En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 19
Iván se encontraba solo en su despacho, las luces de la ciudad se filtraban por la ventana, creando sombras alargadas que coincidían con el peso de su dilema. La carpeta del caso de Helena reposaba sobre el escritorio, abierta como una herida, revelando todas las decisiones que le quedaban por tomar. Cada documento, cada testimonio, era un recordatorio de las consecuencias que lo acechaban.
El frío metal del bolígrafo que sostenía en su mano temblaba ligeramente. Tomar una decisión en este punto significaba más que justicia. Significaba elegir entre el deber que había jurado proteger durante años o el sentimiento creciente que Helena había despertado en él.
—No puedo —murmuró para sí, dejando el bolígrafo caer sobre el escritorio. Pero sabía que no era tan sencillo.
El juez del Castillo siempre había sido reconocido por su imparcialidad, por su habilidad para separar lo personal de lo profesional. Pero ahora, con cada minuto que pasaba, sentía cómo esa objetividad se desmoronaba. Helena se había convertido en su punto débil, y eso lo aterraba.
Sabía que si tomaba una decisión a favor de ella, no solo pondría en peligro su carrera, sino también la confianza que todos habían depositado en él. ¿Cómo podría justificarse ante los ojos de sus superiores? ¿Cómo podría justificar sus acciones ante él mismo?
Una decisión debía tomarse, y no había vuelta atrás. Sus dedos tamborilearon en la mesa, mientras el eco de su propio juicio resonaba en su cabeza.
Helena entró en el despacho, su presencia llenando la habitación con una mezcla de desafío y vulnerabilidad. Iván levantó la vista, y durante unos segundos, todo lo que había planeado decir se desvaneció. Sabía que en ese preciso momento, cualquier decisión que tomara tendría repercusiones no solo en su carrera, sino en su relación con ella.
—¿Ya decidiste? —preguntó Helena, su voz firme, pero con un leve temblor que traicionaba su ansiedad.
Iván apretó los labios, incapaz de responder de inmediato. Quería decirle la verdad, confesarle que estaba atrapado entre lo que sentía por ella y su deber como juez. Pero las palabras no salían. El silencio entre ellos se tornó insoportable.
—Si decides en mi contra... lo entenderé —añadió Helena, avanzando unos pasos hacia él. Sus ojos, normalmente llenos de determinación, estaban ahora cubiertos por una sombra de incertidumbre.
Iván cerró los ojos por un momento, respirando hondo. Sabía que cualquier decisión que tomara la afectaría profundamente, pero también sabía que su propia carrera y reputación estaban en juego. Estaba entre la espada y la pared.
—Esto no es solo sobre el caso, Helena —dijo finalmente, abriendo los ojos para mirarla directamente—. Es sobre nosotros.
Helena frunció el ceño, sorprendida por la sinceridad en sus palabras.
—¿Qué quieres decir? —susurró, dando un paso más hacia él.
—Si elijo a la justicia, te pierdo a ti. Pero si te elijo a ti... lo pierdo todo.
El silencio volvió a instalarse en la habitación, pero esta vez, era un silencio cargado de decisiones inminentes. Ambos sabían que nada sería igual después de esa conversación.
Helena se acercó lentamente al escritorio de Iván, el sonido de sus pasos resonando en la habitación en silencio. La tensión entre ambos era palpable, como si cada palabra que no se decían añadiera más peso a la situación. Él seguía sentado, con las manos entrelazadas, evitando su mirada.
—Iván —dijo ella suavemente, su voz casi un susurro—. Sé que esto no es fácil, pero no puedo dejar que tomes una decisión sin saber lo que siento.
Él levantó la cabeza, sorprendido. Durante semanas había intentado mantener la distancia, mantenerse frío y profesional, pero ahora ella estaba rompiendo esa barrera.
—¿Y qué sientes, Helena? —preguntó Iván, sus ojos finalmente encontrándose con los de ella.
—Siento que estoy perdiendo a mi padre, que estoy perdiendo mi vida tal como la conocía... —Helena dio un paso más cerca—. Pero lo que más me duele es que siento que te estoy perdiendo a ti, y ni siquiera sé si alguna vez te tuve.
Las palabras de Helena lo atravesaron como una daga. Iván cerró los ojos, intentando procesar lo que había dicho. El peso de la verdad lo aplastaba, y sabía que no podía seguir huyendo de lo que sentía. Pero, ¿cómo podía reconciliar su deber con lo que ahora era evidente? Estaba involucrado, más de lo que debería estar.
Se levantó lentamente de la silla, acercándose a Helena hasta que apenas había espacio entre ellos.
—Helena, esto no debería haber pasado... —comenzó a decir con la voz quebrada, pero antes de que pudiera terminar, ella lo interrumpió.
—Pero pasó —respondió con firmeza—. No podemos ignorarlo más.