Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO QUINCE: REVERENCIANDO A LA REINA
≈NAOMI≈
Me hubiera gustado creerle, pero una imponente loba, con sus ojos clavados en el cachorro soltó un gruñido bajo, cuando el pequeño ignorando su advertencia comenzó a acercarse a nosotros. Tragué grueso cuando la misma lanzó otro gruñido, esta vez más fuerte, que se sumó con el resto de los lobos como si intentaran retar a la cría y este hiciera caso omiso.
Temblé ligeramente, cuando sentí algo en mis pies. ¡Dios mío! Lo único que me quedó pensar era que el cachorro estaba junto a mí. La jauría no dejaba de gruñir, y lo que era peor, exhibieron sus dientes afilados y arrugaron sus narices lamiéndose el hocico.
Con cuidado, bajé la mirada lentamente, asegurándome de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera alarmarlos. Allí, fue cuando comprobé que efectivamente, el cachorro estaba en mis pies y tenía una de sus extremidades atrapada en una trampa de cepo, que generalmente mi especie suele colocar para cazar animales en el bosque. Por fortuna las dos mandíbulas dentadas habían fallado en el cierre, solo atrapando y cortando ligeramente su extremidad, sin embargo, no estaba segura si las placas permanecerían así, o si en algún momento se cerrarían por completo.
—Ni se te ocurra —murmuró entre dientes Demian como si hubiera leído mis pensamientos. —Su madre no confía en ti. Un solo movimiento en falso hacia su cachorro, y no dudará en arrancarte la cabeza.
Tragué saliva, sintiendo los ojos de la loba fijos en mi yugular.
—No creo que piense lo mismo cuando vea volar por los aires su extremidad. —Espeté haciendo lo más estúpido y audaz que se me ocurrió en ese momento: “Le pedí permiso” Si, a un animal…
—Por favor, déjame ayudarlo —casi le rogué en un susurro.
—Por la diosa, decime que no hiciste eso…—gruñó Demian en desacuerdo, mientras los lobos comenzaron a moverse en círculos a nuestro alrededor, mostrando los primeros signos de que se lanzarían hacia nosotros en cualquier momento.
Sin embargo, no sé por qué, algo dentro de mí me decía que la loba entendería.
Y lo hizo. O al menos, eso creí. Porque de repente lanzó un gruñido amenazador hacia la jauría y dejó de gruñir, como si me estuviera dando permiso. Los demás lobos seguían gruñendo, pero obedecieron, no avanzaron. —Tienes menos de cinco minutos —murmuró Demian en un tono que parecía demasiado relajado para la situación —. Estas por tu cuenta, no se me permite ayudarte.
Lo miré, incrédula, intentando armarme de calma.
—¿Cinco minutos? ¿estás bromeando?
—En realidad cinco... o menos. No puedes culparlos, te lo dije, no confían en tu especie. — admitió encogiéndose de hombros —. Te sugiero que te apures, porque dudo que tenga tiempo para mutar de forma antes de que la jauría decida desmembrarte por partes.
—Qué bien… —repliqué, agachándome con lentitud, flexionando las rodillas y apoyando mis manos en el suelo para no asustar al cachorro, sin embargo, no fui muy sutil que digamos, ya que este se asustó y retrocedió.
—Tranquilo, no te haré daño. —musité llamándolo con un gesto de manos—Ven lobito, lobito…— dije con la voz más suave que pude, acortando la distancia. Demian me miró estupefacto, cuando el cachorro se aproximó.Sin perder un segundo, con las manos temblorosas comencé a examinar la trampa, las mandíbulas estaban demasiado firmes y el pequeño gimoteo débilmente cuando deslicé los dedos alrededor del metal, buscando una palanca o un resorte que usualmente estas porquerías traen para liberarlo.
—Un minuto… —comenzó a contar Demian en voz alta.
—¿En serio? ¿Tienes que hacer esto justo ahora? —Me quejé sin mirarlo, encontrando una pequeña palanca oxidada en el costado izquierdo. ¡Mierda! Solté desesperándome cuando el cepo comenzó a crujir. “Se va a cerrar” me alarmé, echando un vistazo rápido sobre mi hombro buscando algo, cualquier cosa, lo que fuera, para evitar que la trampa se cerrara.
Mis ojos recorrieron el suelo y vi un palo que no dudé en tomar mientras alargaba el brazo. Pero antes de que pudiera siquiera tocarlo, uno de los lobos me lanzó un tarascón, haciéndome retroceder de golpe cuando sus dientes se cerraron en el aire, justo donde mi mano había estado.
Casi me atrapa. Sabía que había estado a nada de que me alcanzara, pero a pesar de que eso me aterraba, no me detuve. Sin pensarlo me lancé de nuevo, sintiendo su aliento y el sonido agudo de su mandíbula cerrándose en el vacío. No titubee, tomé el palo ignorando sus irascibles intentos de mordida, me di la vuelta y lo atravesé en la montura justo en el momento que empezó a cerrarse.
—Dos… —continuó Demian sin inmutarse, alzando una ceja—. El tiempo vuela, Escarlata. No te distraigas.
Tomando una gran bocanada de aire, luchando con todas mis fuerzas por no mandarlo a la mierda, introduje mis dedos entre los fríos dientes del cepo asegurándome de poder ejercer más fuerza, mientras que, con mi otra mano, me aferré a la palanca y comencé a presionarla hacia abajo, notando como mis nudillos se volvieron blancos. El pequeño lobo emitió un leve gemido, estaba asustado. Sentí su cuerpo rígido y tembloroso bajo la ligera percepción de uno de mis dedos. No podía culparlo, yo también estaba aterrada. Cada vez que empujaba, los músculos de mi antebrazo me quemaban, el pulso me martilleaba las sienes y llegado el momento mis brazos temblaron cuando sentí mi piel abrirse. Era tanta la presión que ejercía con los dedos que comenzaron a sangrar y si bien, cada parte de mí me pedía que lo soltara, no lo hice. Seguí presionando.
—Tres... —añadió.
Los dientes de metal comenzaron a chirriar. Poco a poco el cepo comenzó a ceder en lo que a mí me pareció una eternidad. Finalmente, con un último empujón, logré separar las monturas lo suficiente para liberar al cachorro. Retiré con cuidado el cepo de su extremidad sin soltarlo, pero en cuando lo hice esté se cerró de golpe, partiendo el palo y arañándome el brazo en lo que tupió el aire.
—Cuatro —completo, dejando de contar. Con la expresión y la quijada tensa, Demian vino hasta a mí y antes de que pudiera decir algo, me levantó en sus brazos. Sorprendida por su rapidez, se encamino hacia el río mientras los lobos, increíblemente, le cedieron el paso. Algunos segundos después, me bajó junto a la orilla y tomando mi mano herida entre la suya, comenzó a limpiarme con el agua del río los dedos, la palma y el corte del brazo con sumo cuidado. Cuando terminó, inclinó su postura hacia adelante y con un movimiento, se rasgó una franja de su camisa para envolverme la mano.
—Lo hiciste estupendo, Escarlata. —dijo, con una sonrisa, apenas visible, vendándome la mano. Lo mire incrédula. Era la primera vez que escuchaba algo remotamente positivo de mí, salir de su boca. —Vamos. Necesitas algunos puntos en la mano. — continuo y asentí.
Cuando nos giramos para regresar, ambos nos detuvimos en seco. Mis ojos se abrieron de par en par al ver a la jauría rodeándonos de nuevo. Pero esta vez, no tuve miedo. Algo era diferente.
La loba, con su cachorro a su lado, fueron los primeros en aproximarse ... y entonces, sucedió. La loba se inclinó ante mí, agachando la cabeza y flexionando las patas delanteras, como si, con ese pequeño gesto me demostrará su respeto. El cachorro la imitó y junto con él, uno por uno, el resto de la jauría lo siguió.
Me sentí abrumada y sin que pudiera evitarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas.
Jamás en la vida, me hubiera atrevido a imaginar, algo tan maravilloso como esto…