro mi rostro para evitar hacer una estupidez como besarlo.
Grito cuando toma mis muslos y me levanta en un movimiento. Apoya mi espalda contra la pared y entierra su rostro en mi cuello.
–Estás tan equivocada, Val –susurra–. Te he deseado desde que descubrí para qué sirve mi polla –suelta antes de besarme.
Todo a mi alrededor se detiene cuando sus labios capturan los míos, ardientes y demandantes. Mi boca se abre para él porque es lo que ha estado esperando desde siempre.
Ming enreda sus dedos en mi cabello y gruñe en mi boca cuando enreda su lengua con la mía, sacándome un gemido suave.
Lo abrazo con mis piernas y brazos, y dejo que mi cuerpo se amolde a su enorme torso.
Entierro mis uñas en su nuca cuando el beso se torna violento, necesitado y hambriento… es perfecto.
–Tan dulce, tan mía –susurra antes de morder mi labio inferior–. Soñé tantas noches con tu boca –dice antes de volver a besarme.
Su sabor me enloquece por completo.
–Cómeme los pechos –le pido suplicante, desconociendo mi voz por completo.
Ming afirma su frente en la mía mientras nuestras respiraciones aceleradas resuenan por toda la sala. Mira el nudo en mi bata y sonríe cuando toma la tira y el nudo se deshace.
La bata se abre, dejándome desnuda.
Ming gruñe mientras mira mis pechos excitados.
–Y eso que todavía no es navidad –suelta antes de tomar uno de mis pechos en su enorme mano y llevarlo a su caliente boca.
–Oh, sí –gimo cuando sus dientes muerden mi sensible punta–. Quiero más –pido suplicante.
Ming junta mis pechos y besa, muerde y succiona cada pedazo de piel que le ofrezco.
Mi cuerpo comienza a temblar contra el suyo, enardecido por todo lo que su boca me está provocando.
Enredo mis dedos en su cabello y rasguño su cuero cabelludo mientras disfruto de un placer que pensé, no existía.
Ming se mueve conmigo en sus brazos, sin dejar mis pechos. Escucho un estruendo y luego siento la frialdad del mármol de mi mesa de arrimo contra mis nalgas.
Abro los ojos y veo el lazo que amarraba mi bata en sus manos. Sin preguntarme venda mis ojos y me obliga a recostarme contra la mesa.
Mi corazón martillea en mi pecho, expectante. Sollozo cuando siento sus labios en mi vientre. Muerde debajo de mi ombligo y luego entierra su lengua en mi ombligo, haciendo que mi cuerpo se levante.
–Quiero… quiero –susurro suplicante, pero me callo cuando toma mis tobillos y los coloca sobre la mesa, posicionándolos al lado de mi cadera, dejándome completamente abierta para él.
Un sonido maravilloso sale de su boca, encendiéndome más.
–Me deseas –declara con voz ronca y seductora–. Yo también te deseo, Val, tanto –susurra mientras pasa su dedo por mi centro palpitante.
Enrojezco al darme cuenta de que estoy tan excitada, que la evidencia baja por mis muslos hacia el mármol.
Gimo cuando siento sus labios en mis muslos, lamiendo mi excitación.
Gruñe satisfecho. –Fuiste hecha para mí, no tengo duda de ello –susurra contra la unión de mis piernas–. Sé una buena chica y dime cómo te gustan que te coman.
Lucho contra el incendio en mis pulmones antes de contestar: –Me gusta sucio –digo y Ming gime, haciendo que todo mi cuerpo arda–. Quiero tu lengua en todas partes.
Ming gruñe antes de capturar mi montículo entre sus dientes.
Estiro mis manos hasta encontrar su cabello y guiar su boca a donde la necesito.
Ming capta la indirecta y entierra su lengua en mi centro, que late a su alrededor.
–Oh, sí –sollozo cuando me folla con su lengua.
Mi centro se contrae contra su lengua cálida y dura. Tan dura que si no lo supiera mejor pensaría que se trata de su polla.
–Quiero tu culo –gruñe antes de levantar mis piernas y enterrar su lengua en mi culo.
–Oh, Dios –grito–. No te detengas –exijo.
Un placer prohibido me arranca un grito tras otro.
Ming entierra dos dedos en mi culo y gimoteo cuando siento el dolor más placentero que he sentido en mi vida.
–Vibrador –susurro con desesperación–. Llévame a mi habitación.
Ming obedece y quito la venda de mis ojos cuando me deja caer sobre la cama.
Busco en mi mesa auxiliar y abro la pequeña caja que escondo de Milton.
Mierda, Milton. Una avalancha de culpa cae sobre mí.
Ming toma mi barbilla y me obliga a mirarlo.
–No pienses en nada más que nosotros –ordena y me quita la caja de mis manos. Sonríe cuando ve la bala anal y los vibradores de distintos tamaños–. Maldita sea, Val, eres mi tipo de chica.
Tomo sus caderas y lo acerco a mí. Bajo la bragueta de su pantalón, y ahora la que sonríe soy yo.
–Y tú eres mi tipo de chico –devuelvo al verlo sin bóxer–. Me gusta el acceso fácil –digo antes de tomar su polla y metérmela en la boca.
Ming enreda su mano en mi cabello y me obliga a tomarlo por completo. Mis ojos se llenan de lágrimas cuando mi garganta se abre para recibirlo.
Lo miro mientras me folla la boca con desenfreno. Esto se siente tan bien que temo despertar y descubrir que todo esto no es más que un sueño.
Ming enciende un vibrador y me lo pasa por el cuello, sacándome gemidos, que casi me ahogan.
Luego lo baja a mis pechos y lo presiona contra mis sensibles puntas.
Le quito el vibrador y lo bajo a mi centro mientras sigo dándole placer con mi boca.
Mi vientre se tensa y gimo cuando alcanzo el orgasmo. Ming me sigue y retiene mi cabeza hasta que me trago hasta la última gota.
–¿Te han follado el culo? –pregunta entre jadeos.
Niego con mi cabeza, pero no puedo evitar responder con la verdad: –No, pero me encantaría que tú lo hicieras.
–Buena chica –susurra antes de voltearme y dejarme con el culo en pompas.
Besa mi trasero mientras mete tres dedos en mi centro. Tengo que aferrarme a las sábanas cuando vuelvo a llegar, intempestivamente.
–Ming –sollozo con desesperación.
Escucho el vibrador y ladeo mi cabeza para mirar.
–El más pequeño –dice antes de metérselo a su boca para lubricarlo.
Mi vientre tiembla al ver eso.
Maldita sea, que sexy es este hombre.
–¿Estás lista? –pregunta y yo asiento, impaciente.
Espero por el vibrador, pero sollozo al sentir sus labios succionando la sensible piel alrededor de mi montículo.
–Sí –gimo–. Te quiero en todos lados.
–Me tendrás –jura antes de tomar mi cadera y enterrarse en mi centro con una estocada profunda.
Respiro profundamente al sentir como mi piel se estira a su alrededor. Nunca he estado con un hombre que ocupe tanto espacio dentro de mí. Es una sensación extraña, pero muy placentera.
Escucho el sonido del vibrador y vuelvo a ladear mi rostro, expectante ante lo que pasará.
Ming acerca la punta a mi trasero y comienza a empujar suave y pacientemente mientras comienza a moverse dentro de mí.
Cierro los ojos, incapacitada ante todo lo que estoy sintiendo.
Lo único que sé es que no quiero que esta noche termine.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬