Linda es una mujer que a lo largo de su vida ha sufrido por su sobrepeso, aun así no se deja intimidar y trata de llevar una vida tranquila. Ella sufre porque su periodo es inestable, así que debe ir a una revisión.
Ethan es un CEO muy importante, su sueño es casarse y tener hijos, pero su novia se niega a ello porque no desea perder su figura, así que decide alquilar un vientre.
Pero no todo sale como se planea, Linda está embarazada, ¿pero cómo, si ella es virgen? En la clínica se han equivocado y ahora es Linda quien lleva al hijo de Ethan, ¿Cómo solucionaran esta confusión? ¿Linda estará dispuesta a entregar a su hijo cuando nazca?
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Daiana White
Hola, soy Daiana, 24 años, medidas 90-60-90, mido 1.75 m, ojos verdes, pelo rubio oscuro y piel bronceada gracias a mi abuela brasileña. Por eso llamo la atención de todos los hombres... aunque yo no me dejo engañar tan fácil.
Cuando conocí a Ethan me llamó la atención. ¿A qué mujer no le gustaría un tipo con ojos azules como el cielo, piel blanca y un cuerpo de dios griego? Aunque les digo la verdad: es un aburrido total. No sale, no le gustan las fiestas, solo quiere estar “en familia”. Yo soy todo lo contrario: me gusta brillar, sobresalir y que me vean.
Antes de Ethan tuve otros, pero ninguno tan guapo ni con tanta plata. Así que, en realidad, ¿quién no lo elegiría?
Mi secreto es que soy obsesiva con mi cuerpo. Me encanta verme bien, vestir bien, y comer bien. No soporto a los que no se cuidan... y a los gordos menos. Sí, soy cruel, pero ¿qué quieren? Los gordos me dan asco.
¿Y saben por qué? Por mi madre. Mi mamá es gorda. Cuando joven era hermosa, estudiosa, y tenía a mi padre enamorado. Pero después de tener hijos se puso... digamos, “redondita”. Y adivinen qué: mi padre la cambió por una mujer más delgada y nos dejó plantadas.
Mi mamá era un caso de telenovela: bonita, trabajadora, y enamorada. Pero cuando cumplí 18, papá se largó con otra más flaca. Mi mamá quedó destrozada, pero seguía amándolo como loca.
¿Por qué yo tengo que repetir la historia y arriesgarme a quedarme sola? Todos mis hermanos ya tienen su vida. Yo no creo en el matrimonio, ¿para qué? Si a mi mamá no le sirvió de nada.
Mi hermana Dinia lleva siete años casada con un tipo que coquetea con todas. ¿Y ella? Le perdona todo, como si tuviera alguna adicción a la humillación. Desde que está embarazada, el tipo se ha vuelto un fantasma. La pobre tiene antojos rarísimos, achaques, y ahora tiene estrías en la panza.
Yo no quiero eso ni loca. ¿Para qué que me digan “estás gorda, deja de comer porquerías”? Mejor me quedo sin hijos y así me ahorro el drama.
Mi hermano Daniel se casó hace dos años porque su novia quedó embarazada. Ella anda todo el tiempo triste por no volver a su talla, y Daniel... bueno, es hombre. Si aparece otra más flaca, ni dudaría.
Le digo a mi cuñada que se prepare porque eso va a pasar.
Después de escuchar a Ethan y su amigo, me puse a pensar: ¿y si acepto lo del vientre de alquiler? Siempre y cuando no sea yo la que engorde, claro.
Eso sí, que Ethan busque niñera porque con niños por ahí, olvídate de mi tranquilidad.
Que su mamá se haga cargo del bebé, porque la vieja es la que no para de meter su cuchara.
Y que no me venga con que use mis ovarios para eso. Si algún día me aburro de Ethan o encuentro a otro más guapo y sin esa obsesión de ser padre, me largo sin que nada me ate.
Así que, sí, aceptaré su petición. No pierdo nada y gano muchísimo. Sigo con mi vida de reina que Ethan me da.
Cuando llegue a casa, le diré que cambie de opinión, pero con condiciones bien claras: no pienso perder mi paz mental ni mi cuerpo perfecto solo por un capricho suyo.
Y si no está de acuerdo... pues que se aguante, que yo no voy a convertirme en la loca que se desvive por un bebé que ni siquiera quiere. Que busque en otro lado, porque a mí no me va a arruinar la vida nadie. Ni los bebés, ni las estrías, ni mucho menos un drama familiar.
Que Ethan se prepare, porque esta noche la conversación va a ser larga... y no precisamente romántica. Si no logro convencerlo, tendré que tragarme esa idea tonta... pero que no espere que me guste.
Al menos, que sepa que la última palabra la tengo yo.