*Han pasado exactamente dos años desde que me dejaron prácticamente en el altar.
Me llamo Montserrat Diaz, CEO de MONSE COMPANY.
Sentada en mi sillón de color rojo, con una copa en mi mano, mirando el vacío que ofrecía mi ventana, me puse a llorar.
"Maldita seas Enrique, maldita seas Victoria" maldecía a las personas que más odiaba en el mundo, mientras leía en una página de chisme, que ellos dos se habían casado en Hawaii.
Mi vida da un giro al conocer a Aaron Palacios, un joven que al igual que yo, lo han traicionado, mientras yo lo quiero cerca como un juguete, él solo quiere estar lejos de mi.
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3.
AARÓN PALACIOS
Llegué a casa. No puedo creer que gasté en un taxi. Saqué mi celular de la mochila y me fui a la cama.
Mi novia me dejó por alguien más. Revisé mi celular, había un mensaje de ella, disculpándose y que no estaba nada planeado, que las cosas fluyeron entre ellos. Sea lo que sea, ya no me importa. Así es la vida, las relaciones se terminan, nada es para siempre. Bloquee el número de ella.
Me acosté a dormir. Era domingo y los domingos no trabajo.
Me levanté a las 3 de la tarde. Me quedé viendo el techo. Unas lágrimas salieron de mis ojos.
Es feo este sentimiento de abandono, de perdida. La última vez que lo sentí fue con mi familia biológica, cuando mi madre le dio la custodia a mis padres adoptivos.
Entré al Facebook, ella aún no me había eliminado y aún permanecíamos de amigos en redes sociales. Ella recientemente había publicado una foto de ella con su nuevo novio. En sí, era un hombre un poco mayor que ella, se notaba a simple vista que tenía dinero. Revisé los comentarios, para mi sorpresa amigos en común la felicitaban, diciendo que ya era hora de que se diera cuenta de lo que valía.
¿Acaso su valor junto a mi, disminuyó? ¿Ser pobre es un pecado? ¿Trabajar honradamente es signo de vergüenza? Me sentí poco valorado por aquellas personas que decían ser mis amigos.
Me levanté de la cama y me cambié. Había decidido salir a correr al parque, necesitaba dejar salir todo el coraje y esos sentimientos de tristeza.
Di unas 20 vueltas al parque, terminé con la ropa sudada y pegada al cuerpo.
Ya empezaba a anochecer, regresé a casa.
Cené algo liviano, y me fui a la cama.
Mañana no será un buen día. La tendré que ver en la universidad, tendré que enfrentar todos los malditos comentarios, las preguntas mal intencionadas de algunos.
Al día siguiente.
Me levanté y me alisté para ir a clases muy temprano. Mi rutina no debe cambiar.
Elene bajó de un auto muy elegante. Continué caminando. El auto se marchó.
— Aarón — la voz de Elene— ¿podemos hablar?
No me detuve, continué caminando. Elene caminaba tras mío.
En la entrada estaba la chica coqueta del restaurante, vestía muy sexy y elegante a la vez. Frente a la universidad estaba su auto, un Ferrari de color rojo.
— Hola Aarón. ¿Me recuerdas? Soy Montserrat, la chica que quiso llevarte a tu casa y me confundiste con una asesina en serie.
Detrás de mí, mi exnovia que me acaba de dejar por otro, y al frente tengo, una loca que se llama Montserrat y ha venido hasta mi universidad.
— Hola Montserrat. ¿Me estás siguiendo? — Ella sonrió con esa sonrisa coqueta que la caracterizaba cada vez que la veía.
— Quiero invitarte a salir.
— ¿A mi? ¿A este Mesero?
Elene se detuvo.
— Aarón, ¿Conoces a esta mujer?
Ignoré las palabras de Elene.
— Acepto tu invitación. Préstame tu celular— Montse me dio su celular y escribí mi número en el.
— Nos vemos Cariño, te llamo más tarde— Ella se acercó y me dio un beso en la mejilla.
Elene observaba.
— Y yo me sentía un poco mal porque creí que lo estabas pasando peor, me sentí mal por haberte engañado, pero que rápido me olvidaste que hasta ya tienes mi reemplazo.
— No quiero que pases esa línea tan fina de mi intimidad. Te felicito por tu relación, pero por favor no te metas en mi vida. ¿Qué creías que iba a llorar?, ¿Qué mi vida gira alrededor de ti? No te equivoques.
Continué mi camino hasta el aula de clase. Las miradas curiosas de mis compañeros de clases, me ponían un poco incómodo.
Saliendo de clase iba a trabajar al restaurante. Cuando llegué me encontré con mi carta de despido. No me justificaron la razón. Terminé caminando de regreso a mi casa. Una razon más para odiar mi vida, mi existencia.