Sinopsis:
Joarah siempre había vivido una vida tranquila en México, hasta que se vio obligada a huir del país, dejándolo todo atrás. Perseguida por Emmanuel Gonzales, un poderoso magnate del crimen, no entiende sus verdaderos motivos, pero sabe que debe salvarse a cualquier precio.
Al llegar a Sicilia, Joarah pide ayuda a la única persona que conoce, su amiga Alice. Las cosas se complican cuando descubre que Emmanuel está más cerca de lo que imaginaba. Durante un tenso encuentro, Joarah se enfrenta a una sorprendente revelación: es idéntica a la ex esposa de Emmanuel, una mujer que muchos dieron por desaparecida y otros por muerta.
Emmanuel, frío y calculador, le propone un trato impensable: que Joarah se convierta en su esposa de alquiler, no por amor, sino por necesidad, para garantizar el futuro de su hijo y la seguridad económica de su padre. Joarah descubre secretos familiares que cambian su visión del pasado y de Emmanuel.
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Capítulo Três
Joarah González
Cuando llegamos al casino, sentí que todos me miraban. La gente parecía sorprendida, algunos incluso asustados. Al principio pensé que tal vez me había arreglado demasiado, pero luego recordé vagamente lo que Adriano, el marido de Alice, había dicho sobre mi parecido con la difunta esposa de Emmanuel.
En el coche, de vuelta al hotel, mi curiosidad no me dejaba callar.
- ¿Qué me estás ocultando? - pregunté, con la tensión evidente en mi voz.
- ¿Ocultarme? - respondió arqueando una ceja.
- Me di cuenta de cómo me miraban algunas personas en aquel acto en el casino. Parecían sorprendidos por mi presencia. ¿Qué has difundido sobre mí? ¿Dijisteis que era un terrorista o un mafioso? - continué, tratando de mantener la calma.
Era la primera vez que veía sonreír a Emmanuel, y en ese momento no se contuvo y dejó escapar una carcajada.
- ¿De qué te ríes? - pregunté, irritada.
- Te voy a contar todo lo que escondo en cuanto lleguemos al hotel -dijo, todavía con una sonrisa en la cara.
El camino de vuelta me pareció interminable, pero pronto llegamos al hotel. Subí a la habitación de Emmanuel, decidida a averiguar qué escondía. Empezó a tomar unas copas y yo, para calmar mis nervios, bebí también.
Después de la tercera copa, por fin empezó a hablar.
- La gente cree que eres mi mujer, desaparecida para algunos, muerta para otros. Pero para mí, está viva. No me importa que me haya dejado. La gente cree que la estoy buscando, otros que he asumido la pérdida. Pero yo sé dónde está y por qué decidió dejar a su marido y a su hijo. Prefiero fingir que simplemente ha desaparecido. El dolor sólo es mayor cuando lo alimentamos.
- Vaya, ¿tanto me parezco a ella? - pregunto con incredulidad.
- Digamos que demasiado, ya que sois gemelas -confesó.
- ¿Gemelas? No tengo ninguna hermana. ¿Cómo podría tener una gemela? - pregunté, confusa. Tal vez fuera el alcohol o la impactante revelación, pero estaba desconcertada.
- Hay secretos que tu padre no ha revelado sobre tu vida. Cuando eras joven, tus padres decidieron separarse. Cada uno se quedó con una de las hijas. Ahora ya lo sabes", me explicó.
- ¿Qué quieres de mí? - pregunté con la voz temblorosa.
- ¿Qué quiero de ti? - preguntó, acercándose y arrinconándome contra la pared. - Quiero que te cases conmigo, que seas la madre de mi hijo.
- Yo no soy tu mujer. ¿Quieres engañarte y engañar a tu hijo? ¿Quieres que finja ser mi hermana? ¡No lo haré! - dije, tratando de apartarme.
Emmanuel se acercó a la puerta antes de que pudiera salir y dijo
- No quiero que finjas ser ella. Quiero que seas tú. Mi hijo necesita una madre. No tienes que fingir, pero necesito que me prometas que no harás lo que hizo su madre. Puedo darte lo que quieras, pero si no te casas conmigo, tu padre lo perderá todo. Cree que le salvarás de todas sus deudas conmigo.
- Yo no te quiero. ¿Cómo voy a casarme con un hombre al que ni siquiera he besado? - respondí, con voz casi de susurro.
Emmanuel me tiró de la cintura y me besó, llevándome a la cama. Sus labios recorrieron mi cuello hasta llegar a mis pechos, mientras paseaba sus manos por mi cuerpo, haciéndome gemir.
- Para", dije entre gemidos.
- No parece una petición -murmuró, sin dejar de tocarme.
Me hacía gemir incontrolablemente, sin ni siquiera tener sexo. Lamenté haber estado bebiendo, pero no sentir la inexplicable experiencia que él me había provocado.
Con un enorme esfuerzo, aparté su mano de mi cintura y le empujé.
- Puedes intentarlo, pero no voy a acostarme contigo -dije, intentando recuperar el control.
Me alejé, mareada, hacia
- No soy tu mujer. ¿Quieres engañarte y engañar a tu hijo? ¿Quieres que finja ser mi hermana? ¡No haré eso! - dije, tratando de escapar.
Emmanuel se acercó a la puerta antes de que pudiera irme y dijo:
- No quiero que finjas ser ella. Quiero que seas tú. Mi hijo necesita una madre. No tienes que fingir, pero necesito que me prometas que no harás lo que hizo su madre. Puedo darte lo que quieras, pero si no te casas conmigo, tu padre lo perderá todo. Cree que le salvarás de todas sus deudas conmigo.
- Yo no te quiero. ¿Cómo voy a casarme con un hombre al que ni siquiera he besado? - respondí, con voz casi de susurro.
Emmanuel me tiró de la cintura y me besó, llevándome a la cama. Sus labios recorrieron mi cuello hasta llegar a mis pechos, mientras paseaba sus manos por mi cuerpo, haciéndome gemir.
- Para", dije entre gemidos.
- No parece una petición -murmuró, sin dejar de tocarme.
Me hacía gemir sin control, sin ni siquiera tener sexo. Lamenté haber estado bebiendo, pero no sentir la inexplicable experiencia que él me había provocado.
Con un enorme esfuerzo, aparté su mano de mi cintura y le empujé.
- Puedes intentarlo, pero no voy a acostarme contigo -dije, tratando de recuperar el control.
Caminé mareada hacia mi habitación. Nada más llegar, me quité el vestido y las bragas, entré en el cuarto de baño y encendí la ducha. Dejé que el agua fría cayera sobre mi cuerpo, intentando apagar el fuego que él había encendido en mí.
Sigue...
Que la ayude pero no en la casa con su familia
Es un riesgo que no debe correr
Dejarlo vivo es una bomba de tiempo