NovelToon NovelToon
Encanto Mercenario

Encanto Mercenario

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Colegial dulce amor / Equilibrio De Poder / Secretos de la alta sociedad / Amor-odio / Romance
Popularitas:257
Nilai: 5
nombre de autor: AmericanWidow

Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.

​Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.

​La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.

​En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.

NovelToon tiene autorización de AmericanWidow para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3: El Contraste de las Máscaras

...La Gala de Caridad y la Jaula Social...

El Salón de Baile del Gran Hotel Shilla era un microcosmos del poder surcoreano: cristal, terciopelo, y diamantes por doquier. Era la cena anual de caridad organizada por la Fundación Ji Won, y la élite se había congregado para ser vista, para negociar en susurros y, en el caso de la generación joven, para participar en el inevitable juego de emparejamiento.

Rein Ji Won odiaba las galas. Hoy, llevaba un vestido de noche color zafiro que resaltaba la profunda oscuridad de sus ojos y la precisión de su silueta. El vestido era una armadura de alta costura. Su rostro, sin embargo, era la verdadera fortaleza: sereno, inexpresivo, con esa mirada que mantenía a raya a cualquier pretendiente o inversor.

Eujin, por otro lado, parecía haber nacido para el esmoquin negro. El traje acentuaba su físico tallado, su cabello castaño oscuro estaba peinado hacia atrás con una elegancia que rozaba la perfección. Era tan ridículamente guapo que causaba una conmoción silenciosa en la sala. Eujin no estaba incómodo; él se adaptaba, como el agua en cualquier recipiente. Era una máscara más, y la llevaba con una convicción total.

Chae Ji Won, el patriarca, estaba radiante de orgullo mientras escoltaba a su hija y a su “protegido”. Vestido con un esmoquin clásico, su figura alta y su cabello canoso lo hacían ver como el magnate poderoso y justo que era.

—Recuerda, Eujin —le susurró Chae mientras entraban—: Sé encantador. No te separes de Rein. Y por el amor de Dios, usa más de dos cubiertos en la mesa. Es una caridad, no un bufete de mercenarios.

Eujin sonrió, un destello de genuina diversión.

—Entendido, señor Ji Won. Más de dos cubiertos. Y me apegaré a la señorita Ji Won.

El primer encontronazo social se produjo inevitablemente cuando se acercaron a la mesa principal, reservada para los verdaderos pilares de la nación.

El Primer Ministro Kim (padre de Dae Kim), un hombre de unos cincuenta años con la sonrisa inamovible de un político y los ojos astutos de un hombre de negocios, los recibió con efusividad. A su lado, Dae Kim en persona, exudando superioridad y vestido con un esmoquin gris que, en su opinión, lo hacía ver más moderno que Chae.

—¡Chae Ji Won! ¡Mi amigo! Me alegra verte a salvo y con tan buena compañía —dijo el Primer Ministro, dando un abrazo formal a Chae. Su mirada se posó en Rein y luego en Eujin, escaneándolo con el escepticismo de un político mordaz.

—Primer Ministro, es un honor —dijo Chae—. Esta es mi hija, Rein. Y este es Eujin, hijo de unos amigos. Mi protegido, podríamos decir.

—Un placer, señor —dijo Eujin, ejecutando una reverencia impecable que demostraba su adaptabilidad—. Es un honor conocerlo.

El Primer Ministro asintió, pero sus ojos se entrecerraron por un segundo. La etiqueta de Eujin era demasiado perfecta para alguien que solo estaba allí por un favor.

Dae Kim intervino inmediatamente, su tono dulce como la miel, pero venenoso.

—Eujin es una sorpresa, padre. Es nuevo en Tae Son. Parece muy… versátil. Hoy nos impresionó en el campo de fútbol. Es bueno, para ser un recién llegado.

Dae no perdió tiempo en intentar reducir a Eujin.

El Primer Ministro sonrió a su hijo con orgullo, y luego se dirigió a Eujin con una condescendencia apenas disimulada.

—¿Fútbol? Interesante. Espero que estés poniendo el mismo esfuerzo en tus estudios, Eujin. El Instituto Tae Son es riguroso. Dae, por supuesto, está a punto de asegurar su lugar en la Universidad Nacional de Seúl con las mejores notas.

—Oh, no dudo del intelecto de Dae, señor —dijo Eujin, con la sonrisa más inocente y devastadora—. Pero el señor Ji Won me dijo que en la vida real, lo que importa es la visión. Y yo tengo una visión muy clara de mis objetivos.

Rein casi sonrió. Eujin había igualado la jugada de Dae con una sutil puñalada. No había dicho que Dae careciera de visión, sino que había insinuado que sus objetivos eran de una naturaleza diferente, quizás menos profunda.

...El Compromiso No Ofrecido...

El ambiente de la mesa principal se animó con el vino y las negociaciones discretas. Chae Ji Won y el Primer Ministro hablaban de una futura licitación de ciberseguridad, pero la conversación, como era habitual, se desvió hacia sus hijos.

—Rein está madurando con una velocidad increíble, Chae. Una verdadera líder —comentó el Primer Ministro, bebiendo de su copa.

—Es una Ji Won, Primer Ministro. Nació para esto —respondió Chae, su tono orgulloso.

—Y Dae es un talento político natural. Lo veo en el futuro, no solo como mi sucesor en las empresas, sino como un líder nacional. Así que necesita una esposa que sea buena compañera, una socia.

El ambiente se tensó ligeramente. La intención del Primer Ministro era clara, y en ese círculo, las indirectas eran contratos sociales.

El Primer Ministro sonrió a Rein.

—Sabes, Rein, una alianza Kim-Ji Won sería un terremoto. La tecnología de seguridad y la política, unidas. Nuestros hijos, la pareja de poder de la próxima generación.

Chae Ji Won se rió, pero era una risa forzada. Chae amaba a su difunta esposa y odiaba la idea de que su hija fuera vendida en un matrimonio arreglado, especialmente a un narcisista como Dae. Pero un conflicto directo con el Primer Ministro por una broma era un error político.

—Son jóvenes, Primer Ministro. Hay mucho tiempo. Pero no dudo que Rein será una pareja formidable para quienquiera que sea.

Dae Kim se sintió victorioso. Una sonrisa de suficiencia se dibujó en su rostro. Se inclinó hacia Rein, con la mano cerca de su codo.

—Sería un honor, Rein. Nadie más podría manejar el peso del futuro Primer Ministro. Somos iguales en ambición.

Rein sintió una oleada de náuseas. Su "sociedad" con Dae era por conveniencia, no por romance. Detestaba la idea de que su vida fuera un simple activo político.

—Dae. Deberías enfocarte en la universidad primero. Y recuerda que la ambición no es lo mismo que la capacidad —dijo Rein, su voz tan pulcra como el cristal. Se alejó sutilmente del toque de Dae.

Eujin, sentado al otro lado de Rein, percibió la incomodidad de la heredera. En lugar de intervenir con palabras, hizo algo más sutil: pasó la mano por detrás de la silla de Rein, colocando su palma discretamente en el respaldo. Era un gesto posesivo, protector, sutilmente desafiante a Dae, pero para Rein, fue un ancla silenciosa. Un recordatorio de que él estaba allí, su guardián.

Eujin sonrió a Dae y al Primer Ministro, con ese encanto radiante que usaba como un escudo.

—Disculpen, señores, pero no puedo evitar notar la belleza de la arquitectura de este salón. Las columnas corintias son una maravilla. ¿Saben qué contratista las instaló? Me encanta dibujar estructuras como esta.

El comentario fue una distracción perfecta. Era inocuo, era un tema de interés genuino para Eujin, y desvió la atención de Rein y Dae hacia un tema neutral. El Primer Ministro se irritó ligeramente por la interrupción.

—Es el Hotel Shilla, Eujin. Fue remodelado hace una década. No te preocupes por la arquitectura, concéntrate en tus exámenes.

—Por supuesto, señor. Pero para mí, ver una estructura es como ver un mapa. Necesitas conocer los cimientos para entender dónde está el peligro.

La frase resonó en el aire. Conocer los cimientos para entender dónde está el peligro. Era una frase amenazante, disfrazada de reflexión filosófica. Chae Ji Won, que sabía la verdad, se puso rígido, notando la sutil advertencia de Eujin. Dae Kim, con su instinto afilado, sintió la fricción.

—Siempre tan profundo, Eujin —murmuró Dae.

—Solo un chico que intenta encajar, Dae. Como todos nosotros.

## El Código de Escape

La cena terminó a las once y media de la noche. El viaje de regreso a la mansión Ji Won fue silencioso. El ambiente post-gala era de agotamiento social.

En el auto blindado, Rein estaba absorta en su tableta, ignorando deliberadamente a Eujin. Chae Ji Won, en el asiento delantero, suspiró.

—Eujin, te agradezco tu actuación esta noche. Fuiste... impecable.

—Solo seguí las órdenes, señor Ji Won. Y los cubiertos —dijo Eujin, con una pizca de ironía.

—Lo de Dae y el Primer Ministro... es solo política, Rein. No tienes que preocuparte. Sabes que no te obligaría a nada.

Rein, sin levantar la vista de su pantalla, respondió con frialdad.

—Lo sé, padre. Pero es agotador que mi vida se utilice como moneda de cambio en cada reunión social. No soy una subsidiaria, soy tu hija.

—Lo sé, hija. Lo sé.

El auto se detuvo en la entrada de la mansión. Las luces exteriores la hacían parecer un castillo inexpugnable.

Al despedirse, Eujin miró a Rein a los ojos. Había una intensidad compartida.

—Buenas noches, Ji Won. Descansa.

—Igualmente, Eujin.

El "descansa" era el código.

Chae Ji Won subió a su habitación, y Eujin hizo lo mismo. Rein se dirigió a su ala, sus movimientos, perezosos, simulando el agotamiento de la noche.

Veinte minutos después, la mansión estaba en silencio.

Eujin estaba parado junto a la ventana de su habitación, vestido con jeans oscuros y una chaqueta ligera. En su mano, en lugar de un arma, tenía el cuaderno de bocetos. La fachada de chico tranquilo.

Oyó un golpe suave en el cristal de su ventana. No era una ventana normal; era un panel de vidrio de seguridad triple. Pero no importaba.

Rein estaba afuera, vestida con su ropa de noche, pero sobre ella llevaba la cazadora de cuero y sus vaqueros ajustados. Su pelo oscuro y corto se movía con la brisa nocturna. En su mano, sostenía un destornillador especializado.

—Tienes cinco segundos para abrir la puerta, Eujin, o romperé esta ventana. Y mi padre tiene un detector de rotura de cristal sónico —susurró Rein, su rostro inexpresivo, pero sus ojos azules brillando con rebelión.

Eujin sonrió, su corazón latiendo con la adrenalina que tanto amaba. Su vida de mercenario era más compatible con la heredera rebelde que con la Reina de Hielo.

—El código de la puerta es el mismo que el de la bodega de vinos. 0408. La fecha de la muerte de mi madre. Un recordatorio constante.

Eujin presionó los botones en el panel lateral. Un suave click.

Rein entró en su habitación con la elegancia de una ladrona de guante blanco.

—Eres un hacker profesional, ¿o qué?

—Solo alguien a quien no le gusta que lo encierren —respondió Eujin, guardando el cuaderno. Se deslizó su par de zapatillas deportivas.

—Vamos. La moto está en el garaje trasero, lista para rodar. Sígueme, y no hagas ruido. El guardia de seguridad del ala oeste tiene un patrón de ronda de siete minutos y medio.

—Siete minutos y medio. Lo anoté. Pero para una distracción, solo se necesita un par de segundos.

Eujin la siguió, su paso silencioso, casi inaudible. Se movía en las sombras como si estuviera hecho de ellas. Era su verdadera forma, el mercenario.

Rein lo guió con una velocidad controlada y un conocimiento íntimo de los puntos ciegos de la seguridad. Un minuto más tarde, estaban en la Ducati, Rein al mando, con Eujin sentado detrás, sus brazos envueltos alrededor de su cintura para mantener el equilibrio.

El rugido del motor era la declaración de su libertad.

...Seúl al Descubierto...

La noche se abrió ante ellos, una cortina de luces de neón y asfalto mojado. Rein condujo sin un destino aparente, dejando que la velocidad se llevara la tensión de la gala.

Se detuvieron finalmente en una terraza en la azotea, en el corazón de Itaewon, con vistas a la Torre Namsan que iluminaba el cielo nocturno. Era un lugar sin pretensiones, con grafiti y muebles viejos.

Rein se quitó el casco, sacudiendo su pelo oscuro. El viento la había despeinado, dándole un aire salvaje. Por primera vez esa noche, su expresión se relajó.

—Aquí. Aquí es donde no soy la heredera. Aquí es donde soy una lectora de novelas con un problema de velocidad —dijo Rein, su voz ronca por el viento.

Eujin se quitó el casco, su cabello oscuro ligeramente revuelto. Se acercó a la barandilla de la azotea, mirando la ciudad que brillaba debajo.

—Es hermoso. Caótico y libre —Eujin no la miraba a ella, miraba la ciudad, pero Rein sintió su presencia—. Me gusta que conduzcas. La mayoría de los chicos ricos tienen chóferes.

—No me gusta ceder el control. Nunca.

—Lo entiendo. A mí tampoco.

Se quedaron en silencio por un momento, un silencio cómodo, desprovisto de agendas.

—¿Por qué me ayudaste en la mesa? —preguntó Rein, rompiendo el silencio.

—¿Con Dae? Es mi trabajo, te veías a punto de clavarle un cuchillo en la yugular. Y él te estaba acosando con esa conversación de "socia de poder". Te ve como un trofeo y eso no me agrada.

—Y tú no. ¿Tú me ves como una misión?

Eujin se giró, apoyándose en la barandilla, sus ojos oscuros fijos en ella, con una honestidad brutal.

—Bueno, me contrataron para acercarme, infiltrarme y protegerte. Es una misión. Pero también eres... un rompecabezas para mí. Eres fría, pero también te gustan las novelas de romance y la música triste —Hizo una pausa pensando bien en lo que diría a continuación —Ese contraste es real, no puedo verte solo como una misión.

Rein sintió una especie de cosquilleo porque lo que él acaba de decirle. Repentinamente, ella empezaba a sentir mucha curiosidad por Eujin también.

—Y tú. ¿Quién eres tú, Eujin? ¿El mercenario fugitivo? ¿El prodigio atlético? ¿El artista que dibuja edificios viejos?

Eujin se acercó un paso. La distancia entre ellos se acortó.

—Fui secuestrado a los ocho años. Me entrenaron para ser un asesino y un espía. Eso es real. El mercenario, es mi cimiento. Ser atlético, es una consecuencia. Pero la parte que dibuja, la que le gusta el arte de la estructura, la que odia el conflicto innecesario... esa probablemente es la más real. Estoy buscando mi casa, Rein.

La crudeza de su confesión era un riesgo, estaba seguro de que Rein podía usarlo en su contra. Pero en esa azotea, bajo la luz de las estrellas de Seúl, la verdad era el único idioma que parecía importar.

—Una cicatriz de guerra, no de esquí —dijo Rein, con su tono sarcástico, pero había respeto en sus ojos.

—Una cicatriz de guerra —confirmó Eujin—. Me gustaría saber la tuya. La que no se ve. ¿Qué te hizo volverte la Reina de Hielo?

Rein miró a la torre Namsan, la luz de la ciudad reflejada en sus ojos.

—La desconfianza es mi única aliada. Mi madre murió cuando yo tenía ocho años. Mi padre no tuvo tiempo para llorarla, el Imperio Ji Won lo consumió. Todos los que me han mostrado afecto lo hicieron por interés. Mis "amigas". Dae Kim. Si no eres un bloque de hielo, eres fácil de romper. Y yo... no me gusta romperme.

—¿Y tu moto? ¿Y tus libros?

—Son la prueba de que puedo ser yo misma y que nadie puede tocar esa parte. Es mi secreto, Eujin.

Eujin extendió la mano y tocó suavemente el hombro de su chaqueta de cuero.

—Tu secreto está a salvo, Ji Won. Somos dos fugitivos esta noche. Tú del lujo, yo de mi pasado.

El roce fue íntimo. Rein sintió la calidez de su palma a través del cuero. No era una amenaza, no era una conquista. Era un reconocimiento.

—¿Así que te vas a quedar? ¿A ser mi guardia de honor?

—Sí. Por ahora. Hasta que encuentre a mi familia. O hasta que se cumpla el contrato.

—¿Y si te descubren?

—Entonces, el juego se vuelve... mucho más peligroso. Y me aseguraré de que tú estés segura.

Rein lo miró, la máscara de Eujin se había desvanecido. Lo que quedaba era un joven roto, hermoso y letal, que buscaba la paz.

—Muéstrame el arte, Eujin. El que te gusta.

Eujin sonrió, el encanto regresó, pero esta vez estaba dirigido a ella, solo a ella.

—Tengo un lugar. Un antiguo palacio que está en obras. Es la geometría perfecta del tiempo. Súbete y te guio.

Rein asintió. Se puso el casco, Eujin hizo lo mismo. La diferencia era que esta vez, cuando Eujin la abrazó por detrás, Rein no se sintió confinada. Se sintió… anclada.

La Ducati rugió de nuevo. Se deslizaron por las calles de Seúl, dos siluetas oscuras, la heredera y el mercenario, compartiendo el único secreto que les permitía ser libres.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play