Alexander es un joven príncipe, que debido a sus responsabilidades está obligado a contraer matrimonio a sus veintiún años.
Para su buena suerte, o no. En su Reino existe una regla que le da la posibilidad de tener un mes para sí mismo, un mes en el cual él dejará de ser quien es para convertirse en una persona común.
Ahora bien, ¿Qué pasará durante ese mes? ¿La vida de Alexander cambiará a causa de lo que está por vivir?
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Madrugada extraña
Capítulo 20:
La música seguía retumbando en el interior de la discoteca, las luces de colores parpadeaban al ritmo del bajo, y los jóvenes seguían disfrutando de la noche, cada uno a su manera. Alexander estaba sentado en un rincón junto a una de las chicas que habían conocido en el restaurante, pero su mente estaba muy lejos de aquel lugar. Desde el principio, la situación le había parecido incómoda. Si bien Lucas parecía estar en su elemento, disfrutando cada momento con su acompañante, y Ethan seguía atento a todo lo que sucedía a su alrededor, Alex no lograba relajarse.
Ethan, siempre el más consciente del grupo, revisó su reloj y luego miró a sus amigos.
— Son casi las tres de la mañana, creo que es hora de irnos— dijo con calma.
— ¿Ya?— protestó una de las chicas, la pelirroja, cruzándose de brazos. Su tono mostraba un ligero enojo, como si esperara que la noche aún tuviera mucho más que ofrecer.
— La noche apenas comienza— añadió otra de las jóvenes, mirando directamente a Alex con una sonrisa coqueta.
Lucas, por su parte, apenas reaccionó. Estaba demasiado ocupado besuqueándose con su compañera, ignorando el resto de la conversación.
Ethan, firme en su postura, se puso de pie.
— De verdad, ya es suficiente. Tenemos que regresar.
— ¿Regresar?— La pelirroja soltó una risa burlona—¡Vamos, chicos! ¿qué les pasa? Podríamos buscar un bar cercano, tomar unos tragos más y seguir disfrutando en su casa.
Alexander suspiró, sintiendo cómo la paciencia se le agotaba. No quería discutir, pero tampoco tenía intenciones de prolongar aquella noche. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, las chicas comenzaron a insistir con más entusiasmo, inventando excusas para convencerlos.
Ethan revisó su teléfono mientras escuchaba las sugerencias. Después de unos minutos, levantó la vista y dijo con calma:
— Hay un bar a quince minutos de aquí. Está a punto de cerrar, pero si realmente quieren, podemos ir.
Las jóvenes celebraron la idea, y sin más discusión, los seis salieron de la discoteca y se dirigieron al automóvil. La distribución fue algo caótica: Ethan tomó el volante con una de las chicas sentada a su lado, Alex se acomodó en el asiento trasero junto a otra, y Lucas, con su característico desenfado, llevó a su compañera en las piernas. La chica no dejó de besarlo ni acariciarlo durante todo el trayecto.
Mientras conducían hacia el bar, Alexander miraba por la ventana, dejando que sus pensamientos vagaran. La ciudad de Nueva York tenía un ritmo frenético incluso a esas horas de la madrugada. Luces de neón, taxis que cruzaban a toda velocidad, personas caminando por las aceras… Todo le recordaba lo distinto que era ese mundo del que él provenía. En su reino, todo estaba calculado, ordenado. Allí, él no era un hombre cualquiera; era un príncipe. Pero en Nueva York, era solo un joven más. Y aunque había deseado esa libertad, esa noche en particular lo hacía cuestionarse si había tomado la decisión correcta al aceptar salir con esas chicas.
Finalmente, llegaron al bar. Desde afuera se veía bien, con luces cálidas que iluminaban la fachada. Ethan estacionó y apagó el motor, pero antes de que bajaran del auto, señaló algo importante.
— Está cerrando. No creo que nos dejen entrar—dijo.
— ¿Eso qué importa?— replicó la pelirroja, con una sonrisa traviesa— Podemos ir por la parte trasera y pedir que nos vendan un par de botellas.
Alexander frunció el ceño. La sugerencia le parecía absurda, pero antes de que pudiera decir algo, las chicas comenzaron a animarse entre ellas. Finalmente, Alex decidió acabar con la situación de una vez.
— Está bien, yo iré— dijo, abriendo la puerta del auto.
Ethan lo miró con preocupación.
— ¿Estás seguro? No tienes que hacerlo.
— Estaré bien— respondió Alex, esbozando una sonrisa que pretendía tranquilizar a su amigo. Sin esperar más, salió del automóvil y comenzó a caminar hacia la parte trasera del bar.
El callejón estaba oscuro y algo húmedo, con un par de contenedores de basura alineados contra la pared. Mientras avanzaba, el silencio de la noche lo envolvía, roto solo por el leve murmullo de algunas voces. Al principio no les prestó atención, pero a medida que se acercaba, las palabras comenzaron a hacerse más claras.
— ¡Ya basta! Te dije que me sueltes— la voz femenina sonaba cargada de angustia.
Alex se detuvo en seco, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a correr por sus venas. Luego, escuchó una voz masculina, grave y burlona.
— Ya que tuve que pagar por lo que no bebí, voy a cobrarme con algo más. ¡ Y voy a asegurarme de que aprendas a no meterte donde no te llaman!
— ¡Qué te pasa, idiota!— se quejó la mujer— yo no tengo la culpa de que no sepas comportarte.
— ¡Oh, claro que no, muñeca!— replicó el tipo con sorna, mientras tomaba a la muchacha por las muñecas y le subía las manos sobre la cabeza, dejándola sin oportunidad de defenderse— De lo que sí tienes la culpa es de que tenga que irme con tantas ganas... Pero eso se puede solucionar ¿Verdad?
El significado de esas palabras golpeó a Alexander como un puñetazo. Aceleró el paso, guiado por la rabia y el instinto. Al doblar, la escena que encontró fue suficiente para que su juicio se nublara por completo.
Un hombre corpulento sostenía bruscamente a una joven contra la pared. Ella luchaba por liberarse, mientras giraba el rostro para evitar el intento del hombre de besarla. Su desesperación era evidente, y Alexander no pudo quedarse quieto.
— ¡Suéltala ahora mismo!— gritó con furia, avanzando hacia ellos.
El hombre se giró sorprendido, soltando a la joven por un instante.
— ¿Y tú quién demonios eres?— preguntó con un tono desafiante.
Alexander no respondió. En lugar de hablar, lo golpeó directamente en el rostro con toda la fuerza que pudo reunir. El hombre tropezó hacia atrás, tambaleándose, mientras la joven se refugiaba detrás de Alex.
— ¿Estás bien?— le preguntó, sin apartar la vista del agresor.
— S-sí… gracias— murmuró ella, todavía temblando.
El hombre, furioso, se incorporó y lanzó una amenaza.
— Esto no se quedará así, imbécil.
— Haz lo que quieras, pero aléjate de ella—respondió Alexander, su voz sonando firme y decidida.
Tras unos segundos de tensión, el sujeto finalmente se dio media vuelta y se alejó, murmurando insultos y maldiciones. Alex respiró hondo, tratando de calmarse, y luego se giró hacia la chica. Cuando la contempló quedó sin reacción por unos minutos, aún con las pocas luces que había en el callejón se notaba que era muy bella, su mirada se detuvo en los ojos de Amelie y ella no pudo evitar que su corazón se acelerara ante la mirada tan penetrante que él tenía en ese momento.
— ¿Segura que estás bien?— le preguntó Alex con suavidad cuando salió de su trance.
Ella asintió, aunque aún parecía conmocionada.
— No sé cómo agradecerte. Si no hubieras llegado…
— No tienes que agradecerme— respondió él— Solo no creo que estar aquí sea un lugar seguro. ¿Puedo llevarte a casa si quieres?
La joven negó con la cabeza.
— No, estaré bien. Trabajo aquí, de hecho mi amiga me está esperando adentro— dijo Amelie aun sintiendo los nervios de lo que había ocurrido— Yo...yo solamente estaba sacando la basura y el idiota ese me abordó de repente. Pero… gracias, de verdad.
— Ok, adios— replicó Alexander sin atinar a decir nada más.
Y la observó mientras ella entraba al bar asegurándose de que estuviera fuera de peligro antes de regresar al automóvil. Cuando lo hizo, Ethan lo esperaba con el ceño fruncido.
— ¿Y nuestras bebidas?— preguntó la pelirroja sorprendida al ver que él no traía nada.
— Sus bebidas las van a tener que tomar en su casa— le respondió intentando no ser demasiado grosero.
— ¿Qué?— dijo otra de las chicas.
— Que se van a su casa— espetó Alexander mientras detenía un taxi y les hacía un gesto a las muchachas que indicaba que la noche de fiesta había terminado.
— ¡Eres un aguafiestas!— le gritó la chica que estaba con Lucas, luego de que este le cerrara la puerta del vehículo.
— ¡Lo siento, nena!— replicó él—su actitud es demasiado hasta para mi, y mirá que no soy ningún santo.
Y luego de pedirle al conductor que las llevara donde le dijeran y entregarle dinero suficiente para que aceptara la misión, Alexander subió al automóvil bastante frustrado.
— ¿Qué pasó? Te tardaste demasiado y no traías buena cara— preguntó Lucas.
— Nada— respondió Alex, abrochándose el cinturón de seguridad— Solo vámonos a casa.
Ethan lo miró con sospecha, pero no insistió. Mientras el automóvil se alejaba, Alexander miró por la ventana, todavía procesando lo que había ocurrido. Había algo en aquella experiencia que no lograba sacarse de la cabeza, como si algo dentro de él hubiera cambiado. No entendía por qué, pero sabía que esa noche quedaría grabada en su memoria.
. veremos!!
Pobre Charlotte, enamorada de Ethan y tener que guardar su sentimientos
Eso sí super la historia me encanta