Mi Guardaespaldas Un Amor *Prohibido*

Una noche, después de recibir una llamada de Catherine, furiosa, Valentina se encerró en el balcón, con la mirada perdida en el horizonte. Gabriel se acercó en silencio.

-- No puedo creer que intente entregarme como si fuera parte de una herencia. -- susurró Valentina, con voz rota.

Gabriel permaneció a su lado. No dijo nada al principio, solo compartió el silencio. Y finalmente, murmuró.

--Tu madre cree que es lo correcto. A su manera, intenta protegerte. --

Valentina. Lo miró, dolida. -- ¿Y tú qué piensas? --

Hubo una pausa. Gabriel sostuvo su mirada con firmeza.

-- Pienso que no necesitas a nadie. Que decida por ti. --

Esas palabras estremecieron a Valentina. Nadie se las había dicho. Jamás. Valentina, impulsivamente, poso una de sus manos sobre la de Gabriel. Fue un contacto breve, pero suficiente, para entender algo distinto.

Gabriel no retiró la mano, aunque tampoco la apretó. El límite seguía allí, pero esa cercanía dejó una huella.

A medida de que los días pasaban, Valentina se volvía más consciente de que Gabriel. Su presencia constante, de la calma que le transmitía, de la forma en que parecía leer sin necesidad de palabras.

En una ocasión, mientras revisaban juntos unas amenazas que habían llegado en sobres anónimos, Valentina lo observó con detenimiento. Su rostro imperturbable, la manera en que analizaba cada detalle.

-- ¿Alguna vez has deseado otra vida, Gabriel? -- preguntó de pronto Valentina.

Él la miró con sorpresa, pero respondió con honestidad.

-- Sí. Pero ese deseo no cambia lo que soy ni lo que debo hacer. --

Valentina guardó silencio. Comprendió. Que para él, los límites no eran una elección. Sino una convicción. Mientras tanto, Catherine enviaba cartas y llamadas insistente. La mayoría ignoradas, hasta que una tarde Valentina decidió responder.

-- Madre. No volveré hasta que entiendas que no soy un peón. Mi vida es mía. Y si piensas forzarme, perderás a tu hija. --

Catherine lloró al escuchar esas palabras, pero su obstinación en decidir un matrimonio, para Valentina. Estaba cometiendo un error, que podría costarle caro.

La villa se convirtió en el símbolo de independencia, para Valentina. Organizó allí su centro de operaciones: y su sala una oficina, recibió a nuevos socios leales y empezó a trazar nuevas estrategias.

Ya no era solo un refugio, sino signo de silencio, de su propio reino. Y en ese reino, Gabriel era más que un guardaespaldas: era su confidente, testigo, compañero silencioso. Cada mirada, cada conversación, se fortalecía un vínculo que ambos sabían que era peligroso, pero imposible de ignorar.

Valentina sabía que el enfrentamiento con Catherine no había terminado. Qué tarde o temprano su madre volvería a presionarla. Que los enemigos de los Rossi seguían esperando cualquier signo de debilidad. pero también sabía algo más: no estaba sola. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía capaz de enfrentar lo que fuera, no como la hija de Lucio, ni cómo la prisionera de Catherine, sino como Valentina Rossi.

Y aunque Gabriel, se mantuviera firme en sus límites, la cercanía entre ambos era real, inevitable, y se estaba convirtiendo en el motor silencioso que le daba fuerzas, para resistir lo que fuera.

Pero esa libertad que ahora tenía, Valentina no significaba ausencia de responsabilidades: sus viajes de negocio comenzaron a multiplicarse, y durante una de esas ausencias Katherine vio la oportunidad que no podía dejar pasar, convencida de que el único camino, para Valentina era el matrimonio.

La ocasión llegó durante un viaje que Valentina hizo a Lyon, donde debía reunirse con un grupo de inversionista clave en el negocio vinícola, otra de las herencias, que había heredado de su padre. Valentina pasaría tres noches fuera de París, Catherine lo supo enseguida: ese tiempo bastaba para sentar las bases de un acuerdo que asegurara lo que, en su mente, era lo mejor, para su hija.

Adrien Beuamont, educado, calculador, con ambiciones propias, no tardó en aceptar la invitación a la mansión Rossi. llegó en su auto negro, acompañado solo de un asistente, con una sonrisa elegante que sabía desplegar en los salones de alta sociedad.

-- Madam Rossi. -- Saludo con una leve inclinación de cabeza. -- Es un honor recibir su invitación. --

Catherine, impecable con un vestido marfil, respondió con calidez estudiada.

-- Adrien, querido. No hay honor, sin necesidad. hablemos con franqueza. --

La reunión se llevó a cabo en el despacho de Lucio, un lugar cargado de recuerdos, pero también de la seriedad que la situación exigía. Catherine ofreció vino de la cosecha familiar y, tras los primeros brindis, fue directa.

-- Mi hija es fuerte, Adrien, pero la fuerza no basta en este mundo. El apellido Rossi necesita estabilidad, respaldo, alianzas firmes. --

Adrien asintió con calma

-- Y los Beaumont tenemos la capacidad de brindar esa estabilidad. Unir nuestros nombres es unir el futuro de dos imperios. --

Catherine lo observó con cuidado, analizando cada gesto. --

-- Sin rodeos Adrien. Estás dispuesto a comprometerte formalmente con Valentina. --

-- Lo estoy. Y estoy dispuesto a esperar lo que sea necesario. Para ganarme su confianza. --

Catherine respiró, casi aliviada.

-- No esperemos demasiado. Valentina es terca, pero con el tiempo entenderá. Entre tanto, debemos proceder con los arreglos. --

Esa misma noche, Catherine hizo traer a un notario de confianza. El acuerdo fue redactado con cláusulas claras.

"Adrien se comprometió, el a unir su capital y parte de sus propiedades a la familia Rossi"

" Catherine, en nombre de Valentina, aceptaba la unión futura, quedando pendiente la ceremonia pública"

"Ambas familias firmaban el acuerdo de compromiso, con testigos"

El documento no era un matrimonio en sí, pero sí un paso oficial: un contrato social que, en la alta sociedad, tenía casi el mismo peso.

Adrien firmo con una sonrisa satisfactoria. Catherine, con mano firme. El eco de la pluma sobre el papel sonó como el preludio de una tormenta.

La noticia, como todo secreto mal guardado, comenzó a correr entre los círculos de la élite parisina. Los comentarios se extendieron en escenas privadas, clues exclusivos y pasillos comerciales.

-- ¡Por fin! -- decían algunos. -- la joven Rossi estará protegida. --

-- Catherine ha sido sabía. -- decían.

Otros solo murmuraban. --- Valentina, no sabe lo que hace al resistirse, pero su madre ha salvado la reputación de la familia. --

Lo que nadie parecía preguntarse, era que pasaría Valentina al enterarse.

Catherine