Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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Jugarse un todo o nada.
Busco un vestido con el que me voy al baño.
Salgo solo para medio arreglarme y Sebastián entra para bañarse.
Cuando termino de arreglarme, él sale vestido y trae una camisa, se ve más casual.
Se peina y se echa perfume, se pone zapatos y me señala la salida.
Me da el casco y, con fastidio, me lo pongo.
Volvemos a lo mismo: yo agarrada a su cintura mientras él maneja.
Llegamos a un restaurante junto al mar.
Agradezco que traigo sandalias bajitas y vestido casual.
—Comida de mar no como —le digo.
Él deja los cascos en la moto, caminamos a la par y, antes de entrar, pone su mano en mi espalda.
En una mesa está Gabriel y una joven que levanta la mano entusiasmada.
—Hey, aquí.
Dice Gabriel y Sebastián lo ignora, pero elijo caminar hacia ellos, es mejor creo.
—Ven, Santiago, hace tiempo quería presentarte a mi novia Luz.
—Hola, mucho gusto, mi nombre es Luz. Qué hombre tan guapo y usted señorita ni se diga, parece que estoy ante dos famosos.
Dice la joven y le sonrío.
—Hola Luz, yo me llamo Carina.
—Carina Camila.
Corrige Sebastián y lo miro mal.
—Eso dijiste ¿no?
Gabriel se ríe y nos señala las sillas.
—Veo mucha tensión en esta pareja —dice Luz y Gabriel llama al camarero.
—Yo pienso lo mismo, pero esta pareja puede sorprender… un día los veo peleando y, al minuto, mi amigo le quita el labial de los labios a su esposa y no con toallitas o lo que sea que ocupen ustedes las mujeres, no… ya sabes cómo.
Dice y lo señalo molesta.
—Camila, siéntate, acompáñanos.
Dice Luz, y por primera vez siento que alguien se refiere a mí.
Sebastián me señala la silla donde me siento, y él a mi lado.
—Gabriel habla mucho de usted.
—Ajá —le dice Sebastián mirando alrededor.
—¿Ya conoció a la señora Marisol?
—Ya tuve ese disgusto.
—Al menos no soy la única a la que le cae mal —me dice haciendo una mueca.
—No digas eso, el que está a mi lado en cualquier momento se levanta molesto —le digo señalando a Sebastián.
Gabriel se ríe negando.
—Una botella, por favor —pide.
El mesero le lleva una botella con cuatro copas.
—Quiero una pizza —le digo cuando vienen a levantar pedido.
—Yo comeré con ella la pizza, que sea una familiar —pide Luz.
Gabriel sirve las copas y ella sujeta mi mano.
—Podemos ir de compras.
—No me gusta, pero puedo acompañarte.
—Sebastián, no seas tacaño, es tu esposa.
Dice Gabriel.
—Ella tiene una tarjeta —responde Sebastián molesto.
—Ya me acordé, pero ella es más de ver… como hombres con poca ropa —dice Gabriel riéndose.
—¿En serio? Yo conozco un club de show solo para mujeres.
Dice Luz de repente y Gabriel levanta los hombros.
—Así es, ella sabe que puede mirar pero no tocar.
—Cuando yo contraté a los diez strippers, los diez me pedían que los tocara —susurro agarrando la copa, a la cual le paso el dedo alrededor.
—Quién no quisiera que usted los tocara —dice Luz y me acomodo en la silla.
—Solo eso falta, que mi novia me engañe con la esposa de mi amigo.
Ella se ríe y yo tomo de la copa.
—Quizás se casó muy joven, aún le faltó experimentar —dice Luz.
—Para la devoción que Carina le tiene a Sebastián, créeme que ella se casó con el hombre que ama.
—Digamos que fui como Ana, la hermana de Elsa: me enamoré creyendo que era un príncipe y resultó ser un completo…
—Hey, hey, sin ofender —dice Gabriel riéndose.
—Quién no quisiera despertar con un hombre como Santiago al lado, claro que yo tengo a mi hombre a mi lado siempre.
—Muchas personas se dejan llevar por el físico.
—¿Tuviste otros novios? —me pregunta Luz, y Gabriel sigue llenando las copas.
Asiento.
—¿Qué? ¿Por qué nadie sabía eso? No salgas con que fue Leo —responde Gabriel carcajeándose.
—Es de otro lugar.
—Según tus padres nunca has salido del país —habla Sebastián.
—Según mis padres, pero no es así.
—Así que ya tuviste tu primera vez.
Habla Luz otra vez, y la mirada de los tres queda sobre mí.
—Eso no es un tema para hablar en un lugar como este —murmuro.
—¿Por qué no nos acompañan a donde nos estamos quedando?
—Ya nos tenemos que ir.
—Yo sí voy —digo demostrando que yo decido por mí.
La pizza la traen y aparte traen lo que ellos ordenaron.
Como pizza con Luz, quien cuenta lo que ha visto en sus viajes.
El celular de Sebastián suena una, dos, tres veces. Hay tres botellas vacías en la mesa.
—Voy al baño —dice Luz.
—Yo igual voy al baño, ya que quiero besar mucho a mi novia —dice Gabriel siguiéndola.
El celular de Sebastián vuelve a sonar.
—Ya contéstale a tu mami o a tu hermanita —le digo, y él lo apaga acercándose más a mí.
—¿Quién fue tu novio?
—Alguien por ahí —miento.
—No te creo, creo que tratas de hacerme enojar.
—¿Por qué te enojarías si hay muchas mujeres mejor que yo, según tú? —le digo.
—Me enoja el solo hecho de imaginar que alguien más ha besado estos labios —me susurra tocando mis labios.
—Dices eso porque estás tomado.
—La que está tomada eres tú —me dice, y ahora que lo dice, casi no ha tomado.
—Peor, porque me estás emborrachando para que me duerma y puedas irte quién sabe a dónde.
Acomoda mi cabello detrás de mi oreja.
—Cuando no estás a la defensiva me gustas tanto —me dice, y creo que no escuché bien.
—¿Qué quieres? Dime Sebastián, ¿qué es lo que quieres?
Me besa, y no sé si es el alcohol, el momento… pero por primera vez me dejo llevar, rodeando su cuello con mis brazos.
Nuestras lenguas se tocan una y otra vez, sus manos sujetan mi cintura y bajan a mi cadera.
Lo empujo limpiando mi boca cuando veo a Gabriel con Luz, ambos de la mano, y ella se cae haciendo que él se ría y la levante.
Sebastián saca su cartera pagando.
—Le seguimos en nuestra casa —grita Luz, y creo que ambas estamos igual.
—Ok, pero sin stripper —dice Gabriel señalándome.
—Tenemos que descansar —dice Sebastián.
Y Luz agarra mi brazo, haciendo que camine con ella.
—Bien, váyanse a dormir, mi amiga Camila y yo nos iremos por ahí —dice, y ambas nos reímos.
Cada que me dice Camila siento que vuelvo a ser yo.
Salimos y Sebastián agarra mi mano, me pega a su pecho y me besa, con la luna de fondo y la oscuridad rodeándonos.
—Tregua —me dice.
—Solo por esta noche —le digo y volvemos a besarnos.
Sujeto su mano y Gabriel tiene la puerta abierta de su carro.
Entramos y nos dice que la moto quedará resguardada.
Llegamos a casa de Gabriel y Luz corre por las botellas, me sujeta de la mano para que la acompañe.
—Dime que Dalila se revuelca con su mismo veneno.
—Poco, ¿la conoces?
—Cuando Gabriel me la presentó en un viaje que coincidimos, me miró de pies a cabeza y se atrevió a decirle que yo no le convenía.
—Hemos tenido uno que otro roce.
—Es una perra. Dicen que Sebastián la consiente mucho y, ¿sabes qué? Ahora no creo lo que dice.
—¿Qué dice?
—Todos saben que es un matrimonio arreglado, ella se encargó de decirlo. ¿Sabes? La tengo de contactos y puedo subir estados donde estamos felices, eso le arderá.
—Puedes subir fotos donde Sebastián y yo estemos, ya sabes… muy cariñosos.
—Eso es muy peligroso. Algo así haría que ella y su madre viajaran para ver al hijo.
—No me importa.
—Me agrada, hermana —dice abrazándome.
Me da dos botellas y ella saca otra mientras pone música.
Llegamos a la sala y me siento al lado de Sebastián. Él cruza sus brazos por mis hombros y yo me pego más a él.
Luz me guiña un ojo mientras se sienta en las piernas de Gabriel y yo solo le sonrío.
Lo único que sé es que ya no hay marcha atrás: he dado un gran paso y es que me la estoy jugando todo o nada.
Me he ido al extremo ya que sabrán lo que es usar a un ser querido para su propio beneficio.