Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️
¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.
Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈
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(CAPITULO 7) UN DIA MENOS
Monserrat cerró la puerta de su casa detrás de ella, intentando bloquear la pesadilla que había vivido en el departamento de Ryan. Pero la imagen de su cuerpo sin vida, la sangre salpicada en la pared y el sonido del rifle aún resonaban en sus oídos.
Se apoyó en la puerta, intentando recuperar el aliento. Su corazón latía con fuerza, como si estuviera tratando de escapar de su pecho. La carta que Ryan le había dado segundos antes de morir seguía en su mano, crumpled y sudada.
Miró alrededor de su casa, intentando encontrar algún lugar seguro donde esconderse. Pero cada sombra, cada ruido, cada movimiento parecía una amenaza. La oscuridad parecía haberse apoderado de todo.
Se dirigió hacia la cocina, intentando encontrar algo que la calmara. Pero al abrir la nevera, solo encontró vacío y silencio. La luz del refrigerador parecía una ironía, iluminando la nada que había dentro.
Se sentó en la mesa de la cocina, intentando ordenar sus pensamientos. Pero cada idea, cada recuerdo, cada miedo parecía una pesadilla sin fin. La carta de Ryan seguía en su mano, como un recordatorio de la realidad.
De repente, escuchó un ruido en la ventana. Un ruido suave, casi imperceptible. Pero suficiente para hacer que su corazón se detuviera. Se levantó lentamente, intentando acercarse a la ventana sin hacer ruido.
Al llegar, vio una figura en la sombra. Una figura que la observaba con atención. Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda. ¿Era el asesino? ¿Era Lilith?
Se quedó paralizada, incapaz de moverse o hablar. La figura no se movió, no habló. Solo la observaba, como si estuviera estudiándola.
Monserrat sabía que tenía que hacer algo. Pero ¿qué? ¿Llamar a la policía? ¿Esconderse? ¿Huir?
La figura seguía observándola, sin moverse. Monserrat se sintió atrapada, como si estuviera en una jaula sin salida.
Y entonces, la figura desapareció. Sin ruido, sin movimiento. Simplemente desapareció.
Monserrat se quedó sola en la oscuridad, intentando entender qué había pasado. ¿Era una ilusión? ¿Era una amenaza?
No lo sabía. Pero sí sabía una cosa: no estaba sola. Y eso era lo que más la aterraba.
Monserrat se sentó en la mesa de la cocina, la carta en su mano, su corazón aún latiendo con fuerza después del susto. Respiró profundamente, intentando calmarse, y comenzó a leer.
Eres muy perceptible, señora Hernández.
La voz del asesino parecía resonar en su mente, sarcástica y condescendiente. Monserrat frunció el ceño, su estómago se contrajo en una mezcla de miedo y rabia.
Hiciste justo lo que pensamos que ibas a hacer. Fuiste a comprobar la muerte del señor Alessandro y después, como era de esperarse, fuiste a la dirección del apartamento del primer sospechoso que tenías en mente.
Monserrat se detuvo, su mirada se desvió hacia la ventana, como si buscara algo fuera de sí misma. Su mente comenzó a girar, intentando recordar cada paso que había dado desde que recibió la carta de Ryan.
Eres demasiado perceptible. Un error muy grave.
La frase pareció golpearla como un puñetazo en el estómago. Monserrat se sintió vulnerable, expuesta. Su corazón comenzó a latir más rápido, su respiración se volvió superficial.
Pensabas que él era la persona correcta, la que te llevaría a mí?
Monserrat se inclinó hacia adelante, su mirada se enfocó en la carta, como si buscara una respuesta. Su mente se llenó de preguntas, de dudas. ¿Quién era este hombre? ¿Qué quería de ella?
Un hombre culpado de asesinato por unos padres que querían justicia para su hija.
La frase pareció evocar una imagen en su mente, una imagen de Ryan, de su rostro desencajado, de su cuerpo sin vida. Monserrat se estremeció, su piel se erizó.
Según las acusaciones, él había matado a su propia esposa en una pelea marital.
Monserrat se detuvo, su mirada se desvió hacia abajo, como si no pudiera soportar la verdad. Su mente se llenó de horror, de asco.
Pero déjame darte algo de alivio, y también algo de preocupación...
La voz del asesino parecía burlarse de ella, parecía disfrutar de su sufrimiento. Monserrat se sintió atrapada, sin salida.
...él no era la persona correcta, pero de igual manera, sí era culpable de lo que se le acusaba.
La frase pareció ser un golpe final, un golpe que la dejó sin aliento. Monserrat se sintió derrotada, vencida.
Gracias a ti, unos padres desconsolados tuvieron que enterrar a su hija...
La imagen de los padres, de su dolor, de su pérdida, pareció ser demasiado para Monserrat. Se sintió responsable, culpable.
...sabiendo que el hombre que le había asesinado estaba libre.
La frase pareció ser un recordatorio cruel de su fracaso, de su error.
Bueno, hoy, al menos, se hace justicia por una mujer asesinada a sangre fría por un marido violento.
Monserrat se detuvo, su mirada se desvió hacia arriba, como si buscara una respuesta en el cielo. Su mente se llenó de preguntas, de dudas.
Se te ha acabado el primer día. Te quedan seis.
La frase pareció ser una sentencia, una sentencia de muerte. Monserrat se sintió atrapada, sin salida.
Sigue trabajando, sigue trabajando.
La voz del asesino parecía ser un eco en su mente, un eco que la perseguiría hasta el fin.
No te preocupes por el peligro, tú no corres ningún peligro porque yo me voy a encargar de que nada te pase.
La frase pareció ser una ironía, una ironía cruel.
A menos, claro, que tú decidas tomar la opción uno: tomar tu arma y darte un tiro.
La frase pareció ser un golpe final, un golpe que la dejó sin aliento. Monserrat se sintió derrotada, vencida. La carta cayó de sus manos, como si fuera una serpiente venenosa.
Monserrat terminó de leer la carta, su mente aún procesando las palabras crueles y sarcásticas del asesino. Se sintió exhausta, emocionalmente agotada. Pensó que por lo menos tendría un momento de respiro, un momento para recopilar sus pensamientos y tratar de encontrar una salida a la pesadilla en la que se encontraba.
Pero antes de que pudiera tomar un suspiro, su teléfono móvil sonó, rompiendo el silencio de la habitación. Monserrat se sobresaltó, su corazón saltando en su pecho. La llamada inesperada la hizo sentir como si estuviera caminando sobre una delgada capa de hielo, a punto de romperse en cualquier momento.
Con manos temblorosas, Monserrat buscó su teléfono en su maletín. Su mente comenzó a girar, pensando en las palabras de Lilith: "Por cada vez que no respondas tu celular, alguien cercano a ti pagará las consecuencias". La amenaza parecía resonar en su mente, haciéndola sentir culpable y responsable.
Finalmente, encontró el teléfono y respondió con una voz temblorosa. "¿Sí?"
La voz al otro lado del teléfono era familiar, pero no querida. Era la voz de Lilith, suave y sarcástica.
"Buenas noches, señora Hernández", dijo Lilith. "Es un gusto volver a tener una conversación con usted."
Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda. ¿Cómo podía Lilith saber qué había hecho? ¿Qué quería de ella ahora?
"Ya leyó la carta, supongo que sí", continuó Lilith. "Como la misma carta lo dice, es usted muy predecible."
Monserrat se sintió una oleada de miedo y rabia. ¿Cómo podía Lilith saber qué había hecho?
"Bueno, un sospechoso menos, un día menos, señor Hernández", dijo Lilith con una risa baja. "La espero mañana en la cafetería 'The Coffee Bean & Tea Leaf' en la calle 5ta Avenida, número 200, en Manhattan. No llegues tarde. Te espero a las 8 a.m. De lo contrario..."
La amenaza implícita en la voz de Lilith hizo que Monserrat se estremeciera.
"...bueno, es un fastidio tener que repetir lo mismo y lo mismo", dijo Lilith. "Ya sabes tú qué va a pasar. Alguien cercano a ti va a pagar las consecuencias."
La llamada se cortó abruptamente, dejando a Monserrat en un silencio aterrador. Su teléfono aún temblaba en su mano, como si fuera una serpiente venenosa. La oscuridad de la habitación parecía cerrarse sobre ella, haciéndola sentir sola y vulnerable.
Monserrat se sintió atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Su mente estaba llena de preguntas y miedos. ¿Qué pasaría mañana? ¿Qué pasaría si no llegaba a la cita?