El silencio puede ser ensordecedor, como dijo algún poeta cuyo nombre ya olvidé. La oscuridad puede ser más cruel que la luz. Y algunas prisiones no necesitan barrotes para ser imposibles de escapar.
Si decidiste abrir este libro, debes saber que estás a punto de cruzar una frontera peligrosa. Aquí, no hay garantía de finales felices, ni promesas de redención. Esta no es una historia de amor común. Es una historia de posesión, dolor y supervivencia.
Las páginas que siguen contienen temas intensos y perturbadores. Aquí nada está suavizado. Aquí nada es fácil de digerir…
Aquí, las cadenas no siempre son visibles…
Aquí, el deseo y el miedo caminan de la mano…
Aquí, nadie sale ileso.
Este libro no trata de cuentos de hadas. No hay héroes ni villanos evidentes. Solo hay supervivencia. Y la línea entre víctima y prisionero, entre pasión y miedo, entre amor y obsesión… es más delgada de lo que parece.
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Capítulo 21
Algunos días después…
La tarde era calurosa y el sol lanzaba sus rayos dorados sobre la vasta propiedad de los Höllenfeuer. Los jardines impecables y los caminos de piedra serpenteaban hasta donde alcanzaba la vista. Stefan decidió invitar a Vini a dar un paseo.
—Vamos a estirar las piernas —dijo, con una sonrisa contenida que no revelaba mucho.
Vini vaciló, pero no se atrevió a negarse. Mientras caminaban, Stefan mostró partes de la propiedad que Vini nunca había visto antes. Pasaron por un campo de flores, por estatuas imponentes, hasta que llegaron a lo que parecía ser el área más aislada e impresionante: un zoológico particular.
Vini quedó impresionado a primera vista. Era un espectáculo de poder y extravagancia. Tigres de bengala descansaban perezosos bajo la sombra, jaguares caminaban con elegancia en sus jaulas reforzadas. El rugido ocasional de un león resonaba a lo lejos.
—Es... impresionante —murmuró Vini, tratando de sonar natural, aunque sentía algo incómodo en aquella opulencia.
Stefan parecía satisfecho con la reacción.
—Los animales aquí están bien cuidados. Algunos son raros. Es un privilegio poder verlos de cerca.
Pero lo que comenzó como un paseo fascinante rápidamente se transformó en una pesadilla. Al pasar por la jaula de uno de los tigres, algo llamó la atención de Vini. Frunció el ceño y se acercó instintivamente a las barras para ver mejor. Fue entonces cuando lo vio. Entre los huesos y pedazos de carne esparcidos en el suelo de la jaula, había un brazo humano. La carne aún estaba fresca, los dedos retorcidos como si hubieran luchado hasta el final.
El mundo pareció girar. El corazón de Vini se disparó, y sus piernas se tambalearon. Intentó alejarse, pero tropezó, los ojos fijos en aquella visión aterrorizante.
—¡Y-yo... te obedeceré más! ¡Lo juro! —balbuceó, la voz temblorosa y entrecortada por el pánico—. ¡Solo sácame de aquí, por favor, señor Stefan!
Stefan, que hasta entonces estaba distraído, se giró al oír el tono desesperado de Vini. Sus ojos siguieron su mirada y, al notar el brazo humano, su expresión se transformó. Se tensó, los maxilares apretados, claramente sorprendido e irritado, pero no con Vini. Y, más importante, no quería que Vini viera algo así.
—Vamos a salir de aquí. Ahora —dijo, con firmeza, acercándose a Vini y sujetándolo del brazo, pero sin prisa, tratando de controlar la situación.
Mientras caminaban de vuelta a la mansión, Vini aún estaba conmocionado. Intentaba olvidar lo que había visto, pero era como si las imágenes estuvieran grabadas en su mente. Entonces, más adelante, un sonido peculiar llamó su atención: gritos ahogados, seguidos por un ruido grotesco. Miró instintivamente, y lo que vio fue aún peor.
Cerca de una jaula de jaguares, dos hombres arrastraban un cuerpo aún vivo. El hombre gritaba y se debatía, implorando por su vida, pero los hombres lo arrojaron a los animales. Las bestias avanzaron sin dudarlo, y los gritos de agonía cesaron en cuestión de segundos. Sangre brotaba mientras los animales devoraban la carne, indiferentes al horror que provocaban.
Vini se detuvo, horrorizado, con las piernas temblando. Sintió el estómago revuelto, a punto de vomitar, pero antes de que pudiera hacer nada, Stefan pasó el brazo alrededor de sus hombros y lo giró en la dirección opuesta.
—No mires, Vini. Vamos —dijo en un tono bajo, pero firme. Había algo casi protector en su postura, aunque su expresión permaneciera fría.
Sin fuerzas para resistir, Vini se dejó guiar de vuelta a la mansión. Las imágenes del brazo en la jaula y del hombre siendo desgarrado permeaban sus pensamientos. Cada paso parecía pesado, como si el horror lo arrastrara hacia abajo. Cuando finalmente llegaron a la seguridad del interior de la casa, Stefan soltó el hombro de Vini y lo miró directamente a los ojos.
—Olvida aquello. —Su voz era firme, pero no completamente insensible.
Stefan cerró la puerta de la mansión con fuerza, el eco reverberando por el salón vacío. Miró a Vini por un momento, como si evaluara su condición, antes de girarse abruptamente. Sin decir nada, llamó a uno de los hombres que estaban en el pasillo, que sostenía un fusil de apariencia intimidante.
—Warum wurde ich nicht informiert? Was ist los im Zoo? (¿Por qué no fui informado? ¿Qué está pasando en el zoológico?) —Stefan exigió, su voz baja, pero cargada de autoridad e irritación.
El hombre vaciló, tragando saliva antes de responder:
—Kürzlich wurde ein Verräter gefunden, mein Herr, und Ihr Vater hat den Befehl gegeben, den Zoo zur Bestrafung zu nutzen, da Ihre Cousine bald eintrifft und Frau Höllenfeuer keine Unordnung im Haus haben wollte. (Recientemente se encontró un traidor, señor, y su padre dio la orden de usar el zoológico para el castigo, ya que su primo llegará pronto y la señora Höllenfeuer no quería el caos en la casa).
Stefan asiente.
—Welcher Cousin? (¿Cuál primo?)
—Herr Günther. (El señor Günther).
Con esto, Stefan se giró y volvió su atención a Vini, que estaba pálido, temblando, como si mal estuviera presente en la realidad. Puso la mano en el hombro del joven, guiándolo hasta la escalera principal.
—Vamos, Vini —dijo, en un tono más calmo, casi reconfortante, aunque aún cargaba un resquicio de urgencia.
La caminata hasta el cuarto fue silenciosa. Stefan parecía concentrado, su mente trabajando frenéticamente en algo. Al llegar, abrió la puerta e hizo un gesto para que Vini entrara.
—Toma un baño e intenta dormir un poco, después yo vuelvo.
Sin esperar respuesta, Stefan salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. El sonido del cerrojo resonó, y Vini percibió que estaba preso una vez más.
Stefan fue a buscar a su madre y la encontró en una de las suites para huéspedes.
—¿Qué viene a hacer Günther aquí después de lo que sucedió la última vez, madre?
—Sabes que él y tu padre aún tienen negocios. Y él es nuestro sobrino.
—Y él me odia… Y, ¿si él intenta algo contra mí? No dejes que se acerque a Vini.
Marise volvió su atención hacia el hijo.
—No te preocupes hijo, él mismo dijo que lo que sucedió está en el pasado.
Stefan, aún con un mal presentimiento, se alejó y volvió al cuarto de Vini, encontrándolo sentado en el suelo, con las rodillas encogidas contra el pecho, sus cabellos aún goteaban agua, revelando que él había acabado de salir del baño.
Él no conseguía apagar las imágenes del zoológico de su mente. Cada vez que cerraba los ojos, veía el brazo en la jaula, el hombre siendo arrastrado, los gritos ahogados...
Un sonido en la puerta lo sacó de sus pensamientos. La llave giró, y la puerta se abrió, revelando a Stefan. Él traía una bandeja con comida y una expresión menos severa.
—Traje algo para que comas. —Él colocó la bandeja en la mesa próxima a la cabecera y se sentó en el suelo de frente para Vini.
—Yo... no tengo hambre, señor —respondió Vini, la voz fraca.
—No importa. Necesitas comer igual. —La voz de Stefan era firme, pero no ruda. Él hizo una pausa antes de continuar—. Vini, lo que viste hoy… yo no quería que lo hubieras visto, lamento por eso.
Vini quedó confuso. ¿Por qué Stefan estaba diciendo aquello? Pero apenas asintió. Stefan se levantó, habló una vez más para que él comiera y salió del cuarto.
Mirar para la comida hizo su estómago revolver, pero él intentó al máximo ignorar aquella sensación y comer. Consiguió comer un poco más de la mitad de lo que Stefan había llevado. Sabía que si insistiera más en comer iba a vomitar. Entonces, dejó el plato de lado y fue al baño, a cepillar los dientes y lavar el rostro para disipar aquel malestar.
Algunos minutos después Stefan entró en el cuarto. Eran veinte horas y, Vini sabía que independientemente de su estado físico y mental, la rutina sería la misma. Tras el sexo, que no fue violento, pero tampoco fue calmo, Vini se durmió y Stefan no lo despertó.