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Renacida para Vengar mi Destino: Promesa Sellada en el Tiempo

Renacida para Vengar mi Destino: Promesa Sellada en el Tiempo

Status: Terminada
Genre:Romance / Venganza / Mujer poderosa / Matrimonio arreglado / Reencarnación / Completas
Popularitas:506
Nilai: 5
nombre de autor: Bruna Chaves

Traicionada por su propia familia, usada como pieza en una conspiración y asesinada sola en las calles... Ese fue el cruel destino de la verdadera heredera.
Pero el destino le concede una segunda oportunidad: despierta un año antes del compromiso que la llevaría a la ruina.

Ahora su misión es clara: proteger a sus padres, desenmascarar a los traidores y honrar la promesa silenciosa de aquel que, incluso en coma, fue el único que se mantuvo leal a ella y vengó su muerte en el pasado.

Decidida, toma el control de su empresa, elimina a los enemigos disfrazados de familiares y cuida del hombre que todos creen inconsciente. Lo que nadie sabe es que, detrás del silencio de sus ojos cerrados, él siente cada uno de sus gestos… y guarda el recuerdo de la promesa que hicieron cuando eran niños.

Entre secretos revelados, alianzas rotas y un amor que renace, ella demostrará que nadie puede robar el destino de la verdadera heredera.

NovelToon tiene autorización de Bruna Chaves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 20

La caída de Edmundo Duarte fue como la primera piedra derribada en un castillo de naipes. En menos de veinticuatro horas, la noticia dominaba todos los periódicos, revistas y programas de televisión. La imagen de él siendo arrastrado por la seguridad de la empresa en plena fiesta de inversores se había esparcido como fuego. Titulares estampaban palabras que hasta entonces pocos osarían escribir: “Traición Interna”, “Fraude Desenmascarado”, “El Retorno de Cássio Lacerda”.

Mientras la sociedad aplaudía la valentía de Serena Valente y el regreso triunfal de Cássio, al otro lado de la ciudad, en una mansión oscura, el clima era de guerra. Los primos estaban reunidos, rostros crispados por la ira, vasos de whisky olvidados sobre la mesa, manos cerradas con fuerza.

—¡Maldita! —rugió Renato, el mayor entre ellos, arrojando el vaso contra la pared. Los fragmentos reflejaron la luz tenue del abat-jour. —Esa mujer transformó nuestra victoria en derrota.

—No es solo ella —dijo otro, los ojos rojos de rabia. —El maldito Cássio despertó. Debería estar muerto o vegetando para siempre.

El silencio que siguió fue cortante. El nombre de Cássio Lacerda siempre había provocado miedo, incluso entre aquellos que lo odiaban. Era un hombre que, en el pasado, había destruido imperios enteros sin pestañear. Y ahora, incluso debilitado, ya comenzaba a mover las piezas nuevamente.

—No tenemos elección —continuó Renato, la mirada chispeando. —Si no atacamos ahora, perderemos todo. Ya tienen la opinión pública, los inversores, hasta parte de la directiva. Cada día que pasa, nos debilitamos más.

Un tercer primo, más joven, vaciló. —Pero, ¿atacar cómo? Ya fallamos en el hospital. Ya fallamos en la prensa. Ahora están más fuertes.

Renato se inclinó hacia adelante, la voz baja, venenosa. —Entonces no vamos a seguir jugando. Basta de indirectas, basta de jueguitos. Es hora de aplastarlos de una vez por todas.

La propuesta flotó en el aire como veneno. Sabían que estaban a punto de cruzar una línea sin retorno. Pero la desesperación era más fuerte que la razón.

Mientras tanto, en la sede de la empresa, Serena y Cássio trabajaban lado a lado en silencio. La sala de reuniones estaba tomada por documentos, carpetas abiertas y anotaciones. Serena, elegante en un traje sastre azul oscuro, revisaba un contrato línea por línea, mientras Cássio, aún recuperándose, dictaba estrategias con la misma frialdad de antes.

—No se van a quedar quietos —dijo él, sin levantar los ojos del informe. —La desesperación los hace más peligrosos.

Serena apoyó la pluma sobre la mesa y lo encaró. —Lo sé. Pero si intentan atacarnos de nuevo, van a encontrar una muralla.

Él sonrió de lado, orgulloso. —Te has vuelto más fuerte de lo que jamás imaginé, Serena.

Ella desvió la mirada, pero el corazón se aceleró. —Solo sobreviví porque tú me enseñaste a no bajar la cabeza.

Por un momento, el silencio entre ellos fue llenado solo por el recuerdo del pasado —de la infancia en el orfanato, de las promesas hechas cuando aún no sabían el peso del mundo. Ahora, finalmente lado a lado, sentían que todo había valido la pena.

Pero la calma no duraría.

Esa misma noche, Augusto entró apresurado en la sala, el rostro cargado de tensión. —Acabo de recibir información de un contacto. Están preparando un movimiento grande. No solo difamación, no solo fraude. Un ataque directo.

Serena se levantó de inmediato, la sangre helándose. —¿Cuándo?

—Pronto. Tal vez días, tal vez horas.

Cássio apoyó las manos sobre la mesa, firme, a pesar de la debilidad que aún insistía en su cuerpo. —Entonces que vengan. Ya no somos los mismos.

Augusto vaciló. —Pero necesitamos pensar en su seguridad. No podemos permitir que aparezcan en público hasta que tengamos certeza de lo que planean.

Serena levantó la barbilla, la mirada dura. —No me voy a esconder. Pasé una vida huyendo, y eso solo me llevó a la muerte. Ahora no. Quiero que todos sepan que estamos listos.

El marido la observaba en silencio, y había un brillo de admiración en sus ojos. La joven que antes había sido víctima ahora se alzaba como guerrera, y eso lo llenaba de orgullo.

Al día siguiente, la prueba del contraataque llegó en forma de amenaza explícita. Un video anónimo fue enviado a los correos electrónicos de Serena y Cássio. En la pantalla, uno de los guardias de seguridad de la empresa aparecía golpeado, amarrado a una silla. El mensaje era claro: “Retrocedan o la sangre no será la única en manchar sus manos”.

Serena apretó los puños, las lágrimas represadas ardiendo en los ojos. —Cobardes…

Cássio apagó el video, la expresión gélida. —Están fanfarroneando. Quieren quebrarnos por el miedo.

—¿Y si no es fanfarronada? —replicó ella, el corazón apretado. —Ya probaron que no tienen límites.

Él se acercó, sujetando su rostro con firmeza. —No vamos a ceder, Serena. No después de todo. Quieren que retrocedamos porque saben que ya perdieron.

Las palabras de él eran ancla y espada al mismo tiempo. Serena respiró hondo, recuperando el control.

Del otro lado, en la mansión oscura, los primos celebraban la divulgación del video. —Ahora van a pensarlo dos veces antes de aparecer en público —dijo uno, riendo.

Pero Renato permanecía serio. —No entienden. Eso no los va a detener. Necesitamos acabar con ellos en la próxima jugada. Un ataque que sea imposible de escapar.

—¿Qué? —preguntó el más joven. —¿Vas a matarlos a plena luz del día?

Renato levantó la mirada, sombrío. —Si es necesario.

A la mañana siguiente, Serena se despertó con el corazón pesado, pero determinada. Se vistió de forma impecable, como si fuera para un campo de batalla. Al llegar a la empresa, todos la saludaron con respeto. No había más burla, solo admiración y lealtad.

Al entrar en la sala de reuniones, encontró a Cássio ya esperando, vestido con elegancia, aunque aún había marcas de su recuperación. Él extendió la mano, y ella la sujetó sin dudar.

—Están viniendo —dijo él, la mirada fija. —Y cuando vengan, quiero que sepan que no estamos solo defendiendo. Estamos atacando también.

Serena sonrió levemente, pero había acero en su voz. —Entonces vamos a derribar el último muro. Y cuando todo acabe, no sobrará nada más que ruinas para ellos.

El clima de la ciudad parecía cargarse de electricidad. La prensa anunciaba que algo grande estaba a punto de suceder. Inversores aguardaban, ansiosos, por el próximo paso. Y en las sombras, los primos afilaban sus armas, listos para la ofensiva final.

Serena y Cássio, lado a lado, sabían que la guerra estaba en su ápice. El destino no les daba elección: o aplastarían a los enemigos de una vez por todas, o serían destruidos con ellos.

Y cuando la noche cayó, pesada, ambos miraron por la ventana de la mansión Valente, las manos entrelazadas, y juraron en silencio que no habría retroceso.

Porque ahora, más que nunca, Serena Valente y Cássio Lacerda eran un solo cuerpo, una sola fuerza, un solo imperio.

Y los enemigos aprenderían lo que significaba desafiar al verdadero dueño —y a la mujer que renació para vengar su destino.

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Topy71 🇦🇷
Tiene que esvonder a los padtes donde nadie sepa nada ni los conosxa
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