Cristian de la Fuente y Mía Ferrer se conocieron desde niños gracias a la relación cercana de sus familias. Mía es la ahijada de Victoria, la madre de Cristian, lo que los hacía pasar mucho tiempo juntos. Desde el primer día, Cristian se convirtió en el niño más popular de la clase: atlético, carismático y siempre rodeado de amigos. Mía, en cambio, era una niña tímida y reservada, con una gran pasión por la lectura y el arte, pero con sobrepeso, lo que la convirtió en el blanco fácil de las burlas de los demás niños, incluido Cristian.A pesar de su conexión familiar, Cristian se unió a los demás en hacer comentarios hirientes y bromas pesadas sobre el peso de Mía, sin darse cuenta del profundo impacto que sus palabras tenían en ella. Mía siempre se sintió dolida, especialmente porque esos comentarios venían de Cristian, a quien admiraba secretamente.
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Capítulo 3: El Reencuentro
Me desperté temprano, antes de que el sol se levantara por completo. Eran las cinco de la mañana y sentía una mezcla de emoción y nerviosismo que no me dejaba dormir más. Decidí levantarme y bajar a la cocina para prepararme un café. La casa estaba en silencio, y mientras caminaba por los pasillos, me invadían los recuerdos de mi infancia. Todo se sentía tan familiar y al mismo tiempo tan diferente.Llegué a la cocina y comencé a preparar el café, disfrutando del ritual de moler los granos y esperar a que el aroma llenara el aire. Justo cuando estaba a punto de verter el agua caliente, sentí unas manos que me acorralaban desde atrás. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y escuché una voz baja y burlona que susurraba en mi oído: "¿Qué hace una gordita asaltando mi cafetera?"Me giré rápidamente, sorprendida y un poco asustada. Frente a mí estaba Cristian, más alto y más maduro de lo que recordaba, pero con los mismos ojos verdes que solían mirarme con esa mezcla de curiosidad y superioridad. "Hola, buenos días", respondí con la voz algo temblorosa, tratando de mantener la compostura. "Hice café".Cris me miró con una sonrisa medio burlona, medio sorprendida. "¿Me das permiso?", le dije, señalando la cafetera. Quería salir de esa situación incómoda lo más rápido posible. "Voy a ir a mi cuarto". Sin esperar su respuesta, tomé mi taza de café y me dirigí hacia la puerta."Espera, Mía", dijo Cris, pero yo no me detuve. Lo dejé ahí, parado en medio de la cocina, con una expresión de confusión en su rostro. Subí las escaleras rápidamente, sintiendo mi corazón latir con fuerza en mi pecho. Cerré la puerta de mi habitación y me dejé caer en la cama, tratando de procesar lo que acababa de pasar.El reencuentro con Cris había sido tan inesperado y abrupto que no sabía cómo sentirme. Parte de mí estaba furiosa por su comentario hiriente, pero otra parte estaba llena de una tristeza profunda. ¿Acaso no había cambiado nada? ¿Seguía siendo el mismo chico cruel que se burlaba de mí?Tratando de calmarme, tomé un sorbo de mi café y miré por la ventana. El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, y los primeros rayos de luz llenaban el cielo de tonos cálidos. Era un nuevo día, y tenía que enfocarme en mi exposición de arte. Había trabajado tan duro para llegar hasta aquí, y no podía permitir que un comentario de Cris arruinara mi ánimo.Decidí que necesitaba aire fresco, así que me vestí rápidamente y salí al jardín. El aire matutino era fresco y limpio, y me ayudó a despejar la mente. Caminé entre las flores, recordando cómo solía jugar aquí de niña. El jardín siempre había sido un refugio para mí, un lugar donde podía soñar y escapar de las cosas que me dolían.A medida que avanzaba, me encontré con Victoria, que también había madrugado. Estaba regando las plantas, y cuando me vio, su rostro se iluminó con una sonrisa. "Buenos días, mi amor", dijo, dejando la regadera a un lado. "¿Cómo dormiste?""Bien, madrina", mentí, sin querer preocuparla. "Quería salir a tomar un poco de aire fresco antes de que empiece el día"."Es una buena idea", respondió ella, acercándose para darme un abrazo. "Hoy es un día importante para ti, y quiero que te sientas lo mejor posible". Sus palabras y su abrazo me reconfortaron, recordándome que estaba rodeada de amor y apoyo.Pasamos un rato en el jardín, hablando de cosas triviales y disfrutando de la tranquilidad de la mañana. Sin embargo, mi mente seguía volviendo al encuentro con Cris en la cocina. Necesitaba entender qué estaba pasando y si él realmente había cambiado.Finalmente, decidí que no podía evitarlo más. "Madrina, ¿cómo está Cris?", pregunté, tratando de sonar casual. "Lo vi esta mañana en la cocina".Victoria suspiró y me miró con una mezcla de tristeza y preocupación. "Cris ha tenido sus propios desafíos estos años", dijo. "Ha crecido y cambiado, pero creo que todavía lucha con algunas cosas del pasado". Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. "Sé que las cosas no fueron fáciles entre ustedes cuando eran niños. Pero espero que ahora, como adultos, puedan encontrar una manera de entenderse y sanar".Asentí, apreciando su sinceridad. "Lo intentaré, madrina", dije. "Solo espero que él también esté dispuesto a cambiar".Después de un rato, regresamos a la casa para prepararnos para el día. Tenía que estar en la galería temprano para asegurarme de que todo estuviera listo para la exposición. Mientras me arreglaba, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. No solo por la exposición, sino también por la inevitable confrontación con Cris.Llegué a la galería y me sumergí en los preparativos. Colocar mis obras, ajustar las luces, revisar los detalles una y otra vez. Cada pincelada en mis cuadros llevaba una parte de mi alma, y quería que todo fuera perfecto. La tarea me ayudó a distraerme, pero cada vez que tenía un momento de quietud, mis pensamientos volvían a Cris.A medida que se acercaba la hora de la inauguración, la galería comenzó a llenarse de gente. Amigos, familiares, colegas y extraños curiosos se reunieron para ver mi trabajo. Victoria estaba allí, radiante y orgullosa, hablando con todos sobre mi talento. Me sentí abrumada por el apoyo y el cariño de todos.En medio de la multitud, vi a Cris entrar. Estaba de pie, observando mis obras con una expresión indescifrable. Mi corazón latió con fuerza al verlo, pero decidí concentrarme en la conversación que estaba teniendo con uno de los visitantes. No quería que su presencia me desestabilizara.A lo largo de la noche, traté de evitar a Cris, manteniéndome ocupada y hablando con otras personas. Sin embargo, él finalmente se acercó a mí cuando estaba sola, revisando una de las últimas piezas. "Mía, tus pinturas son increíbles", dijo, su voz más suave y sincera que la última vez que hablamos. "Realmente has logrado algo asombroso".Miré sus ojos y vi una chispa de la antigua conexión que una vez tuvimos. "Gracias, Cris", respondí, sin saber qué más decir. Había tanto que quería preguntarle, tanto que quería entender, pero las palabras se me escapaban."Cris, sobre esta mañana...", comencé, pero él levantó una mano, deteniéndome."Lo siento, Mía", dijo, su voz llena de remordimiento. "No debí decir eso. Sé que he sido un imbécil en el pasado, y no quiero que sigamos así. De verdad, he cambiado, o al menos estoy tratando de hacerlo. Me gustaría que pudiéramos empezar de nuevo".Sus palabras me tomaron por sorpresa, y no supe qué responder de inmediato. Podía ver que estaba siendo sincero, pero las heridas del pasado eran profundas. "Cris, necesito tiempo", dije finalmente. "No es fácil olvidar lo que pasó, pero estoy dispuesta a ver si las cosas pueden ser diferentes".Él asintió, entendiendo. "Te doy todo el tiempo que necesites, Mía. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que quiero arreglar las cosas".Mientras la noche avanzaba, sentí que una pequeña semilla de esperanza se plantaba en mi corazón. Tal vez, con el tiempo, podríamos sanar las heridas del pasado y construir algo nuevo. Por ahora, estaba agradecida por la oportunidad de mostrar mi arte y por el apoyo de quienes me amaban. Y, aunque todavía había mucho por resolver, sabía que estaba en el camino correcto.Me despedí de Cris y de los demás, sintiendo una mezcla de emociones. El día había sido un torbellino, pero también había traído consigo la promesa de nuevos comienzos. Mientras me dirigía a casa, con la cálida luz de las farolas guiando mi camino, sentí que, tal vez, finalmente estaba empezando a encontrar mi lugar.