Serafina Brooks. Nunca se imaginó después de una tranquilidad y divertida noche. En el transcurso a su casa seria secuestrada y vendida a unos de los hombres más ricos de Medio Oriente.
Lo que ella nunca espero que se enamoraría el bastardo cínico y de corazón frío que la compró como si fuera una cosa. Odiara a ese hombre, lo aborrece por hacerla sentir cosas que no debería en sus circunstancias.
Pero usará ese enamoramiento enfermizo en una escapatoria para su libertad. Desear a ese bastardo ya es bastante malo. Necesitarlo es repugnante.
¿Podrá la lujuria y la obsesión ser más fuerte de su deseó de volver a casa o se convertía en algo mucho peor?
Es un pajaro bonito en una jaula dorada. Un pequeño secreto sucio. Pero cuando la jaula se rompe. ¿Podra aprender a vivir sin ella? ¿Sin él?
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CAPITULO 13 *ELLA NO ES NADIE*
...CITA...
...*******...
—¿Hay alguna razón por la que estás intentando hacerme un agujero con tus ojos? —Preguntó, él idiota unos minutos después de que el helicóptero despegara.
—¿Cuál es tu negocio en la ciudad? — Indago, sofocando el extraño impulso de exigirle que admitiera que me veía bien. Ni siquiera sabía por qué me molestaba tanto el comentario de pasable. Nunca en mí vida había buscado cumplidos. Cristo, ¿qué estaba pasando aquí?
—Tengo una cita, pero tendré que acortarla para acompañarte a ti y a Samir.
Lo miro fijamente.
—¿Tienes una cita?
Malek arqueó las cejas.
—¿Por qué estás sorprendida? Sabes que no soy virgen.¿Esperabas que mantuviera un harén de concubinas en lugar de tener citas?
Me mordí el labio. Ni siquiera estaba segura de lo que esperaba. Pero la idea de que él saliera con alguien era simplemente... extraña. Insondable.
Equivocada por razones que ni siquiera podía explicar.
—No puedo imaginar que alguien realmente quiera pasar tiempo contigo — Replico. —La mente definitivamente aturdida. Debe ser una cazafortunas. O un felpudo. O, lo más probable, ambas cosas.
Mientras "Su Majestad" me queda mirando como si fuera un insecto levemente interesante debajo de su zapato.
—Me han informado confiablemente que encabezo todas esas tontas listas de "solteros más elegibles del país".
Por supuesto que sí, el imbécil arrogante.
—Eso no prueba nada —Respondo con una sonrisa sarcástica. —Simplemente aumenta la probabilidad de que tu cita sea una cazafortunas. No estoy segura de quién siento pena: por ti o por ella. Probablemente ella. Incluso un buscador de oro merece algo mejor que tú.
—¿Y qué merezco? — murmuró.
—Mereces morir solo, enterrado con tu precioso dinero. Estoy segura de que nadie vendrá siquiera a tu funeral, porque ya no les pagarán por tolerarte.
—Es así —dijo, ¿y había diversión en sus ojos?
—Sí —Asintiendo seriamente. —Eres una persona horrible y tu ridícula riqueza no ayuda. Siempre he pensado que los multimillonarios no deberían existir en un mundo que tiene tanta gente hambrienta, y después de conocerte estoy aún más convencido de que tanto dinero solo puede convertir a una persona en un imbécil de proporciones épicas que cree que puede hacer cualquier cosa sin consecuencias.
Mis padres están lejos de ser pobres, pero la riqueza con la que naciste es algo completamente distinto. Claramente te corrompió.
El imbécil no parecía desconcertado en lo más mínimo, mirándolo con una leve curiosidad.
—Odio decepcionarte, pero me gané todo lo que tengo trabajando duro.
Me reí.
—Bien. Eres un maldito príncipe.
Algo cambió en los ojos de Malek.
—Soy sólo el segundo hijo y mi padre me cortó la economía cuando tenía diecisiete años.
Me endereze al instante.
—¿Qué? ¿Por qué?
Malek solo se encogió de hombros y alcanzó la puerta mientras el helicóptero aterrizaba.
Salió, con la mirada ya fija en su teléfono.
Fruncí el ceño a su espalda, luchando contra un sentimiento de insatisfacción.
Nunca me siento satisfecha después de mis interacciones con este hombre, incapaz de reprimir el sentimiento de absoluta insignificancia. Quería correr detrás del hombre y gritarle, abofetear su rostro cincelado y arrogante, empujarlo y-y golpearlo, o algo así. Llamar su atención de verdad.
Meterme bajo su piel. Lo deseaba tanto. Mucho.
—Quédate adentro — Ordenó, por encima del hombro, como un amo ordenando a su perro que se quedara quieto.
La necesidad de obedecer era casi irresistible.
Molesta conmigo misma, me obligué a moverme. Lo seguí fuera del helicóptero y miré a mi alrededor con curiosidad. Estábamos en una playa que parecía pintoresca y vagamente familiar, como si la hubiera visto en Internet.
Habíamos aterrizado junto a un precioso y elegante bungalow.
Parecía un nido de amor.
No podía negar que sentía una curiosidad perversa sobre con qué tipo de mujer salía. En mi mente, me imaginó a una modelo delgada, una jovencita apenas legal con perfectas tetas falsas y una sonrisa falsa igualmente perfecta.
Pero la mujer que caminaba hacia Malek no era nada de eso. Era atractiva en un sentido atractivo, sus rasgos un poco duros y sus ojos oscuros brillaban con evidente inteligencia.
También era mucho mayor de lo que había esperado: parecía bastante mayor para él, más probablemente en sus cuarenta que en sus treinta. Era alta, elegante y refinada de una manera que gritaba confianza.
Esta era una mujer que sabía lo que valía.
Parpadeó, desconcertada por la ropa que llevaba. Su atuendo era elegante y modesto, pero muy occidental, sin abaya ni hijab a la vista.
La mujer le dijo algo a Malek y su mirada curiosa se dirigió hacia mi. La respuesta que él dió fue corta, su tono claramente reacio.
Eso no pareció disuadir a la mujer. Se volvió hacia mi y me sonrió.
—Estás mirando, cariño —dijo, extendiendo la mano para estrecharla.
Sacudí un poco la cabeza, avergonzada de que fuera tan fácil leerme.
—Lo siento — contesto con una sonrisa tímida. —No quise mirar fijamente. Simplemente no eres lo que esperaba.
—Soy Mahra Al Maktoum — Respondé la mujer, con los ojos brillando de diversión. —Malek, ¿dónde encontraste a esta joven encantadora?
—No hay necesidad de presentaciones — Contestó, mirándome rápidamente. —Ella no es importante.
Lo miré con furia y me devolví hacia Mahra.
—Soy..
—Nadie —me interrumpió Malek, acercándose y poniendo una mano en mí brazo.
Me quedé quieta, sin aliento.
Solo podía mirar fijamente los dedos bronceados por el sol en mi brazo. Aunque había dos capas de tela que los separaban de mi piel, el tacto parecía abrasador.
—Vuelve al helicóptero —Ordeno.
Sus ojos eran todo lo que podía ver, como oscuros charcos de nada, arrastrándome hacia su abismo.
Aferrándose a mi fuerza de voluntad, tragué saliva y me obligué a negar con la cabeza. Joder, ¿qué me estaba pasando? ¿Por qué me sentía así? ¿Como si fuera imposible desobedecer a este hombre?.
¿Como si necesitara obedecerlo?.
Estaba perdiendo la puta cabeza.
—No seas grosero, cariño —dijo Mahra, chasqueando la lengua. —Si no quieres presentármela, está bien, pero la pobre niña no necesita sentarse en tu helicóptero mientras nos divertimos.
¿Divertirse? ¿Qué diablos significa eso? Seguramente no iban a... joder, ¿verdad?
—Oh, es adorable —volvio hablar Mahra. —Insisto absolutamente en que entre. Eso no depende de ti, Malek. Puedo invitar a mi casa a quien quiera.
—Ella no. —Respondió, Malek secamente. —Si digo que se queda, se queda.
Mi estómago de se retorció.
Mahra le dio a Malek una mirada extraña.
—Estás actuando de forma extraña, cariño—. Añadió algo en árabe, con un tono en parte desconcertado y en parte divertido.
Todo lo que obtuvo como respuesta fue una mirada fija de él. Ella dijo algo de nuevo, lo que provocó una respuesta concisa, la irritación saliendo de Malek en oleadas tangibles.
Después de un momento, dirigió su mirada hacia mi.