Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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En qué me metí
Camila, que aún estaba sumida en las notas esparcidas alrededor. Habían pasado toda la noche estudiando para los exámenes finales, rodeadas de libros, café y la complicidad que solo las mejores amigas comparten. Camila sintió una mezcla de agotamiento y satisfacción al repasar conceptos y fórmulas, pero la realidad del día que se avecinaba comenzaba a pesar sobre ella.
Amanda, siempre tan organizada, se levantó primero. Se estiró y, con una sonrisa, le dijo a Camila: —¡Vamos, que el desayuno no se hace solo! —Camila sonrió de vuelta, aunque sabía que su amiga estaba más animada de lo que se sentía en realidad. Con el estómago rugiendo, ambas se dirigieron a la cocina.
Mientras Amanda preparaba un par de tostadas y café, Camila se tomó un momento para observarla. La luz del sol hacía brillar su cabello enmarañado, y su energía positiva era contagiosa, aunque se notaba debajo de sus ojos el trabajo de toda la noche. Sin embargo, en su rostro había una sombra de preocupación. La relación de Amanda con Santiago, su novio, había sido un tema recurrente en sus conversaciones. El peso de las expectativas familiares parecía estar afectando a su amiga más de lo que ella quería admitir.
Con el desayuno listo, se sentaron a la mesa, conversando de manera ligera, tratando de alejarse de las tensiones que sabían que les esperaban en el campus. Camila intentó distraer a Amanda, hablándole sobre cómo Alex su ex, creía que formarian una familia, eso hizo reir a Amanda… Bueno momentáneamente. Ambas sabían que el verdadero desafío del día no eran los exámenes, sino lo que estaba en juego en la relación de Amanda con Santiago. Durante la noche mientras realizaban sus asignaciones Amanda encontró un momento para contarle lo mal que iban las cosas con su novio, y el dolor que le generaba todo eso. Camila no le sorprendía, lo que si la tomo por sorpresa fue escuchar a su amiga la posibilidad de terminarlo, por su salud mental.
Después de desayunar y arreglarse, tomaron sus mochilas y salieron del departamento. La mañana era fresca y el aire tenía un aroma a tierra mojada, un recordatorio de las lluvias recientes. Sin embargo, cuando llegaron a la entrada del edificio, se encontraron con una escena inesperada.
Santiago estaba allí, apoyado contra su coche, con una expresión de ansiedad en el rostro. Cuando vio a Amanda, su rostro se iluminó, pero rápidamente su expresión se tornó seria. —Hola linda, anoche te estuve texteando. Pensé que estabas ocupada, así que vine a verte —dijo Santiago a modo de suplica, dando un paso hacia ella.
Camila sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era la primera vez que presenciaba una escena así entre ellos, pero siempre era incómodo. Ella se sintió como una intrusa en un momento tan personal. Amanda, en cambio, se detuvo, y en sus ojos se reflejaba la lucha interna que llevaba semanas lidiando.
—Hola, estuve muy ocupada anoche, siento no responderte. Ahora estoy yendo a clases, quizás podamos hablar después — respondió Amanda, su tono lleno de frustración. Se acercó a mi y tomó mi mano —Vamos Camí, no podemos llegar tarde.
Pero él no se dio por vencido. —¿Qué tal si las llevo? No me cuesta nada y así podemos hablar un poco ¿No, Camí? —Santiago me miró con ojos de cachorrito, sabía que estaba pidiendo mi ayuda. Me causaba tristeza verlo de esta manera.
Observó en silencio mientras la tensión crecía entre ellos. Amanda, que siempre había sido fuerte y decidida, parecía estar al borde de lanzarse a sus brazos, pero estaba segura que en ese momento le estaba pidiendo a todas las deidades existentes en el mundo que no se lo permitieran. Las palabras de Santiago resonaron en el aire, y Camila recordó las conversaciones que había tenido con su amiga sobre las expectativas de la familia de Santiago. La presión que sentía Amanda era evidente; la familia de Santiago no la consideraba "suficiente" porque no venía de una familia rica.
—¿Amanda que tal si dejamos que Santiago nos lleve? Tuvimos una noche dura, debes estar agotadisima. No sé si sea una muy buena decisión que manejes en esas condiciones. —Amanda me miró, sus ojos a punto de salirse de sus cuencas, estoy segura que más tarde me llevaré una reprimenda pero esto es necesario.
Subimos a su auto y tomé el asiento de atrás, el aura de Amanda se tornó en molestia y tanto Santiago y yo lo percibimos.
—Cariño ¿sabes que te amo, cierto? —No hubo ninguna respuesta de parte de Amanda, ella solo se dedicó a mirar por la ventana. —Se que ahora lo nuestro es incierto pero me causa mucho dolor saber que no estamos bien por mi culpa.
—¿De verdad crees que es el mejor momento para solucionar esto? Seré clara, tu familia nunca me ha aceptado, y esa es la realidad. Me duele saber que lo nuestro esté en manos de ellos y no podamos hacer nada —respondió Amanda, su voz temblando con la mezcla de dolor y rabia.
Camila, sintiéndose cada vez más incómoda, interrumpió —Chicos, ¿no sería mejor hablar de esto en otro lugar?
Pero la discusión ya había tomado fuerza. Santiago insistió —Yo lo siento, Amanda. Me duele verte así, pero tengo una responsabilidad con mi familia, solo te pido un poco de paciencia con ellos, en el futuro cuando tenga las responsabilidades que por herencia me corresponde, te prometo que muchas cosas van a cambiar.
Amanda cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Y mientras tanto qué? ¿Dejo que tu familia decida por nosotros? ¿Les permito que me falten al respeto? Estoy cansada de luchar contra molinos de viento.
Camila miraba a su amiga, sintiendo cómo la tensión la envolvía. Desearía poder hacer algo para ayudarla, pero en ese momento, todo lo que podía hacer era observar y contener su propio malestar. El auto de Santiago, que debería ser un refugio, se convirtió en el escenario de una batalla emocional que ella no había anticipado.
Finalmente, Santiago, con un tono más suave, dijo: —Solo quiero que podamos ser felices juntos. No quiero perderte. Te amo. Estoy seguro de que si tomas un poco de distancia de ellos por ahora será lo mejor.
Amanda, aún molesta, finalmente cedió. —¿Por qué mejor no pones límites? ¿No es mucho más sencillo decirles que paren?
Camila sintió que sus entrañas se retorcían al ver a su amiga vulnerada. La presión de la situación la llevó a pensar que aceptar el ofrecimiento de Santiago de llevarlas a la universidad había sido una mala decisión. Las palabras entre ellos se entrelazan en un mar de reproches y frustración, y ella no sabía si era mejor intervenir o permanecer callada.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedo lidiar con la forma en que tu familia me mira? —gritó Amanda, su voz resonando en el pequeño espacio del auto. Se escuchaba un pequeño temblor en ella.
—¿Y cuántas veces tengo que decirte que no puedo controlar lo que piensan? Son personas anticuadas. Creí que entendías eso… Yo solo quiero que nos apoyemos mutuamente —replicó Santiago, su tono comenzando a perder la paciencia.
Camila, sintiendo que la atmósfera se tornaba cada vez más pesada, miró por la ventana, tratando de distraerse. Las calles de la ciudad pasaban rápidamente, pero su mente estaba atrapada en la tormenta emocional que se desataba a su alrededor. La frustración de Amanda, la desesperación de Santiago; todo parecía un ciclo interminable de conflictos que no llevaban a ninguna parte.
Finalmente, llegaron a la universidad. Santiago detuvo el auto, y el silencio se hizo palpable. Amanda, con el rostro tenso, y a punto de llorar fue la primera en abrir la puerta. Antes de salir, se volvió hacia Santiago y le dijo: —Esto no se ha terminado. Necesitamos hablar más tarde. —Cerró la puerta con fuerza.
Camila decidió que era mejor no involucrarse en el momento. Se despidió de Santiago con un gesto de la mano y se apresuró a seguir a Amanda, que ya se alejaba con pasos firmes. La decepción y la frustración estaban escritas en su rostro, y Camila sabía que su amiga había llegado al límite. Esperaba que no estuviera molesta con ella.
Su teléfono sonó, así que lo revisó. Era un texto de Santiago [Lo siento por todo esto. No era mi intención que presenciaras nuestra discusión y gracias por ayudarme.]
Camila, intentaba seguirle el paso a su amiga, que daba pasos fuertes de lo molesta que se encontraba, respondió el mensaje de Santiago [No te preocupes, a veces las cosas se complican. Solo espero que puedan resolverlo pronto.]
[Gracias por ser comprensiva] respondió él, Camila echó un vistazo hacia atrás donde estaba estacionado el auto de él [Amanda es importante para mí, y realmente quiero que todo se solucione]
[Lo sé. Solo cuídate, ¿sí?. A veces las cosas se complican más de lo que imaginamos] le respondió Camila dando por terminado la conversación y guardando su móvil.
Con esas palabras, Camila sintió que había hecho lo correcto. Mientras se alejaban, observó a Amanda, que se había detenido a mirar por la ventana, perdida en sus pensamientos. Camila sabía que, aunque el camino por delante sería complicado, estar juntas sería su mejor refugio. Solo esperaba que no estuviera molesta por lo que hizo, aunque viéndolo bien creía que esto era necesario.
En un mundo lleno de expectativas y presiones, a veces lo único que se necesita es la comprensión de una amiga para enfrentar cualquier tormenta. ¿No?.